Las llamadas escuelas del agua, espacios de formación e información sobre el recurso y su vínculo con el ambiente, el género y el cambio climático, pueden servir para fortalecer la conciencia sobre su adecuado manejo en México, cuando el país enfrenta una intensa sequía.
En varias localidades mexicanas se han establecido en los últimos años proyectos de este tipo, especialmente en sitios donde el agua escasea y donde se requieren medidas para un uso más eficiente.
"Nos capacitamos para entender la relación entre agua y género, para incidir en las políticas públicas. Logramos elaborar un diagnóstico de la problemática en las regiones de incidencia y luego una agenda en políticas hídricas", indicó a IPS la presidenta de la organización no gubernamental Calmécac, Araceli Díaz.
La organización tomó el nombre de los centros de formación de la antigua nobleza azteca y en 2011 instaló una escuela del agua en la ciudad de Taxco, en el estado de Guerrero y a 152 kilómetros al sur de Ciudad de México, con la participación de promotores sociales de 12 municipios circunvecinos.
Esa región suroccidental padece una carencia crónica de agua y la contaminación de sus fuentes debido a la actividad de la minería de oro y plata, y por ello requiere de especiales acciones de conservación y saneamiento.
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En general, México es altamente vulnerable en materia hídrica, debido a los efectos del cambio climático, que a mediano y largo plazo amenazan la disponibilidad del recurso, con impactos negativos sobre la alimentación, la agricultura, la salud humana y la biodiversidad, según subrayan expertos académicos y de la sociedad civil.
Al menos 100 de los 653 acuíferos existentes en el país están sobreexplotados, a lo que se suman problemas de contaminación.
Las escuelas del agua surgieron la década precedente en varios países de América Latina, ante la situación crítica del recurso, y buscan educar a las comunidades sobre su valor e instruirlas en usos eficientes y racionales. Además, introducen nuevos hábitos de reciclaje, reutilización y tratamiento.
También abordan el nexo entre el agua y las mujeres, puesto que en muchas comunidades son ellas las responsables de su abastecimiento, conservación y distribución, en especial allí donde el líquido escasea.
Estas experiencias, sustentadas en lo local, "son acercamientos importantes, valiosos, porque se capacita a escala local. Cada contexto local tiene una problemática muy distinta", dijo a IPS la especialista Edith Kauffer, del público Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social.
Pero "tendría que haber construcción de capacidades locales y además mucho trabajo desde las políticas gubernamentales, porque son cosas complementarias", planteó la investigadora, residente en la ciudad de San Cristóbal de las Casas, en el sureño estado de Chiapas.
"La solución no se encuentra solamente en manos de la sociedad civil. También los gobiernos tienen un papel", remarcó.
Desde 2011, el centro y el norte de México son golpeados por una sequía que ha acarreado importantes daños en la agricultura y la ganadería. De hecho, varios estudios presagian a largo plazo una zona norte bajo estrés hídrico.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía indica que 30 por ciento de las viviendas carecen de agua potable entubada (corriente, por tubería) y otro 15 por ciento la reciben cada tres días por otras vías.
En el municipio de Malinalco, con 25.610 habitantes y situado en el estado de México, vecino al Distrito Federal donde se asienta la capital, funciona una escuela del agua, centrada en rescatar la cuenca del río San Miguel y mejorar el manejo de las aguas negras (fecales) y grises (provenientes de la actividad doméstica).
"Hacemos trabajo comunitario con la población para concienciarla sobre la contaminación de los cuerpos de agua. La clave ha sido el trabajo comunitario, hacer hincapié a la población en que si contaminamos el agua, nos estamos matando", dijo a IPS su coordinadora, Macaira Vera.
La iniciativa impulsó la instalación de 125 biodigestores (colectores herméticos de desechos orgánicos) familiares y la construcción de cuatro plantas comunitarias para tratar las aguas residuales, que antes terminaban en el río.
Además, funciona un consultorio del agua para ayudar a la población a resolver situaciones específicas sobre su manejo.
Cada colector sirve a 18 familias y cada planta tiene una capacidad de procesamiento de 1,5 litros por segundo. Además, la organización analiza mensualmente la calidad del agua, en las plantas comunales y en los pozos a lo largo del efluente.
Degradado por los vertidos residuales y la contaminación de fertilizantes químicos, San Miguel es el eje del trabajo de la escuela, que identificó 125 descargas de aguas residuales al río en 2008.
"Nos propusimos tratar de difundir estos temas en la agenda pública, formamos algunas redes virtuales para estar en comunicación y tratar de incorporarnos a los espacios donde se discuten estos temas y se toman decisiones", sostuvo Díaz.
El diagnóstico de Calmécac halló problemas en la disponibilidad y abastecimiento de agua, contaminación grave, infraestructura de distribución obsoleta y ausencia ciudadana en los espacios de toma de decisiones.
La organización busca fondos para instalar un sistema de tratamiento de aguas residuales mediante humedales y promueve las ecotecnias, tecnologías protectoras del ambiente, como la recolección de agua de lluvia y el reciclaje.
Además, impulsa la agricultura en huertos familiares, "para que la gente cambie los hábitos de consumo y aprenda a generar sus propios alimentos" y la siembra de hortalizas con el método de hidroponía, basado en el uso de soluciones minerales en vez de tierra convencional, detalló la presidenta de Calmécac.
"Las prioridades son el acceso a agua entubada, la calidad del agua y los enormes rezagos en el tratamiento de aguas residuales. Prácticamente no hay río que no esté contaminado", dijo Kauffer, quien investiga las cuencas transfronterizas entre México, Guatemala y Belice, en la frontera sur.
Chiapas, uno de los estados más pobres del país y pródigo en recursos hídricos, cuenta con al menos 24 plantas de tratamiento de aguas residuales, pero la mitad operan de forma deficiente.
"Ha disminuido la contaminación, pero el principal problema es la basura. Hay menos basura inorgánica, pero hay más residuos orgánicos. Hay escasez de agua, no porque no haya suficientes manantiales, sino más bien por la mala distribución de la red, que es muy vieja", sostuvo Vera.
La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas aprobó en 2010 una resolución donde se reconoce el acceso al agua como derecho humano básico, que adquirió naturaleza vinculante por una resolución del Consejo de Derechos Humanos del organismo.
Las naciones adherentes están obligadas reformar sus legislaciones para respetarlo, pero México aún no adapta la Ley General de Aguas a esta norma intergubernamental.