Cuba volverá a proponer a la Asamblea General de la ONU esta semana que condene el embargo estadounidense, un ritual anual convertido en victoria moral para esa nación socialista, pero de nulo impacto real.
Cuando asumió el presidente estadounidense Barack Obama en 2009, críticos del embargo esperaban que se produjera un cambio en las políticas hacia la isla.
Obama levantó varias restricciones por orden ejecutiva, como la prohibición a los viajes de estudiantes estadounidenses a la isla caribeña o las limitaciones al envío de dinero por parte de organizaciones religiosa y de remesas y visitas de cubano-estadounidenses a sus familias en Cuba.
No obstante, los cambios fueron modestos, y el embargo lleva casi 50 años.
La Asamblea General de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) tiene previsto votar el proyecto de resolución titulado «Necesidad de poner fin al embargo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos contra Cuba». Este año será la vigésima vez, y se espera una abrumadora muestra de apoyo a Cuba, aunque tendrá probablemente un «efecto muy limitado», dijo a IPS el analista Daniel Griswold.
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En su libro «Economic Casualties: How U.S. Foreign Policy Undermines Trade, Growth and Liberty» (Bajas económicas: cómo la política exterior de Estados Unidos socava el comercio, el crecimiento y la libertad), el experto arguye que el bloqueo no es un instrumento efectivo para Washington.
IPS habló con Griswold, director del Centro Herbert A. Stiefel para Estudios de Política Comercial, sobre las relaciones entre La Habana y Washington desde que asumió Obama, y los posibles cambios en un futuro cercano.
IPS: ¿Qué cambios observa en las relaciones desde que Obama asumió la Presidencia y modificó las restricciones a los viajes?
DANIEL GRISWOLD: El presidente alivió algunas prohibiciones de viajes y remesas, y llevó la política estadounidense en una dirección más positiva. Pero los cambios no han sido drásticos.
Realmente tuvo la oportunidad de cambiar la ley en sus primeros dos años, cuando los demócratas dominaban el Congreso legislativo, pero no ha hecho prácticamente nada. Solo modificó algunas restricciones a través de una orden ejecutiva.
No creo que esto tenga un gran impacto en el número de estadounidenses que visitan Cuba. Los cambios solo afectarán a estudiantes y a organizaciones religiosas.
IPS: El presidente Obama extendió el embargo hasta el 14 de septiembre de 2012, señalando que estaba «dentro de los intereses nacionales de Estados Unidos». ¿Esta política tiene futuro en un mundo globalizado?
DG: Nuestro embargo contra Cuba tuvo cierto sentido estratégico durante la Guerra Fría pero, por supuesto, incluso esa razón desapareció hace 20 años con el colapso de la Unión Soviética. Así que ahora es simplemente una declaración política de que no aprobamos el gobierno en Cuba.
Pero, después de 50 años, el embargo no logró cambiar la naturaleza de las prácticas del régimen cubano. En cambio, aisló a Estados Unidos de otros países y redujo la influencia estadounidense en Cuba.
Le ha costado a Estados Unidos miles de millones de dólares en exportaciones potenciales y ha restringido la libertad de viaje para hacer negocios. Es un fracaso desde todo punto de vista y está completamente fuera de las tendencias mundiales hacia una mayor integración comercial, económica y de inversiones.
IPS: Denunciar el embargo se ha convertido en un ritual en las sesiones de la Asamblea General de las últimas dos décadas. ¿Podemos esperar una mayor presión internacional este año y tiene esa denuncia algún significado real a estas alturas?
DG: Cualquier declaración de los miembros de la ONU tendrá un limitado efecto en la política estadounidense sobre Cuba. Esa política está realmente dirigida por asuntos internos, por una idea de interés nacional, aun cuando el embargo hace tiempo que ha dejado de servir a ese interés.
Habrá cambios cuando la política interna se modifique aquí, en Estados Unidos, cuando una nueva generación de cubano-estadounidenses asuma el liderazgo, cuando los intereses económicos se hagan oír en Washington y alerten que estamos perdiendo negocios, y cuando el registro acumulativo de fallos se haga más claro. No creo que una declaración de la ONU sea un factor decisivo.
IPS: ¿Usted prevé alguna apertura de la política estadounidense hacia Cuba en el futuro cercano?
DG: Es difícil imaginar la política externa en este tema, pero los factores decisivos una vez más serán la política interna y la idea de interés nacional estadounidense. No creo que la presión global vaya a jugar un papel definitivo aquí.
El embargo lastima al pueblo cubano, no hay duda de eso, aunque éste esté afectado mucho más por las fracasadas políticas del gobierno de (Raúl) Castro. Pero en verdad es una decisión de política interna de Estados Unidos.
El gobierno estadounidense necesita decidir cuánto tiempo continuará pagando el precio económico y político de algo que no tiene beneficios cuantificables.
IPS: ¿Usted cree que el sistema socialista en Cuba sobrevivirá a la ausencia de Fidel Castro?
DG: Es difícil predecir el camino que tomará Cuba en un mundo sin Fidel Castro. El sistema puede tener su propia inercia, con gente arraigada en el poder. Pero creo que si las reformas continúan en Cuba o si se dan pasos significativos hacia la liberalización de su economía y su sistema político, eso podría crear una apertura para que Estados Unidos cambie su política.