Cientos de mujeres cooperativistas de Bolivia mantienen la lucha por conquistar el derecho a explotar las vetas de estaño y plata en el occidente del país, donde la centenaria tradición con hegemonía masculina aún cree que la presencia femenina «ahuyenta» los minerales.
La economía de estas zonas frígidas y de elevadas montañas que guardan la riqueza mineral le ha asignado un papel secundario a la mujer durante siglos. Pero hoy emerge un deseo de conquistar los espacios que estaban reservados a los varones, coincidieron en afirmar investigadores consultados por IPS.
La creciente demanda de minerales en el mercado internacional y las altas cotizaciones para el estaño, la plata y el oro, abundantes en Bolivia, alentaron a decenas de campesinos e inmigrantes a ingresar en yacimientos organizados en cooperativas.
El modelo de cooperativa minera en Bolivia data de diciembre de 1968 y postula los principios de solidaridad social, igualdad de oportunidades, el respeto a la persona y la exclusión de "la explotación del hombre por el hombre", según una declaración de la Federación Nacional de Cooperativas Mineras de Bolivia (Fencomin).
Pero estos principios eran válidos sólo para los hombres. Tanto que se creó una secretaría de la mujer en esta organización, la cual fue era gestionada por un varón, explicó a IPS la coordinadora del Proyecto de la Niñez y la Familia Minera del Centro de Promoción Minera (Cepromin), Cecilia Molina.
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"Tuvieron que conquistar la propia secretaría en la organización de cooperativas", comentó la investigadora. Las mujeres en Bolivia suman 5,2 millones, poco más de la mitad de la población del país, según el estatal Instituto Nacional de Estadística (INE).
Fue una lucha de muchos años que logró una primera reivindicación en el congreso de dirigentes de 2001, cuando las mujeres consiguieron el reconocimiento como socias y accionistas, un privilegio que hasta entonces estaba reservado sólo a los hombres, explicó a IPS el autor del libro Historia del Cooperativismo Boliviano, José Antonio Condori.
El modo de explotación minera a través del sistema cooperativo es singular en Bolivia. El principio señala la igualdad de condiciones entre los socios y accionistas, una declaración que se hace flexible cuando algunos socios acumulan varios títulos, adquieren poder en los directorios y contratan obreros a semejanza de los empresarios privados.
Desde fines de la década del 80, estos cooperativistas con visión empresarial consiguieron ganar terreno con la ampliación de áreas de trabajo que pertenecen a la estatal Corporación Minera Bolivia (Comibol) y en el terreno político lograron una influencia que reemplazó el poder sindical que ostentaron hasta entonces los 27.000 obreros de la minería nacionalizada.
Unas 650 cooperativas mineras operan en el país y sus actividades están concentradas en la explotación de estaño, wólfram, plata, zinc y oro. Los socios llegan a unos 62.000, que sumados a los obreros sin participación accionaria ascienden a 75.000, informó a IPS el viceministro de Cooperativas Mineras, Isaac Meneses.
Las mujeres cooperativistas cumplen hasta 14 horas de trabajo en los socavones y a grandes profundidades en busca del mineral en bruto, y en muchas jornadas su único sustento para soportar la fatiga es el ancestral masticado de hojas de coca, acompañado del consumo de cigarrillos sin filtro.
Bajo la anterior organización, las acciones de los mineros cooperativistas fallecidos no eran heredables a la viuda, y se transferían en titularidad al hijo mayor. Cuando una mujer quedaba viuda y no tenía hijos varones, perdía la acción en la cooperativa, relató Condori.
Las directivas de las cooperativas admitían a la mujer solamente en su condición de "palliri", una denominación para la recolectora y rescatadora de minerales de entre los restos de las rocas extraídas de los yacimientos. Sólo con la lucha por obtener presencia como socias con voz y ejercicio de voto consiguen la conquista de sus espacios, precisó Molina.
Condori relató que ahora se presentan figuras particulares y en sentido inverso al rechazo masculino. Una cooperativa localizada en la región de Chorolque, en el sur del departamento de Potosí, impulsada por unas 200 mujeres prefiere mantener la explotación de sus yacimientos con personas de su género y aplicando la exclusión de los varones.
Aunque las primeras luces marcan el camino de las mujeres cooperativistas, el camino aún está lleno de obstáculos, explicó Molina.
En la zona minera de Atocha, en el departamento de Potosí, las mujeres lograron conservar durante tres gestiones la Secretaría de Educación y Cultura de la cooperativa dirigida por varones, pero las limitaciones para ellas se mantienen cuando reciben áreas de explotación pobres en minerales, y las exclusiones subsisten en algunas minas explica la investigadora.
La especialista cita el caso de la prohibición de acceso vigente en el Cerro Rico de Potosí, la emblemática montaña que simboliza el poder de la plata durante la colonia española.
Molina organiza talleres y dicta charlas a mujeres mineras para informarles de la vigencia de sus derechos a quienes explica que su calidad de asociadas "otorga la propiedad de los medios de producción, sin patrones", y la opción de aportar al sistema de seguridad para tener ingreso cuando se retiren del que muchas están hoy marginadas.
Afirmó que el trabajo para mujeres con escasa formación escolar y poco conocimiento de finanzas se complica durante la comercialización de minerales, a través de intermediarios, y ello las obliga a aceptar precios bajos que penalizan su trabajo artesanal.