La combinación de un gobernante único por más de 40 años, corrientes políticas subterráneas que irrumpen con violencia y unas Fuerzas Armadas que se fracturan para dar paso a una guerra civil parece un fenómeno específico de Libia difícil de que se extienda por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
Pero el fantasma de la rebelión ha tocado este 2011 la puerta de otros productores petroleros, bajo formas que van desde petitorios de intelectuales sostenidos por unas decenas de firmas hasta choques armados y represión a miles de manifestantes.
Los disturbios en Medio Oriente y África del Norte "son una ola poderosa que tiene mucho camino por recorrer antes de que se agote la cantidad de su movimiento, y afectará a otros productores de petróleo", dijo a IPS el profesor Michael Klare, que enseña paz y seguridad en el Hampshire College de Massachusetts, Estados Unidos.
"La imagen de jóvenes egipcios adueñándose de su futuro y eliminando a un odiado tirano resonará en los próximos años en otros países de Medio Oriente, incluso si no resultan en manifestaciones similares inmediatas. De una forma u otra los emularán jóvenes de Arabia Saudita, Kuwait, Omán, Irán e Iraq", sostuvo Klare.
Es lo que Madawi al-Rasheed, profesor de antropología de la religión en el Kings College de la University of London, ha sostenido sobre Arabia Saudita, el productor de crudo más importante de la OPEP. "Esa economía de 430.000 millones de dólares anuales beneficia a una elite, principalmente la conectada con la familia real, pero falla en producir empleos para miles de graduados cada año".
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Dos tercios de los sauditas son menores de 30 años, recuerda Al-Rasheed en un trabajo para la revista Foreign Policy. Son una generación educada, con computadoras portátiles, TV por cable, e informados de escándalos de corrupción en las familias gobernantes, mientras el desempleo, que afecta a 40 por ciento de quienes tienen entre 20 y 24 años, los empuja a conductas antisociales, o sus matrimonios fracasan.
Jóvenes airados han salido a las calles del mundo árabe, desde Marruecos hasta Iraq, y también de Irán, y son la vanguardia de los cambios que ya se materializaron en Túnez y Egipto, y de los que toman forma de guerra civil en Libia, el primer socio de la OPEP duramente sacudido por la "poderosa ola" de la que habla Klare.
La OPEP está formada por ocho países de la región: Arabia Saudita, Argelia, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Iraq, Kuwait, Libia y Qatar, y cuatro fuera de ella: Angola y Nigeria, en África subsahariana, y Ecuador y Venezuela, en América del Sur.
En conjunto extraen casi 40 por ciento del petróleo que se produce en el mundo y comercializan dos de cada tres barriles de crudo que cruzan las fronteras, por lo que las alarmas, disparadas por la nueva ola rebelde que alcanzó a Libia, agregaron en pocos días casi 20 dólares al precio original de unos 80 dólares para el barril de 159 litros.
Para Elie Habalián, ex gobernador de Venezuela ante la OPEP, "si una sublevación como las del norte de África se produce en Arabia Saudita, el mercado se desquiciaría, pero es una posibilidad que por ahora niegan los indicadores políticos".
Según dijo Habalián a IPS, es emblemático el caso de Argelia, "donde la Fuerza Armada tiene una cohesión y tradición de Estado y de gobierno que no deja pensar en un desborde como el de las vecinas Libia y Túnez. Si hay un cambio, sería con la voluntad del ejército, y no se afectaría la producción ni el suministro de petróleo".
En Riad un centenar de intelectuales reclamó pasar de una teocracia sunita como la que dirige la familia Saud hacia una monarquía constitucional, y se reporta que la minoría de la rama chiíta del Islam, que habita sobre todo el oriente productor de petróleo, es sensible tanto a las protestas de sus pares en la pequeña y vecina Bahrein como a la represión de esas expresiones con ayuda saudita y qatarí.
La monarquía saudita acaba de prohibir todo tipo de manifestaciones y advirtió que los cuerpos de seguridad no tolerarían infracciones. El sábado 5 unas 40 mujeres que salieron a desafiar la medida fueron detenidas. También se movilizaron tropas hacia el este del país.
Pero Habalián y Al-Rasheed coinciden en que la oposición saudita es aún muy incipiente y no presagia una erupción violenta al modo libio.
Kuwait, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, monarquías absolutas con modales liberales e importantes productores de petróleo y gas, no parecen alteradas por protestas como las de otros países árabes, pero están asaetadas por problemas demográficos estructurales: la mayoría de su fuerza de trabajo y aun de su población es extranjera.
En Kuwait, de una fuerza laboral de 1,2 millones de personas, apenas la cuarta parte es kuwaití. Numerosos árabes sin ciudadanía definida y conocidos como "bedoun" o beduinos han protagonizado protestas en reclamo de derechos en las últimas semanas.
En Qatar, de su millón y medio de habitantes menos de la cuarta parte es qatarí, y la mayoría son indostanos, iraníes o norafricanos. En el caso de los Emiratos, de sus 4,5 millones de habitantes apenas 20 por ciento corresponden a población nativa, la mitad proceden de países del sur de Asia y el resto son principalmente oriundos de otros estados árabes.
El riesgo de insurgencia en el Golfo dependería entonces de que pudieran coaligarse reclamos políticos con las tensiones sociales o demográficas. Previsor, el rey saudita Abdulah ha lanzado un proyecto de programas sociales por un monto de 37.000 millones de dólares, un tercio del cual se destinará a un alza general de salarios de 15 por ciento.
De esos países nunca se conocen disidencias en el ejército, u oposiciones armadas como las que han poblado la historia de Irán e Iraq en décadas recientes. En estos dos grandes productores de petróleo, co-fundadores de la OPEP en 1960, la novedad está en la reaparición de la oposición civil, más pronunciada en Teherán que en Bagdad.
En Irán, donde predominan los chiítas —minoritarios en el universo musulmán— desde los comicios de 2009 se suceden manifestaciones lideradas por los ex candidatos presidenciales opositores Mir Hussein Musavi y Mehdi Karrubi contra el gobierno de Mahmoud Ahmadineyad, sistemáticamente prohibidas y reprimidas.
En Bagdad, miles de manifestantes, con consignas como "¡Petróleo para el pueblo y no para los ladrones!" se hicieron con su Plaza Tahrir (Liberación), como la del epicentro de la rebelión en El Cairo, para canalizar protestas contra malos servicios públicos, corrupción, desempleo e incompetencia de sus dirigentes.
Éstos pertenecen a una trilogía de fuerzas árabes chiítas (sur) y sunitas (centro), así como de kurdos (norte), que se reparten la conducción del Estado iraquí que se reconstruye como sociedad y gran exportador petrolero tras la invasión y ocupación estadounidense que derrocó al régimen del ex hombre fuerte, Saddam Hussein (1979-2003).
De esos escenarios están lejos los otros cuatro socios de la OPEP. En Nigeria, una república federal sacudida en su historia por golpes militares y violencia política, 60 por ciento de sus 150 millones de habitantes son musulmanes, sobre todo los habitantes del norte, en conflicto con grupos étnicos del sur que han abrazado credos cristianos y donde actúan guerrillas y bandas que hostilizan la producción petrolera.
En Angola circulan llamados a manifestar contra el régimen de origen marxista, y el gobernante Movimiento Popular de Liberación respondió con marchas multitudinarias de sus seguidores. Ese partido gobierna desde la independencia en 1975 (con una guerra civil que se apagó hace menos de una década) y el año pasado se dictó una nueva Constitución que favorecería su permanencia en el poder muchos años más.
En Ecuador rige un sistema democrático que hasta 2006 tuvo ocho presidentes en una década. Rafael Correa, que gobierna desde 2007, afronta una sostenida oposición del fuerte movimiento indígena y de partidos a la derecha del suyo, Proyecto País.
En Venezuela, el presidente Hugo Chávez, en el poder desde 1999, está en conflicto permanente con una coalición opositora que se opone a sus intentos de reelegirse por otros seis años en 2012.
Chávez, por cierto, ha dicho que sublevaciones como la de Egipto o Túnez no ocurrirán en Venezuela porque ya se produjeron durante la eclosión social de 1989, con desórdenes y saqueos, y además impulsa un grupo de países amigos que trate de mediar entre el líder libio Muammar Gadafi y sus opositores armados.
Cualquiera sea la evolución de los acontecimientos entre los socios de la OPEP en el Golfo y norte de África —y de otros productores de petróleo—, a raíz de la actual sublevación árabe, para Klare "el viejo orden petrolero en el Medio Oriente se ha desintegrado, y no podrá ser restablecido" tal como lo conocimos hasta 2010.