Honduras militariza lucha antidrogas de la mano de EEUU

Estados Unidos parece ajustar su política antidrogas en América Central, que en el caso de Honduras contempla operaciones militares combinadas de fuerzas de ambos países, que empezarán en la selvática región de la Mosquitia, en la costa atlántica.

El nuevo subsecretario de Estado de Estados Unidos para Asuntos de Narcotráfico para América Latina, William Brownfield, y el jefe del comando sur de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, Glenn Spears, visitaron este mes el país para definir la "cooperación" humanitaria y de antinarcóticos.

El comandante general de la Fuerza Aérea de Honduras, Ruíz Pastor Landa, dijo que el apoyo en el combate del narcotráfico será de "más cooperación y coordinación" a nivel de equipamiento y operaciones por efectuar.

IPS supo que dentro de esa cooperación aparece como uno de los elementos más importantes la entrega de equipos especiales a los militares hondureños para realizar operaciones nocturnas en vuelo.

La asistencia se da en el marco del añejo tratado militar de 1954 que habilitó la instalación en los años 80 de la base estadounidense de Palmerola, la mayor de América Central, ubicada en el centro del país.
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En Mosquitia, considerada el principal pulmón ambiental del país, empiezan a calentar los motores de helicópteros y tanquetas militares como parte de una "operación sorpresa" contra el narcotráfico. En la misma se prevé la participación de uniformados estadounidenses de la base de Palmerola.

Brownfield estuvo en Tegucigalpa, como parte de una gira por América Latina, en una nueva ofensiva estadounidense para contrarrestar la acción de los narcotraficantes mexicanos desplazados hacia el sur de la región ante la guerra abierta en su país con las Fuerzas Armadas y entre sí.

En el llamado triángulo norte centroamericano, que comprende a Guatemala, El Salvador y Honduras, la presencia de los carteles mexicanos de Sinaloa y del Golfo tienen fuertes ramificaciones, así como Los Zetas, conformado por ex miembros de fuerzas de seguridad y dedicado al tráfico y secuestro de inmigrantes, además del trasiego de droga, según reportes de la inteligencia policial.

En ese contexto, la visita de Brownfield a Honduras se concretó justo un mes después de haberse registrado un fuerte enfrentamiento entre carteles de la droga en las ciudades de Juticalpa y Catacamas, en el oriental departamento de Olancho.

Javier Aguirre, un joven oriundo de Juticalpa, dijo a IPS que "se viven momentos de tensión". "Los narcotraficantes caminan a sus anchas, mostrando sus armas y guardaespaldas, y ya hay zonas donde después de la ocho de la noche ya no se puede pasar, porque lo pasconean (tirotean) sino lo conocen", añadió.

"El problema es que hay complicidad entre la policía y los ‘narcos’. Es común ver entrar a líderes de esos carteles a la jefatura y "arreglar" con la autoridad, ya sea con droga o con dinero", acusó.

Las historias en Olancho rebasan el imaginario colectivo, al grado que, tras las constantes masacres, es común que al momento del reconocimiento forense de los cuerpos aparezcan bandas de sicarios fuertemente armadas que, en un franco desafío a la autoridad, quemen los cuerpos para que no los reconozcan. Estos hechos son escasamente cubiertos por la prensa.

Periodistas de la zona consultados por IPS, que pidieron su anonimato, confesaron ser objeto de autocensura, porque "no es el primero que matan por hablar".

"En Olancho es mejor callar. La situación ha bajado un poco en la última semana por los patrullajes de los militares, que ahora están de lleno tratando de controlar a los narcotraficantes, y la gente tiene más confianza en ellos, que en la policía", manifestó Aguirre.

Las zonas calientes del narcotráfico en Honduras son, además de Olancho y la región de Mosquitia, los occidentales departamentos de Copán, Santa Bárbara y Ocotepeque, los norteños Cortés, Atlántida y Colón, y parte del central Francisco Morazán.

Raúl Pineda, ex asesor estatal en seguridad, comentó a IPS que las bandas de narcotraficantes "ya no están solo de paso en el país, sino que se quedan y son fuertes y visibles, en especial en el corredor norte centroamericano". Por eso "creo que estamos llegando tarde a esta guerra", apuntó.

El Informe de Desarrollo Humano sobre Seguridad Ciudadana en Centroamérica, de 2009, indica que operaban entonces unas 23 "modalidades subterráneas" del crimen organizado en la región, que van desde tráfico de drogas, lavado de activos, robo de vehículos, tráfico de armas, de inmigrantes y de madera, trata de personas y contrabando.

En países con debilidades institucionales fuertes, como el norte de América Central, "el crimen organizado prospera más fácilmente, en especial cuando los desajustes sociales son mayores", agrega este estudio realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Se estima que solo el tráfico de cocaína desde la región a Estados Unidos suma anualmente unas 250 toneladas.

Las autoridades hondureñas decomisaron el año pasado seis toneladas de droga, más de 14 millones de dólares a particulares dedicados a este tráfico y numerosos bienes, a lo cual se suma la destrucción de por lo menos 20 pistas de aterrizaje clandestinas en Olancho y en el occidente del país.

Durante su gira, Brownfield anunció ayuda por 200 millones de dólares para el istmo, para ser utilizados en el combate contra el crimen organizado y el narcotráfico, el fortalecimiento institucional y democrático, y la prevención de pandillas juveniles.

Para el ministro hondureño de Seguridad, Óscar Álvarez, esta asistencia "es importante y refleja el interés de Estados Unidos de no dejarnos solos en esta batalla". "Vamos a darles más de una sorpresa a los narcotraficantes", dijo a IPS.

Admitió, además, que en esta nueva cruzada los militares tendrán un mayor protagonismo, mientras se habla de un plan centroamericano de seguridad regional frente al crimen organizado.

Expertos prevén que la violencia crezca aún más en América Central y advierten que se avecina un recrudecimiento de los enfrentamientos entre carteles de narcotraficantes y, consecuentemente, un mayor protagonismo militar fomentado por Estados Unidos.

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