POLÍTICA-MAURICIO: El sistema conspira contra ellas

La poca cantidad de mujeres en cargos de decisión en Mauricio es consecuencia del sistema de organización política y de la pesada carga social que recae sobre sus espaldas.

"Hago política a diario, pero ¿partidaria?, no, gracias", señaló Jane Ragoo, sindicalista y trabajadora social.

Ella prefiere mejorar la situación de la gente haciendo trabajo comunitario y no campaña política.

En Mauricio, la política pasó a ser un negocio concentrado en las ganancias a expensas del bienestar de la población, señaló Ragoo, dedicada al derecho laboral en la Confederación de Trabajadores del Sector Privado.

La sindicalista responsabiliza a los votantes por el tipo de política que se hace en el país.
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"Votan por candidatos que no son competentes ni inteligentes ni honestos", alegó. "El papel de las pocas mujeres elegidas quedó disminuido, sus voces silenciadas", añadió.

El Protocolo de Género de la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC, por sus siglas en inglés) obliga a sus miembros a lograr la paridad en cargos de decisión.

Mauricio todavía no ratificó el tratado porque, según las autoridades, la Constitución no permite la "discriminación positiva", necesaria para llegar a una representación igualitaria.

No hay muchas mujeres en los consejos locales, ni de zonas rurales ni urbanas. En las ciudades sólo hay 16 en 126 cargos.

En el campo, la situación es peor. Sólo seis por ciento, 87 de los 1476 consejeros, son mujeres.

La consejera rural Dulari Jugnarain, de la aldea de Goodlands, en el norte de Mauricio, considera que una mayor presencia femenina ayudaría a evitar algunos problemas sociales en pueblos y aldeas.

Los casinos y locales de juegos de azar proliferaron en los últimos cinco años, en vez de bibliotecas, plazas con columpios o jardines.

"Las mujeres son más sensibles a esas cuestiones y están mejor posicionadas para hacer frente a esos problemas", señaló.

Los consejeros no pueden detener la proliferación de casas de juegos en sus regiones porque no tienen potestades para ello.

El limitado poder de los gobiernos locales desalienta a ciudadanos activos como la sindicalista Ragoo o Kashmira Banee, consultora en cuestiones ambientales y miembro de Rezistans ek Alternativ, movimiento sociopolítico que promueve un cambio en las políticas económicas del país.

Para Banee no tiene sentido participar en las elecciones locales salvo que los consejos pudieran lidiar directamente con problemas como la pobreza, la gestión de desperdicios, la contaminación ambiental y sonora y los vendedores callejeros.

"Habría participado si el gobierno central hubiera permitido a los consejeros atender esos asuntos. No me inspira a involucrarme más", arguyó.

Los consejeros controlan un presupuesto de unos pocos dólares, suficiente para organizar modestas fiestas de fin de año para niños, niñas y ancianos, pero nada más.

Las mejoras logradas en cuestiones sociales en Mauricio surgen a raíz del trabajo de organizaciones no gubernamentales y de otras entidades que manifiestan su preocupación con protestas y diversas campañas.

La propia Rezistans ek Alternativ refleja la falta de participación femenina en los cargos de decisión. Hay sólo tres mujeres en el comité nacional central de 12 miembros, aunque son muchas más en las ramas locales del movimiento voluntario.

Ragoo prefiere trabajar con niños y niñas sobre valores humanos, la protección del ambiente, en vez de dedicarse a la política partidaria.

En Mauricio, las mujeres suelen asumir la carga de cuidar de la familia y muy pocas tienen tiempo para dedicarle a la política partidaria o al activismo social.

"Estamos sobrecargadas, tenemos que ocuparnos de la familia y de la sociedad sin olvidar nuestro papel en la reproducción", indicó Ragoo.

Lalita Chummun, presidenta del consejo de Triolet, una aldea pujante en el norte del país, está contenta con el sistema de gobierno local.

"Es difícil, pero los consejeros hacen un buen trabajo gracias a la ayuda del gobierno central que suministra fondos", indicó.

Pero Chummun, la única mujer en el consejo de 12 miembros, reconoció que es difícil abrirse camino en la política entre tantos hombres.

"Me dedico principalmente a la educación de adolescentes, pero no cuento con apoyo de la comunidad. Eso complica mi trabajo. No puedo obligar a la gente a ayudar, pero cuando surge un problema en la aldea, siempre culpan a los consejeros", indicó.

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