La calle protesta contra el mercado climático

Los atajos que ofrece el sistema de la Organización de las Naciones Unidas a las empresas para lucrar con las estrategias contra el recalentamiento global fueron blanco de duras críticas en el Día de Acción Mundial por la Justicia Climática.

Dos manifestaciones separadas, con algunos miles de personas, marcaron la jornada de este martes 7, en el tramo final de la cumbre de cambio climático que se lleva a cabo hasta el día 10 en la sudoriental ciudad turística mexicana de Cancún.

Una consigna referida a México, «País petrolero, el pueblo sin dinero», reenfocó la causa principal del recalentamiento del planeta: la quema de combustibles fósiles, asunto casi marginado de las discusiones de la 16 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 16).

La mañana se abrió con una marcha por el centro de la ciudad de movimientos campesinos y altermundistas de este país y de América Latina, reunidos en el Diálogo Climático-Espacio Mexicano. Acompañados por activistas de Oxfam y de la Alianza Social Continental, recorrieron la avenida López Portillo hasta la sede la alcaldía.

Los esquemas de lucro, como la venta de derechos para arrojar dióxido de carbono a la atmósfera en el llamado «mercado de carbono», podrían ampliarse en Cancún.
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Hay preacuerdo en incluir la captura y almacenamiento de carbono y la propuesta para Reducir las Emisiones por Deforestación y Degradación de los Bosques (REDD), que discuten los países partes de la COP 16 podría incluir incentivos de mercado.

«REDD no, REDD no, REDD no», coreaban los manifestantes.

En las dos marchas, los grupos sindicales e indígenas dominaron en presencia y movilización a las organizaciones ambientalistas. Y sus reclamos y consignas fueron también muy amplios: desde soberanía alimentaria hasta derechos humanos, pasando por denuncias contra la administración del conservador Felipe Calderón. «Gobierno fascista, te tenemos en la lista».

«Duro contra esa pandilla que se ha reunido en Cancún para esclavizar a la humanidad y arruinar al planeta», arengaba a los gritos un mexicano con el rostro parcialmente cubierto por una careta de la corporación de alimentos Nestlé.

En una postura menos radical, activistas de Oxfam llevaban camisetas con una leyenda al frente: «Cancún can» (Cancún puede), y otra en la espalda: «From small seeds in Cancún, big things can grow» (De las pequeñas semillas de Cancún pueden nacer grandes cosas).

¿Qué puede hacer Cancún? «No sólo restaurar la confianza entre los gobiernos sino entre los ciudadanos», dijo a TerraViva en la marcha Antonio Hill, encargado de campañas e incidencia política de Oxfam en América Latina y el Caribe.

Después de la decepción de (la COP 15) de fines de 2009 en Copenhague, «necesitamos más que conversaciones», agregó.

«Necesitamos beneficios concretos, sobre todo para las comunidades más vulnerables que ya están sufriendo» desastres meteorológicos, puntualizó Hill.

Los gobiernos demoraron las medidas para reducir la contaminación, «pero no demoraron el cambio climático. Este año murieron 21 millones de personas, (en particular) en Colombia hay más de un millón viviendo con el agua al cuello, sólo ayer (el lunes) murieron 120 por deslizamientos, y las historias se repiten», agregó.

«Cancún puede entregar un fondo que priorice la adaptación y asegurar que al menos la mitad de ese dinero vaya para afrontar los impactos que ya son inevitables», dijo Hill.

Pero ese fondo, advierten algunas organizaciones, podría ser también colonizado por el sector financiero y privado.

«Es claro que los países más ricos buscan caminos para escapar de su obligación de entregar fondos públicos», agregó Hill.

Llama la atención la «generosidad y presteza para colocar cientos de miles de millones de dólares en el rescate de los sistemas financieros» frente a la «tacañería» al momento de disponer fondos para afrontar el cambio climático, dijo a TerraViva el dirigente colombiano Enrique Daza, de la Alianza Social Continental.

«Acá están peleando cada dólar», comentó sobre la negociación de recursos para la adaptación.

En su opinión, «hay poco para esperar de la evolución de las reuniones internacionales sobre cualquier asunto». «La parálisis del sistema multilateral» es notable, añadió.

Entonces, ¿cómo se cambia? «Así no. Se necesita una presión social fuerte» y «es nuestra responsabilidad como movimientos sociales» despertar esa movilización, sostuvo.

«No hay justicia en esta negociación», dijo una joven del Philippines Movement for Climate Justice (movimiento filipino por la justicia climática) que se identificó como Virgi.

«Estados Unidos intenta imponerse en muchas cosas. Quiere imponer que el Banco Mundial administre estos fondos. Nosotros no lo queremos, porque en el pasado financió energías sucias», añadió.

Con canciones e instrumentos bolivianos e improvisaciones de reggae, la más nutrida marcha de la Vía Campesina partió desde la avenida Tulum hacia las afueras de la ciudad, con intención de llegar a las puertas del Moon Palace, el complejo hotelero donde se celebra la COP 16.

La policía federal bloqueó la ruta con vallas metálicas y decenas de efectivos armados y protegidos con chalecos y escudos antibalas, mientras un helicóptero sobrevolaba la manifestación.

Campesinos e indígenas de América Latina y de Estados Unidos, movimientos mexicanos de la izquierda radical y de derechos humanos y representantes de organizaciones como Amigos de la Tierra marcharon bajo el sol del mediodía, cantando y gritando consignas. «El tiempo se acaba y aquí no pasa nada».

Las palabras de la comisaria para la Acción Climática de la Unión Europea, Connie Hedegaard, sonaron a respuesta en la apertura del segmento de alto nivel de la COP.

En los últimos años se logró «que los pueblos de todo el planeta reconocieran la urgencia del desafío (del cambio climático). Al ver las fotos con palmeras y hermosas playas, ¿cómo creen que juzgarán a los gobiernos si nos vamos de Cancún con las manos vacías?», dijo Hedegaard.

«Todavía nos quedan 72 horas», arengó.

*Con aportes de Rosebell Kagumire.

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