El derrame de crudo de British Petroleum (BP) en el Golfo de México parece haber operado de escarmiento para Argentina, que decidió duplicar la extensión de áreas preservadas en el mar Patagónico, rico en petróleo y en biodiversidad.
«Lo que nos mostró el derrame en el Golfo de México (ocurrido en abril) es que aún las empresas más modernas pueden tardar meses en sellar la pérdida, y eso para nosotros sería fatal», dijo para este artículo el biólogo Santiago Krapovickas, coordinador del Foro para la Conservación del Mar Patagónico y Áreas de Influencia.
El ecosistema marino patagónico, en el extremo sudoeste del océano Atlántico, alberga una gran variedad de especies de mamíferos y de aves, así como de moluscos y peces de importancia comercial.
Son más de tres millones de kilómetros cuadrados, y apenas 0,5 por ciento del mar estaba protegido, sin recursos reales y con un manejo poco efectivo, según la «Síntesis del estado de conservación del Mar Patagónico y áreas de influencia», publicada en 2008 por el Foro, que reúne a 10 organizaciones nacionales e internacionales.
Hasta ahora, solo existía un parque nacional marino costero, el de Monte León, en la austral provincia de Santa Cruz. Pero el 27 de octubre, en la cumbre de la biodiversidad celebrada en Japón, la Administración de Parques Nacionales (APN) anunció cuatro nuevas áreas marinas protegidas.
Se trata del Parque Marino Costero Patagonia Austral, en la provincia de Chubut y ya en fase de implementación, de los parques Isla Pingüino y Makenke, en Santa Cruz, y de uno oceánico, el Parque Nacional Marino Banco Burdwood, situado al sur de las islas Malvinas.
La aplicación y puesta en marcha de las nuevas áreas insumirá entre dos y cinco años.
Las nuevas áreas llevarán a 1.360.800 hectáreas las aguas marinas argentinas bajo protección, pero aún se está lejos de cubrir el 10 por ciento, meta fijada para 2020 por el Convenio sobre la Diversidad Biológica al que el país se adhirió en 1994.
«Estamos bastante rezagados», dijo a esta periodista Flavia Broffoni, de la Fundación Vida Silvestre Argentina. «Con estos parques cubriremos 1,5 por ciento, que es el doble de lo que teníamos protegido», apuntó.
No se trata de limitar o restringir el uso de esas zonas, explicó, sino de dotarlas de herramientas para un manejo que permita conservar su diversidad biológica a largo plazo.
Para Krapovickas es vital evitar la contaminación con hidrocarburos, la pesca excesiva y la captura incidental de ejemplares pequeños o de especies que son recogidas por artes de arrastre.
«El mar tiene mucho volumen y, a diferencia de lo que ocurre con las áreas terrestres, las hectáreas de un área protegida en el mar son apenas un detalle», dijo.
Hay millones de metros cúbicos con mucha vida, desde plantas microscópicas hasta grandes mamíferos, incluyendo especies de interés pesquero como centollas, calamares, langostinos, cangrejos, vieiras y mejillones, mencionó.
Es «sumamente importante» preservar áreas donde las poblaciones de valor económico se recuperen, siguiendo ejemplos exitosos como la reserva marina De Hoop, en Sudáfrica, y la chilena reserva Punta del Lacho, en el Pacífico.
El parque Patagonia Austral es una de las zonas de mayor biodiversidad del mar Argentino. «Es área de cría de langostinos, de merluza común y, entre la fauna más espectacular, tiene a los pingüinos de Magallanes (Spheniscus magellanicus)», describió Krapovickas.
En la extensión a conservar, de 132.000 hectáreas y que incluye 140 islotes, hay delfines y colonias de cormorán imperial (Phalacrocorax atriceps), cormorán de cuello negro (P. magellanicus), gaviotín real (Sterna maxima) y de pico amarillo (S. eurygnatha) y petrel gigante del sur (Macronectes giganteus).
El turismo «está muy poco explotado, pero tiene un enorme potencial» por su paisaje de costa rocosa, mar intensamente azul e islas de fauna sorprendente, dijo.
En la Isla Pingüino, de 170.000 hectáreas de mar e islas, habita el pingüino de penacho amarillo (Eudyptes chrysocome), lobos marinos, distintas especies de delfines y toninas overas (Cephalorhynchus commersonii). Es además una zona clave para la preservación de especies comerciales. «Allí el mar es tormentoso y muy frío, pero altamente productivo», aseguró Krapovickas.
Además del Parque Makenke, de 90.000 hectáreas y con numerosas especies de pingüinos y otras aves marinas, el Banco Burdwood es un área casi desconocida, hasta ahora parcialmente preservada por precaución.
«Está al este de la Isla de los Estados, al sur del archipiélago de Malvinas, y se estima que alberga una enorme variedad de invertebrados, esponjas, corales de aguas frías, moluscos únicos y especies nuevas», describió Krapovickas.
Sin embargo, «no tenemos experiencia en ese tipo de control tan alejado de la costa, será un verdadero desafío», agregó.
En esa zona de cuencas gasíferas y petroleras, parte de las aguas del Banco están en disputa entre Argentina y Gran Bretaña, en el marco del conflicto por la soberanía de las Malvinas.
«Si una empresa como BP tardó meses en controlar el derrame en el Golfo de México, si eso ocurriera en nuestro mar, no nos quedaría más alternativa que resignarnos a perder irreversiblemente áreas sensibles para la biodiversidad», concluyó el biólogo.
* Este artículo es parte de una serie de reportajes sobre biodiversidad producida por IPS, CGIAR/Bioversity International, IFEJ y PNUMA/CDB, miembros de la Alianza de Comunicadores para el Desarrollo Sostenible (http://www.complusalliance.org). Publicado originalmente el 6 de noviembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.