Detrás quedaban meses o años sobre la máquina de coser, sin derecho al descanso y con salario escaso o inexistente. Pero liberarse de ese yugo moderno no bastó para un grupo de trabajadores textiles argentinos y tailandeses, que forjaron un nuevo tipo de cooperación a través de los mares.
La organización argentina Mundo Alameda y la tailandesa Dignity Returns, creadas por trabajadoras que laboraban en condición de esclavitud, se aliaron en 2009 y en junio de este año lanzaron la marca No Chains (Sin Cadenas).
Argentina tiene un soterrado pero persistente sector de esclavitud laboral textil, sobre todo con inmigrantes bolivianos indocumentados. Y en Tailandia "hay casos de explotación laboral y trato injusto por todas partes", dijo a IPS en Bangkok la directora de Dignity Returns, Boosaba Meechai.
Con los diseños y estampados seleccionados en un concurso internacional, los miembros de ambas cooperativas se lanzaron a producir camisetas, bolsos y gorras que venden por Internet, en ferias, mercados y algunas tiendas, mientras esperan oportunidades para confeccionar otro tipo de vestimenta.
Cuatro meses después del lanzamiento, aun cuando las ventas no son tan exitosas como esperaban, "más y más gente conoce a Dignity Returns" y a No Chains, dijo Boosaba.
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"Dignity Returns (la dignidad regresa) es la fábrica de los trabajadores, por y para ellos", sintetizó.
"Nuestra misión no es sólo vender, sino producir prendas para organizaciones, casi siempre no gubernamentales, que realizan campañas contra el trabajo esclavo, los transgénicos, el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) o a favor del ambiente", explicó. Dignity Returns surgió con operarias tailandesas de la firma Bed and Bath. Las mujeres confeccionaban productos para marcas de corporaciones transnacionales, como Nike, Gap o Reebok, cumplían jornadas extenuantes y podían ser multadas si expresaban cansancio.
Pero aun con ese sacrificio no lograron sostener su fuente de empleo: la fábrica cerró en 2002 y fueron despedidas sin indemnización.
La mayoría de los participantes del programa, con edades de 18 a 50 años, son trabajadores que enfrentaron la injusticia y el maltrato de sus empleadores. Algunos siguen su batalla ante la justicia laboral, según Boosaba.
En 2009, conocieron a los integrantes de Mundo Alameda, una cooperativa creada en Buenos Aires por argentinos y bolivianos sin documentos, que escapaban de talleres clandestinos donde eran esclavizados.
Sus pares en la capital argentina también vivían para trabajar, hacinados con sus familias en el mismo taller, sin descanso y casi sin salidas al exterior. Producían para marcas de prestigio como Puma, Bensimon o Kosiuko.
Las dos cooperativas se encontraron en Hong Kong, en una reunión organizada por el no gubernamental Asia Monitor Resource Centre (Centro Asiático de Monitoreo de Recursos) y, a través de un traductor, se propusieron unir fuerzas para denunciar el trabajo esclavo.
La boliviana Olga Cruz, de Mundo Alameda, explicó a IPS que todavía "hay pocas ventas". Los puntos de expendio, además de la tienda de la cooperativa, son mercados alternativos que funcionan en ex fábricas recuperadas por los operarios y algunas tiendas.
Como Boosaba, Cruz sostiene que el éxito comercial no es lo fundamental. "El mensaje que queremos dar es que no hace falta un patrón para trabajar cuando se tiene una organización, una cooperativa", dijo.
"Buscamos contacto directo con los clientes, porque es importante que los consumidores sepan que la marca no importa si el capitalista se queda con la mayor parte y explota al trabajador", añadió.
Ella y sus compañeras y compañeros, ex trabajadores de talleres clandestinos, pueden vivir de lo que produce la cooperativa, aunque todavía no consiguen asegurar un ingreso fijo. Pero no les faltan compradores.
"A veces vienen grandes clientes, que saben de la calidad de lo que hacemos, y nos ofrecen comprar 4.000 ó 6.000 prendas, pero por centavos, y para que eso rinda un poco tendríamos que trabajar mucho más que ocho horas" diarias, explicó.
En cambio, otros clientes que aceptaron sus condiciones, con el tiempo lograron instalar en el mercado marcas competitivas, con menor margen de ganancia, pero respetando sus condiciones de producción.
La experiencia está resultando efectiva en ambos países. En Tailandia se confeccionan camisetas, bolsos, gorros y sombreros. "No podemos hacer mucho más por nuestras limitaciones financieras", explicó Boosaba.
No obstante, planifican crear una red de organizaciones afines en países vecinos como Camboya, Indonesia y Filipinas. "En asuntos laborales, la preocupación es común", señaló.
"La mayor parte de los trabajadores tailandeses todavía ve la explotación laboral como normal. Por eso la aceptan y no defienden sus derechos. Nunca piensan que pueden estar mejor si se atreven a luchar. Temen perder sus empleos", dijo.
En Argentina, Sin Cadenas confecciona de momento sólo camisetas. "Preferimos que se nos unan otras cooperativas para hacer pantalones vaqueros, uniformes, carteras o gorros", agregó.
Para ello están haciendo contactos, "armando una red con otras organizaciones de las provincias que operan de la misma manera, y los animamos a unirse", dijo Cruz.
* Con aportes de Marwaan Macan-Markar (Bangkok).