LA LARGA CRISIS DE LA IZQUIERDA EUROPEA

La victoria de la derecha en Chile en enero ha propiciado reflexiones sobre la crisis de la izquierda. De los 15 países europeos con gobiernos de izquierda en 1992 hoy sólo quedan cinco, de los cuales Portugal, España y Grecia están en graves dificultades económicas y sociales. Es difícil entender una crisis que viene de lejos para quien tenga menos de cincuenta años. Su solución no parece rápida.

Hay que recordar que desde fines de la Segunda Guerra Mundial y la creación de las Naciones Unidas, se puso en marcha un extraordinario proceso de modernización política basado en contenidos constitucionales: la justicia social y la participación democrática. La expansión económica fue acompañada por un gran proceso de reformas como la agraria, de los derechos laborales, de protección de la salud y el empleo.

A nivel mundial, la Asamblea General de la ONU adoptó, en los años 70, una declaración sobre el Nuevo Orden Económico Internacional que postulaba una "justicia social mundial" y reconocía al Tercer Mundo el derecho a aumentar su participación en la economía planetaria. En esa época, los valores del desarrollo humano eran la base del debate político. Así se abrió una cumbre de 22 jefes de Estado, el diálogo Norte-Sur, que tuvo una primera reunión en París y una segunda en Cancún en 1980, en la que participó un recién elegido Ronald Reagan, poco interesado en la justicia internacional y mucho en el comercio.

Reagan difundió el famoso eslogan Trade not aid: no ayuda sino comercio. Y con Reagan y sus aliados, como la británica Margaret Thatcher, empieza a cambiar el curso de la historia. En la década de los 80 se creó la Organización Mundial del Comercio al margen de Naciones Unidas, contra la que se declaró una guerra de delegitimación como fuente de decisiones internacionales.

Se procedió a liquidar el Nuevo Orden Informativo y el Nuevo Orden Económico fue reemplazado por el llamado Consenso de Washington, que impuso el pensamiento único neoliberal como base de las relaciones económicas internacionales. Paralelamente Reagan y Thatcher acometían la deliberata destrucción del poder sindical, inaugurando el ciclo de liquidación social que aún continúa.

En 1989 se desmorona el Muro de Berlín y se afirma que los vencedores no derrotaron a un enemigo, la Unión Soviética, sino a todo lo que estaba en contra del capitalismo. El neoliberal Francis Fukuyama sostuvo que estábamos ante el fin de la historia, pues desde entonces sólo existiría el capitalismo, en crecimiento continuo y sin nefastos controles.

Después de la muerte del comunismo, se declaró la muerte de las ideologías. El pensamiento único arrasó con toda opinión diferente. El mercado era el mejor regulador de la economía, la sociedad y la cultura.

Frente a este gran embuste, la izquierda -particularmente en Europa- buscó ser lo menos estridente y antihistórica posible, mimetizándose en los estilos y en la imaginación colectiva del momento. En términos generales, se dividió en dos grupos: las "viudas" y las "virgenes".

Las viudas de la izquierda, excepto en los paises ex socialistas, se marginaron de la politica. Las vírgenes pasaron de cantar el fin de las ideologías a adoptar el pragmatismo. “Hay que ser pragmáticos”, era el lema de los años noventa.

Del lenguaje político salieron muchas palabras (códigos de comunicación), que no ayudaban a las vírgenes: justicia social, solidaridad, transparencia, participación, redistribución, imposición progresiva, etcétera. El pragmatismo tiene un problema: sin un marco conceptual en el cual operar, se transforma en un mecanismo donde se hace sólo lo posible, y por lo tanto lo que es útil. Y ya no es pragmatismo, sino utilitarismo. La política se concentra entonces en los hechos administrativos, sin una visión final de la sociedad y sin una escala de valores. Es una izquierda sin identidad, que vive en polémica con la derecha sobre cuestiones personales y administrativas.

Paralelamente a esta mudanza política, hubo un cambio más determinante en la economía. Con la abolición de controles sobre los bancos decretada por Bill Clinton en 1989 y durante la borrachera neoliberal de la administración Bush, cuando se inventaron instrumentos financieros de alto riesgo sin precedentes, la economía real de bienes y servicios quedó sin fuerza frente al sector financiero, que creció más de veinte veces respecto de la economía real. La relación entre política y economía cambió drásticamente. El mundo de la producción no era ya el referente principal. Y ante unas finanzas totalmente globalizadas y sin reglas, el espacio nacional, sus leyes y sus instituciones, comenzaron a perder consistencia.

En el debate contemporáneo los viejos términos son capturados para utilizarlos en una nueva guerra fría. Barack Obama, para los republicanos, es un socialista. Los opositores, para Silvio Berlusconi, son comunistas. ¿Y la izquierda?

La izquierda se encuentra sin códigos de comunicación para identificarse con la gente. No puede hablar de justicia social, de solidaridad, de equidad o de redistribución sin ser acusada de nostalgia comunista. En Italia se ha llegado al extremo de que el Ministerio del Trabajo ya no sea llamado por su nombre sino Ministerio del Welfare, o sea del bienestar, sin que la izquierda diga nada, para no parecer demasiado de izquierda

La lista de concesiones que se han hecho en cada país europeo llenaría un volumen. En Estados Unidos, frente al excepcional fenómeno de un joven de color elegido presidente por masivo voto popular, se asiste al hecho de que junto con él asume el poder el viejo equipo económico corresponsable de la crisis. De este modo se bloquea la posibilidad de reformar un sistema financiero en quiebra que ya ha dejado cien millones de nuevos pobres, y que volverá probablemente a colapsar más gravemente en un plazo no tan lejano, si no se lo reforma.

Dice el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz que los vencedores del Muro de Berlín son los perdedores de hoy, con el colapso del otro muro, el de Wall Street (wall significa muro). ¿Cómo hace un joven europeo que no ha vivido todo este proceso para entender la paradoja de Stigliz y creer que una izquierda sin identidad pueda ser el camino hacia una sociedad diferente de la que hoy existe? (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Roberto Savio, fundador y presidente emérito de la agencia de noticias Inter Press Service (IPS).

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