FORO SOCIAL MUNDIAL: Lo que cambió y lo que falta cambiar

En el Foro Social Mundial (FSM) de este año, el mayor ámbito de quienes se oponen al capitalismo, adquieren protagonismo los sindicatos y las cosmovisiones no occidentales, dijo en esta entrevista el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos.

Boaventura de Sousa Santos en el calor de Porto Alegre Crédito: Antonio Martins/IPS
Boaventura de Sousa Santos en el calor de Porto Alegre Crédito: Antonio Martins/IPS

El sindicalismo, a su juicio, ocupa un nuevo lugar, no hegemónico y en diálogo con otros movimientos.

El profesor de la Universidad de Coímbra subrayó en esta entrevista el valor de la incorporación de concepciones no occidentales, pero alertó sobre el peligro de asumir como moda la idea indígena del «buen vivir».

Una de las tensiones que subsisten en el FSM se refiere al tipo de relaciones entre movimientos sociales, partidos e instituciones políticas. De Sousa propuso discutir acerca de las tres formas de democracia, la representativa, la participativa y la comunitaria.

La larga jornada del FSM 2010 se extenderá todo el año, desdoblándose en casi 40 foros en 22 países. La obertura fue a fines de enero, con dos grandes encuentros en Brasil: en la sureña Porto Alegre y en la nororiental Salvador, en los que se reunieron unas 30.000 personas.
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BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS: Los avances se dan en áreas en las que nuestro pensamiento no está todavía bien articulado: el cambio de civilización, la crisis del capitalismo, los nuevos bienes públicos, y la importancia de las ideas y cosmovisiones no occidentales.

El encuentro de Porto Alegre reveló además el nuevo papel del movimiento sindical y el protagonismo de los jóvenes.

IPS: ¿A qué se refiere con la creciente presencia de los sindicatos?

BSS: En los primeros encuentros del FSM, la participación de los sindicatos era muy limitada. El sindicalismo se veía todavía como el gran movimiento social y consideraba que sus banderas y luchas eran las más importantes.

En la concepción que entonces prevalecía, todo lo demás era muy folclórico y las organizaciones de trabajadores corrían el riesgo de perder fuerza y energía si se mezclaban con ciertas «extravagancias».

El sindicalismo sufrió más que todos los otros movimientos en la última década. En Europa, en países del Sur como India –incluso en estados gobernados por comunistas, como Kerala y Bengala Occidental—se registró una marcada caída de puestos de trabajo y la desarticulación de las organizaciones obreras.

Sin embargo, a lo largo de esa década, se registró una evolución notable. El movimiento sindical percibió la pujanza del FSM y se fue sumando cada vez más a él.

Y un detalle: ingresa sin ninguna intención de apropiarse de banderas ni de hegemonizar el espacio. Quiere dialogar de igual a igual. Estamos viviendo lo que en Brasil se llama el nacimiento de un «sindicalismo de los movimientos sociales», que implica incidir en otros temas vinculados al respeto de los trabajadores, como vivienda, salud y educación.

Para quien trabaja, son temas tan importantes como lo que ocurre dentro de las fábricas.

Este cambio se percibe tanto en el FSM como en otros espacios políticos. Yo constato esos aires nuevos en los seminarios que hemos realizado por iniciativa de la Universidad Popular de los Movimientos Sociales.

Normalmente, los sindicalistas llegan muy convencidos de su protagonismo y con dificultades para reconocer la importancia de otros actores. Pero esa resistencia dura poco.

Enseguida perciben que las luchas libradas contra la contaminación del agua por las empresas mineras, para evitar que los monocultivos vuelvan inviable la pequeña producción campesina o para asegurar el derecho al saneamiento, son parte de la misma lógica de resistencia al capitalismo.

IPS: ¿Hay novedades desde el punto de vista de la teoría de la emancipación social?

BSS: Se amplía el consenso de que no existe sólo una contradicción entre capital y trabajo, sino también entre capital y naturaleza.

No sólo el trabajo es convertido en factor de producción, sino también la naturaleza es transformada en un recurso que se puede destruir sin ninguna consideración por la sustentabilidad ni, a largo plazo, por nuestro derecho a establecer otra relación con la naturaleza.

Otro logro es la importancia de la lucha por la paz. Meses después del primer FSM se cometieron los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas y el inicio de la «guerra sin fin» contra el terrorismo, dispuesta por el gobierno estadounidense de George W. Bush (2001-2009).

El Foro se convirtió en un espacio importante para esa bandera, que está presente en actividades vinculadas a Palestina e Iraq y a los intentos de establecer diálogos entre civilizaciones, como alternativa al «choque» previsto por ciertos teóricos.

IPS: ¿En ese contexto incluye la cuestión de las cosmovisiones no occidentales?

BSS: Sí. Hacia fines de la década, el FSM asumió como tema el protagonismo indígena en muchas partes de América del Sur. Era algo ya expresado en procesos políticos de Ecuador y Bolivia que dieron como resultado las victorias de los presidentes Rafael Correa y Evo Morales, respectivamente.

Las ideas de este nuevo sujeto incorporan al debate el concepto del «buen vivir» como alternativa al desarrollo infinito que rompe las relaciones entre hombre, mujer y naturaleza.

Además, quedó claro que las cosmovisiones indígenas de América no son sólo una contribución específica al FSM. Forman parte de un conjunto vasto de pensamientos no coloniales originados en África, en India, en la propia China, como el confucionismo.

Si bien suelen ser invisibilizados en Occidente, revelan que la abrumadora mayoría de la población mundial no vive según las reglas del lucro infinito, la competencia y la destrucción del otro, sino según reglas de convivencia social que se apoyan en otra relación con la naturaleza y los bienes públicos.

En esto advierto un peligro de trivialización. Muchos asumen nuevos conceptos como el «buen vivir» como una moda, sin saber qué expresan con exactitud.

En el «buen vivir» hay una dimensión profunda de espiritualidad y religiosidad. El pensamiento occidental no es capaz de incorporar fácilmente estos elementos. A la religión la colocó en el ámbito de lo privado y la transformó en una opción sin vínculos con la vida política, económica y cultural de los pueblos.

Según esa lógica, hay quien habla orgullosamente de «buen vivir» y se deleita comiendo hamburguesas elaboradas con componentes que viajan 4.000 kilómetros antes de llegar al pan. Es impresionante cómo se bebe agua envasada en los FSM. Y a nadie se le ocurre el abastecimiento de agua potable gratuita, símbolo de los servicios públicos que deben restaurarse.

IPS: ¿En qué aspecto el debate sobre las relaciones entre movimientos, partidos y política institucional podría hacer que el FSM fuera más efectivo?

BSS: El FSM jugó un gran papel en la redefinición política de la última década. En un momento de crisis del sistema partidario, los foros afirmaron, con razón, que los partidos ya no ejercían el monopolio de la representación. Los movimientos y organizaciones de la sociedad civil son cada vez más importantes para la construcción de un futuro colectivo.

Pero también, y a raíz de esto, algunos partidos nuevos o ya existentes pasaron a reconocer el fin de ese monopolio: el gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) de Bolivia, la Alianza País de Ecuador, y algunas fuerzas en Europa. Están presentes en las luchas sociales, se alían con los movimientos, buscan nuevas relaciones.

¿Cómo responder a esta realidad nueva? ¿Volvemos a la vieja idea de que los movimientos son temáticos y los partidos, generales? ¿Intentamos articular las varias formas de democracia? ¿Procurar combinar una visión sobre las democracias representativa, participativa y comunitaria, sobre los diferentes actores de cada esfera, y cómo crear sinergias entre diversas formas de acción para la transformación social? El FSM debería ser un espacio para ese debate.

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