DESARROLLO-URUGUAY: La señora y el barrio de los trenes

Cuando los vecinos de esta población contigua a la sudoccidental ciudad uruguaya de Colonia del Sacramento la vieron medir a pasos un predio baldío una mañana, nueve años atrás, le preguntaron qué pensaba construir allí. «Un sueño», les respondió.

Todavía muchos no saben que Analía Berdini es una abogada argentina de 48 años, pero sí conoce toda la vecindad que por obra de esa mujer reluce a nuevo el vagón 560 del desaparecido Ferrocarril del Sur, que nació a fines del siglo XIX. Y con esa reliquia surgió un proyecto comunitario de desarrollo sustentable para una zona que estuvo deprimida económicamente por años.

Hay piletas para la carga de agua de los trenes a vapor que son la exacta réplica de antaño y las luces de un coche de primera corresponden al modelo original, porque aquel sueño de hace cinco años se convirtió en realidad.

Es que aquella iniciativa que se inició con una forastera marcando artesanalmente un terreno desolado, congrega en la actualidad a muchas personas en derredor y la Estación Real de San Carlos, que hace un siglo imaginó el empresario naviero Nicolás Mihanovich y que nunca llegó a ver, ahora tiene forma, color y ambientación histórica.

Desde la Dirección de Turismo de Colonia, su responsable, la licenciada Andrea Schunck, valora positivamente el "gran aporte a la ciudad" que brinda este proyecto en el que conviven "los valores del pasado y la mirada hacia el futuro", como indicó a IPS.

A ese rincón recuperado del pasado llegan los que portan fotografías antiguas o el encanto de relatos que hablan de locomotoras y viajes.

Ahora agrupa además dos museos, una biblioteca con textos de comienzos del siglo XX y un viejo galpón de remesas postales transformado en sala de música y teatro, entre otras instalaciones.

Los productores rurales de la campiña cercana se sumarán en una próxima etapa con sus vinos, quesos y dulces artesanales, recuperando recetas culinarias que, como el ferrocarril alguna vez, también habían quedado en un cono de sombras.

En enero próximo cumplirá 100 años el proyecto inconcluso de Mihanovich. La Estación Real de San Carlos, que abrirá sus puertas formalmente "con traje de domingo", ya tiene pasajeros esperando en el andén.

LA ESTACIÓN DE LA HISTORIA

Berdini llegó a fines de 2000 a Colonia del Sacramento, el histórico enclave portugués fundado en los tiempos de la dominación española en la ribera del Río de la Plata, que recibe año a año a muchos vecinos de Buenos Aires cansados de la vorágine de esa gran urbe, ubicada enfrente estuario de por medio. Hoy tiene 30.000 habitantes y se expandió hasta ya unirse al también añejo Real de San Carlos.

Por entonces en Argentina el transporte ferroviario había quedado en manos privadas y muchas líneas habían desaparecido, siguiendo el lapidario mandato "ramal que para, ramal que cierra" de Carlos Menem, que gobernó ese país de 1989 a 1999 y privatizó todo lo que tuvo a mano.

Al contrario de muchos de sus compatriotas, desechó habitar en el Barrio Histórico, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1995 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Eligió Real de San Carlos, la localidad "que lleva ese nombre en homenaje al rey Carlos III de España", explica a IPS el historiador Heroídes Artigas Mariño.

La comarca realense, fue escenario en los albores del siglo XX del imperio turístico levantado por Mihanovich, con "una plaza de toros, un hotel casino y un frontón para jugar partidos de pelota vasca, además de un pequeña formación ferroviaria para transportar visitantes", repasa Mariño.

La zona tiene tal valor histórico y turístico que actualmente es motivo de estudio por parte del gobierno nacional para "volver a poner en valor sus atractivos", como explicó a IPS la ministra de Educación y Cultura, María Simón.

En los planes de Mihanovich figuraba, además de ese ferrocarril de paseo local, la instalación de la "Estación de Trenes Real de San Carlos", que nunca alcanzó a realizar pero que caló hondo en el actual entusiasmo de Berdini, a tal punto que se propuso levantar aquella bandera que había dejado su coterráneo por el camino.

"El día que me enteré que había una señora argentina dispuesta a semejante iniciativa", recuerda a IPS el cantautor Néstor Velásquez, vecino del lugar, "pensé lo que tantas otras veces y era que no todo está perdido, que aunque del otro lado del río y de éste algunos quisieron arrasar todo, por suerte hay quienes construyen de nuevo".

Berdini vendió en Buenos Aires inmuebles de su propiedad, sumó ganancias de su actuación profesional y se puso a averiguar cómo conseguir material ferroviario en Uruguay.

La estatal Administración de Ferrocarriles del Estado (AFE) anunciaba remates de "chatarra" y allí concurrió. Pudo, entonces, adquirir un vagón dormitorio, plataformas, rieles, un furgón de carga, un coche de pasajeros de primera clase que también funcionaba como comedor, sillas, banquetas, máquinas de escribir, lámparas, sillones, cajas de vagones y otros elementos de la época.

Son todos trozos de la historia del ferrocarril de Uruguay que echó a andar en 1867 y que, tras el gran auge primero en manos de capitales británicos y luego del Estado por largos años, sufrió los embates de la dictadura (1973-1984) hasta agonizar en 1988 por decreto del presidente derechista Julio María Sanguinetti. En 2006 comienza una paulatina recuperación por decisión del gobierno izquierdista de Tabaré Vázquez.

UN FOGÓN EN LA NOCHE

La maestra Estela Ibarra nunca podrá olvidar "la odisea que fue traer por la ruta 1 (carretera nacional que une Montevideo con Colonia del Sacramento) los primeros vagones deteriorados. Parecía como si estuvieran filmando una película, con una grúa abriendo la marcha de una caravana como nunca antes se había visto".

La llegada del convoy al Real de San Carlos, el 15 de septiembre de 2004, no fue menos cinematográfica que el traslado, "con un grupo de gente amiga que nos juntamos frente a la Plaza de Toros, en el predio de la abogada Berdini", narra Ibarra a IPS.

"Alrededor de un fogón, nos reunimos a comer unos chorizos y celebrar el comienzo de lo que no sabíamos cómo habría de continuar", añadió.

El gobierno local de entonces no parecía interesado en ayudar a Berdini a cumplir su sueño. En cambio la no gubernamental Asociación Uruguaya de Amigos del Riel le abrió sus puertas y así pudo conseguir el vagón 560, que había tenido en comodato la alcaldía coloniense, y que había quedado abandonado en un parque.

El albañil José Romero, uno de los primeros en participar de los trabajos, comenta a IPS aún con asombro cómo se pudo convertir aquel terreno baldío en "una estación de trenes".

Pero este vecino no fue el único, sino que la idea se transformó en proyecto colectivo. Constructores, carpinteros, vidrieros, lustradores de muebles y maderas se sumaron al desarrollo del lugar.

Esa otra caravana de gente de buena voluntad es la que trabaja en la restauración de antiguos vagones que siguen llegando, así como en la atención a los turistas extranjeros y curiosos de zonas vecinas que se acercan al lugar para indagar y aprender.

También es colectivo el trabajo en el diseño y preparación de un "jardín inglés", similar a aquellos que lucían las estaciones de trenes a fines del siglo XIX, cuando la empresa que regenteaba el Ferrocarril Central abrumada por deudas pidió asistencia financiera a Londres y capitales del imperio británico terminaron adueñándose de todo el paquete accionario y rebautizaron la compañía con el nombre de "Central Uruguay Railway".

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