DDHH-CAMBOYA: Avanza juicio contra líder del Jemer Rojo

Los testimonios del primer juicio internacional contra un importante dirigente del Jemer Rojo concluyeron en la capital de Camboya tras 72 días de declaraciones sobre los 15.000 asesinatos que supervisó al frente del principal centro de torturas del régimen.

Kaing Guek Eav, conocido como el camarada Duch, estuvo sentado plácidamente en el banquillo de los acusados durante el proceso, que comenzó a fines de marzo, mientras la corte sopesaba sus crímenes como director de la prisión de Tuol Sleng, también conocida como S-21, el principal centro de torturas del régimen del Jemer Rojo (1975-1979).

El dirigente es el primero en ser procesado por las Cámaras Extraordinarias en las Cortes de Camboya, un tribunal especial que cuenta con respaldado de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Puede ser condenado a cadena perpetua por crímenes de guerra y contra la humanidad, además de homicidio y tortura

Aunque Duch (pronunciado Doik) se disculpó repetidas veces ante las víctimas, muchos camboyanos no creen que sus expresiones de remordimiento sean auténticas. "Desearía pedir disculpas", dijo a la corte el penúltimo día del juicio, el 16 de este mes. "Desearía buscar el perdón de las familias de las víctimas".

Duch reconoce los cargos de crímenes de guerra y contra la humanidad, pero sostiene que era un simple funcionario en un sistema mucho mayor. Asegura que no tuvo otra opción que cumplir las órdenes de sus superiores para ejecutar a los detenidos de la prisión de Tuol Sleng ("colina del árbol envenenado", en jemer), enviándolos a las campos de muerte de Chhoeung Ek, en las afueras de Phnom Penh.
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"La única forma de sobrevivir era cumplir los deberes que nos asignaban… así que intenté sobrevivir día a día", afirmó Duch al tribunal en la semana final de testimonios.

Duch insiste en que no arrestó, torturó ni mató a nadie personalmente, y declaró al tribunal que aquellos sospechosos de ser "enemigos" de la revolución sencillamente debían morir. Toda persona arrestada era, por defecto, culpable, y la función de las cárceles como S-21 era lograr que confesaran antes de morir.

Muchas personas tienen la esperanza de que el juicio ofrezca cierto alivio y respuestas a los hechos acontecidos en Camboya entre 1975 y 1979. Se estima que las ejecuciones, el hambre y el exceso de trabajo mataron a dos millones de seres humanos durante los cuatro años del régimen.

La fiscalía acusó a Duch de regentear el S-21, uno de los aproximadamente 200 centros de detención que albergaba el país por entonces, con una eficiencia implacable. El testimonio desgarrador de los testigos es un reflejo de los muchos más que estuvieron esclavizados en Camboya.

Bou Meng, de 68 años, contó al tribunal cómo se convirtió en uno de los pocos prisioneros que sobrevivieron al S-21. Como era pintor, Duch lo puso a trabajar pintando enormes retratos propagandísticos del líder del Jemer Rojo, Pol Pot, y de otros dirigentes.

La esposa del ex prisionero, que fuera arrestada con él, desapareció y fue asesinada en el S-21. Bou Meng describió con emoción cómo los interrogadores lo golpearon con palos mientras lo acusaban de espiar para Estados Unidos y la Unión Soviética, cargos comunes en un régimen de creciente paranoia.

"Cada vez que me golpeaban, preguntaban: ‘¿quién te presentó a la CIA (sigla en inglés de la estadounidense Agencia Central de Inteligencia)?’ Siempre respondía lo mismo, que no sabía", dijo Bou Meng al tribunal en julio, llorando.

"No se me ocurría qué errores pude haber cometido. No conocía a nadie de la KGB (los servicios de seguridad soviéticos) ni de la CIA. Ellos no dejaban de pegarme", recordó.

Duch admitió al tribunal que la mayoría de las confesiones, obtenidas mediante golpizas, electrocución y hasta la extracción de las uñas de los pies, no eran auténticas. Varias veces le dijo a los jueces que sólo cumplía órdenes cuando ordenaba las ejecuciones.

"La decisión del Partido era abrumadora. Nadie podía hacerle frente. Yo era un simple miembro del partido. No tenía derecho a protestar", sostuvo ante la corte el 16 de este mes, mientras contaba cómo su cuñado había sido arrestado, torturado y ejecutado bajo sus órdenes.

El daño que provocó el Jemer Rouge no sólo se sintió en Camboya, ya que el juicio mostró las repercusiones de sus asesinatos en el resto del mundo.

El tribunal oyó el testimonio de la ciudadana francesa Martine Lefeuvre, casada con el diplomático camboyano Ouk Keth, cuyo esposo volvió al país en 1977 y fue asesinado en el S-21. También recibió a un deportista de Nueva Zelanda cuyo hermano fue secuestrado de su yate, que se había internado involuntariamente en aguas camboyanas, y finalmente asesinado.

La culpabilidad de Duch no está en duda. Lo que está en juego es la condena que se le aplicará. En Camboya no existe la pena de muerte. Los argumentos finales del juicio se realizarán a fines de noviembre, y se prevé que los jueces anuncien el veredicto en 2010.

La defensa de Duch argumentó que los jueces deben tomar en consideración sus numerosas disculpas y reconocimiento de culpa, y el que haya pasado una década detenido antes del juicio. Aunque sus disculpas sean genuinas o no, el que las haya pronunciado es importante para algunos, como el sobreviviente del S-21, Chum Mey, de 79 años.

Chum Mey le dijo a la corte en junio que el Jemer Rouge mató a cinco de sus hijos. Cuando volvió a su aldea, sólo dos familiares permanecían con vida. A pesar de las torturas que recibió en el S-21, Chum Mey, en un video registrado antes del juicio y presentado por la defensa el día 16, sostuvo que no guarda rencores contra Duch.

"Antes no tenía la libertad de hablar como hago ahora", expresó en el video, grabado en el S-21 en febrero de 2008, cuando Duch volvió a la misma y se disculpó ante la nación, en llanto. "Agradezco a Duch que haya venido a dar testimonio… le pediría que diga la verdad ante el tribunal".

Duch asegura haberlo hecho, aunque existen importantes discrepancias en sus declaraciones con respecto a testigos que dicen haberlo visto torturando o matando. Pero incluso él admite que su salvación personal a través de la muerte de tantos miles de personas es indigna.

"Sí, se puede decir que soy un cobarde", declaró Duch ante la corte.

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