¿Preservación de la memoria histórico-arquitectónica lusitana en el mundo u omisión voluntaria del colonialismo esclavista? La polémica está lanzada, aderezada con los condimentos de posturas irreconciliables sobre el significado del vasto dominio secular portugués allende Europa.
La estatal Radio Televisión Portuguesa (RTP) y la organización "Siete Maravillas Portuguesas en el Mundo", fundada el año pasado para promover un concurso para escoger siete entre 27 vestigios arquitectónicos lusos en 16 países de los tres continentes, son el blanco principal de las críticas de la mayor parte del mundo cultural de este país.
Una irreconciliable división entre expertos y académicos se fue alimentando desde el inicio del proyecto, hasta el anuncio en una fastuosa gala televisada la noche del miércoles, en la celebración del Día de Portugal, del resultado de la votación de las 239.418 personas que manifestaron sus preferencias por Internet o por teléfono.
Las Siete Maravillas escogidas fueron las fortalezas de Diu, en India, y de Mazagão, en Marruecos, la Basílica Bom Jesus de Goa, también en India, la Cidade Velha, en Cabo Verde, la iglesia de São Paulo de Macao, en China, los conventos de São Francisco de Assis da Penitência de Ouro Preto y de São Francisco e Ordem Terceira de Salvador da Baía, ambos en Brasil
En América también se podía votar en Brasil por el fuerte Príncipe da Beira, por los monasterios de São Bento de Olinda y de São Bento do Rio de Janeiro y el Santuario de Bom Jesus de Matosinhos, y en Uruguay por Colónia do Santíssimo Sacramento, actual Colonia del Sacramento.
En África, el elenco contemplaba asimismo el convento Carmo de Luanda, en Angola, Gorgora Nova, en Etiopia, los fuertes São Jorge da Mina de Gana, Safi de Marruecos, Jesús de Mombasa de Kenia, Kilwa de Tanzania e Ilha de Moçambique.
Asia estuvo representada también por las fortalezas de Qal'at al-Bahrain, de Bahrein, de Ormuz, en Irán, y de Mascate, en Omán, la Sé Catedral de Goa, el fuerte Damão Grande y el la Cidade de Baçaim (Vasai), los tres en India, y el centro histórico de Malaca en Malasia.
La portuguesa Ana Lucia Araújo, profesora de la estadounidense Universidad de Howard, promovió una Carta Abierta contra la iniciativa, firmada por 780 destacadas figuras académicas, activistas, estudiantes universitarios e investigadores de varios países de los cinco continentes.
Sus motivos, dijo a IPS, son que "el concurso ignora la historia de la esclavitud y del tráfico atlántico", pese a que "hace más o menos 20 años varios países europeos, americanos y africanos han estado afirmando la memoria dolorosa de este comercio".
Según Voyages-Trans-Atlantic Slave Trade Database (base de datos del tráfico trasatlántico de esclavos), Portugal y posteriormente su ex colonia, el Imperio do Brasil (1822-1889), fueron juntos responsables por casi la mitad de los 12 millones de cautivos transportados desde África a América.
En defensa del concurso salieron en la primera línea Pedro Dias, profesor de historia de arte y cultura lusófona de la Universidad de Coimbra, y el director de la RTP, Luis Marinho, quienes arguyeron que "es interés nacional hacer algo por estos monumentos, para contribuir a la preservación de la memoria histórica colectiva portuguesa".
Según Luís Segadães, coordinador del encuentro, "esta visita al patrimonio de origen portugués en el mundo es hecha con un sentimiento de orgullo y de satisfacción por el legado histórico de nuestro pasado".
Opinión calificada de "perturbadora" por el profesor Boaventura de Sousa Santos, de las universidades de Coimbra y de la estadounidense Wisconsin, un sociólogo de renombre mundial que se ha destacado como uno de los principales dinamizadores del Foro Social Mundial (FSM).
En diálogo con IPS, Sousa Santos sostuvo que "es necesario asumir la historia en toda su complejidad y no sacar de ella las conclusiones que sólo nos convienen", y explicó que las protestas han surgido "en especial entre los investigadores que se dedican al estudio del imperio colonial portugués".
Esta protesta "tiene razones fuertes y la principal es que este concurso implica no solo la historia de Portugal sino también la de los países que estuvieron sujetos al colonialismo portugués", añadió.
En la óptica del sociólogo, el concurso "fue concebido de manera de ocultar precisamente el colonialismo, o sea el contexto social y político en que esos monumentos fueron construidos y el uso que se les dio durante siglos".
El concurso se limita a orientar la mirada hacia la belleza arquitectónica, omitiendo "el sufrimiento increíble de millones de africanos, que entre los siglos XV y XIX sacrificaron su vida para que muchos de esos monumentos tuviesen vida" en ambos lados del océano Atlántico.
Sousa Santos sostuvo que este concurso es "del mundo de los negocios y del mediático y los criterios por los que se pauta ese mundo poco o nada tienen que ver con la búsqueda de la verdad y de la justicia y más bien en este caso, tienen que ver con los lucros que pueden ser obtenidos con la explotación de la historia".
Lo que no se menciona es que "Portugal fue participante activo en el tráfico de esclavos, la mayor deportación de la historia de la humanidad", enfatizó.
Añadió que, "si tomamos en cuenta que por cada esclavo que llegó a América cinco murieron en los procesos de captura, en el transporte del interior para los almacenes, algunos de ellos p5recisamente los monumentos de hoy, durante el cautiverio en espera de transporte o en el viaje. Estamos hablando de 90 millones de personas".
¿No serán estas construcciones en realidad un monumento al colonialismo portugués?, se interroga el profesor de Coimbra y Wisconsin al opinar que "los monumentos deben ser respetados y recuperados para que nos muestren la historia, no para ocultarla".
Por ese motivo, "nadie se imagina que se promueva una visita a Auschwitz (el campo de concentración nazi en Polonia) sólo para conocer a arquitectura carcelaria modernista de Alemania", concluyó.
No obstante las dificultades y el debate político, "desde hace unos 10 años que la historia del pasado esclavista y del comercio atlántico pasaron a formar parte de la memoria pública de muchos países en los tres continentes que circundan el océano Atlántico", afirmó por su parte Araújo.
Recordó que en 1992, en la Casa de los Esclavos en la isla de Gorée, en Senegal, el papa Juan Pablo II se disculpó "por el papel desempeñado por la Iglesia Católica" en el comercio de seres humanos, y también que en 2001 "Francia fue el primer país que reconoció la esclavitud y el tráfico atlántico como crímenes contra la humanidad".
Citó a los ex presidentes estadounidenses Bill Clinton (1993-2001) y George W. Bush (2001-2009) y al actual de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, "que condenaron públicamente la participación en el pasado de sus países en el comercio atlántico de africanos esclavizados" y en 2007, "Tony Blair (primer ministro entre 1997 y 2007) expresó públicamente su profundo pesar por el papel de Gran Bretaña" en ese tráfico.
Contradiciendo esta línea de pensamiento, "en pleno 2009, el gobierno de Portugal e instituciones portuguesas como la Universidad de Coimbra, escogieron un camino opuesto", lamentó.
Sobre São Jorge da Mina (Elmina), erigido por los portugueses en 1482 en Gana, la Cidade Velha en Cabo Verde y la Ilha de Mozambique, "la organización del concurso optó por omitir el uso de esos lugares para el comercio de esclavos".
"En el texto describiendo el castillo de São Jorge da Mina se llegó al extremo de afirmar que ese lugar fue una fortaleza-emporio de esclavos sólo a partir de la ocupación holandesa, en 1637", deploró Araújo.
Elmina es hoy un museo que retrata la historia del tráfico, un lugar visitado por miles de turistas de todo el mundo, entre los cuales muchos africanos "que allí prestan homenaje a sus ancestros", mientras el gobierno portugués y los organizadores del concurso "ignoraron el dolor de aquellos que tuvieron a sus antepasados capturados en esas fortalezas-emporios y que muchas veces allí morían", puntualizó.
"¿Será posible desvincular la arquitectura de esas construcciones al papel que tuvieron en el pasado y que todavía tienen en el presente, como lugares de memoria de la inmensa tragedia que representó el tráfico trasatlántico y la esclavitud africana en las colonias europeas?", interroga la catedrática.
A modo de conclusión, Araújo exhortó a "repudiar que esa historia sea banalizada y apagada en favor de la exaltación de un pasado portugués glorioso, patentado en la presunta "belleza" arquitectónica de esos lugares de muerte y tragedia".