Para algo sirvió el escarmiento de 1929, cree el experimentado embajador brasileño Marcos Azambuja, confiado en que la actual ola de proteccionismo, generada por la crisis económica global, no alcanzará la intensidad que tuvo en 1930 ni tendrá sus consecuencias trágicas, como la Segunda Guerra Mundial.
Cuando el Estado vuelve a tener un papel central en la economía, concediendo préstamos, nacionalizando bancos y empresas, la "tendencia natural" es proteger la producción nacional, como lo hace la cláusula "compre estadounidense", admitió el diplomático jubilado, que fue vicecanciller y embajador en Argentina y Francia.
Esa cláusula, insertada por el Senado de Estados Unidos en el plan de recuperación económica de ese país, y firmada el 16 de este mes por el presidente Barack Obama, establece que en las obras públicas financiadas por el programa anticrisis solo se usará acero, hierro y manufacturas de producción nacional.
La cancillería brasileña estudia presentar una queja ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) por posible pérdida de exportaciones. Pero la iniciativa no entusiasma a los principales interesados. Al Instituto Brasileño de Siderurgia (IBS), que representa a las industrias del acero, le preocupa más el mercado interno, también en baja.
Es "legítimo en un momento de crisis" que los poderes Ejecutivo y Legislativo de Estados Unidos prioricen "compras de materias primas y productos nacionales", si respetan las reglas de la OMC, reconoció el vicepresidente ejecutivo de IBS, Marco Polo Lopes.
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Su preocupación es que el mercado brasileño no sufra "importaciones depredadoras, oportunistas y desleales", cuando la crisis agrave "el proteccionismo y las desviaciones del comercio". En realidad, el IBS estima que el "compre estadounidense" afectaría una parcela mínima de las exportaciones de acero brasileño.
Además, una de las mayores siderúrgicas brasileñas, el Grupo Gerdau, será ampliamente beneficiada porque tiene muchas fábricas en Estados Unidos, instaladas o adquiridas de otras empresas en los últimos años.
Las grandes compañías brasileñas "aprendieron que es mejor estar dentro de los grandes mercados" para evitar sus barreras arancelarias y no arancelarias, comentó Azambuja a IPS.
El problema es que el empleo también se va a otro país. Y la crisis, al provocar despidos, exacerba el sentimiento de que "el empleo nacional es mejor", dificultando la percepción de que "cercenar el comercio internacional produce menos circulación de riquezas, menos crecimiento y por ende menos empleos", evaluó el embajador.
Las presiones proteccionistas son usuales en las crisis que hacen sufrir a la gente, y "los perjudicados son siempre más activos" que los beneficiados en los procesos económicos, coincidió el argentino Alberto de las Carreras, profesor de la Universidad del CEMA (Centro de Estudios Macroeconómicos) y experto en comercio internacional.
La experiencia mundial indica que es más conveniente soportar la tentación, y el mundo conoce los riesgos del proteccionismo agudo, por eso "ojalá los gobiernos puedan resistir las presiones", dijo a IPS.
En su evaluación, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva "dio una gran lección" al haber revocado el 28 de enero las licencias que traban importaciones, adoptadas dos días antes por sus ministros para productos de 24 sectores. Lula demostró irritación ante la medida, que contradecía sus duras críticas a la ola proteccionista.
La iniciativa ministerial fue inoportuna también porque Brasil trata de convencer a sus socios argentinos de renunciar a la misma restricción que afecta exportaciones brasileñas.
Argentina discrepa de la actitud de Lula, y ha tomado un camino proteccionista, según De las Carreras. Otra medida que adoptó Buenos Aires, la imposición de precios indicativos en las importaciones, viola las normas internacionales y afecta al Mercosur (Mercado Común del Sur, bloque de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) en un pésimo momento, acotó.
En las negociaciones ministeriales del martes 17 en Brasilia el gobierno argentino no solo reafirmó el mantenimiento de sus barreras, sino que propuso a los brasileños restricciones conjuntas a importaciones de fuera del Mercosur.
"Confío en que Brasil pueda convencer a Argentina de no acentuar su proteccionismo" ante presiones de sindicatos y sectores empresariales, comentó De las Carreras. El argumento del gran desequilibrio comercial con Brasil u otros países no es válido, porque Argentina tiene un gran superávit con Chile y no todos los intercambios bilaterales tienen que ser equilibrados, arguyó.
La ola proteccionista, sin embargo, se disemina por el mundo y parece inevitable. Francia, por ejemplo, concedió ayuda subsidiada a la industria automovilística limitada a la producción nacional. En este caso hubo protestas de sus socios, perjudicados por la medida, que puede llevar a un arbitraje dentro del mismo bloque de la Unión Europea.
El futuro inmediato es incierto, pero la adopción de políticas keynesianas, de inyección de abultados fondos estatales en la economía, "modera" las tendencias proteccionistas y "canaliza los esfuerzos hacia la reconversión para reanudar el crecimiento económico", espera el profesor argentino.
Perplejidad es lo que manifiesta Pedro Camargo Neto, presidente de la Asociación Brasileña de Exportadores de Carne Porcina, que en los años 2001 y 2002, como secretario de Producción y Comercialización del Ministerio de Agricultura, promovió las acciones brasileñas en la OMC que condenaron los subsidios estadounidenses y europeos al algodón y al azúcar, respectivamente.
En este momento no todos los subsidios o medidas de protección son negativos, porque es clave evitar o minimizar la recesión, que no haya depresión económica, que "nadie quiere" porque sería muy perjudicial para todos, arguyó.
La crítica a la cláusula "compre estadounidense" es políticamente válida para que no haya abusos, pero no es el sector privado el que está pidiendo cuestionarla en la OMC, observó, reconociendo que la cancillería puede tener un análisis más profundo para justificar su iniciativa.
Una medida más grave, que afecta a la ganadería brasileña, fue adoptada por Rusia, que "cambió las reglas" y redujo las cuotas de importación de carnes de éste y otros países en 50.000 toneladas anuales, para transferirlas a Estados Unidos, destacó Camargo. Ni siquiera es proteccionismo ni hubo justificaciones, acotó.
En la crisis actual, las caídas de demanda y producción más brutales afectan a la industria, mientras el sector agrícola parece sufrir menos, porque todos tienen que alimentarse.
Pero la industria cuenta con la flexibilidad de recortar su producción y costos inmediatamente, y la agricultura no, después de sembrar hay que seguir "hasta el final", incluso endeudándose cuando los precios están bajos y falta el crédito, lamentó.