BRASIL: Cineastas descubren la música social

La música no salvó a Thiago, que volvió a las drogas y fue asesinado. El documental «Contratempo», codirigido por la conocida actriz de telenovelas Malú Mader, está dedicado a él y se inserta en una corriente del cine brasileño con el foco en la música.

En éste, como en otros filmes incluso de ficción, se trata de divulgar proyectos no gubernamentales en los que la música aparece como solución para graves problemas sociales del país, como la exclusión económica, la criminalidad y la enseñanza incompetente.

El primer largometraje de Mader, codirigido por Mini Kerti, más experimentada como cineasta, cuenta la historia de varios jóvenes muy pobres que descubrieron nuevas perspectivas de vida en el Proyecto Villa-Lobinhos que enseña música clásica y popular a niños y adolescentes, con los cuales se formó una reconocida orquesta sinfónica.

Thiago, uno de los primeros becarios, abre el filme contando con orgullo cómo fue uno de los seleccionados entre 300 candidatos para tomar clases de cavaquinho, instrumento brasileño pariente de la mandolina, con la forma de una pequeña guitarra española. Luego se interesó por la percusión, pero abandonó el proyecto.

Al final de la película, el joven aparece como percusionista en una presentación de la orquesta, después de un emocionante y franco testimonio en el que confiesa su drogadicción, que le costó tres internaciones en clínicas de desintoxicación y amenazas de narcotraficantes por deudas de cocaína y marihuana que compraba en la favela donde vivía, Morro do Juramento, en la zona norte de Río de Janeiro.
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Aún adolescente, Thiago dice que confía en superar su dependencia, que se siente mejor y ya es capaz de "abrazar y besar" a su madre, que se esforzó por salvarlo. Al final, un cartel informa que murió asesinado y que a él se dedica el filme.

Esta excepción trágica evita que "Contratempo" se convierta en una alabanza sin crítica de los proyectos musicales y de otras artes, que se multiplicaron en Brasil en las últimas décadas como instrumentos de inclusión social y rescate de niños en riesgo de marginación y reclutamiento delictivo.

Esas iniciativas son efectivas, comprueban otros jóvenes que protagonizan el documental y cuyas vidas fueron transformadas, pero tienen límites, no cambian el contexto de pobreza, desigualdad y violencia en el que sobreviven millones de niñas, niños y jóvenes brasileños.

Un dato biográfico común a casi todos los personajes de "Contratempo" es que no conocen a sus padres y viven en favelas extremadamente hacinadas, en medio de tiroteos, alimentando el deseo de "cambiar de vida" con la música y comprarse una vivienda fuera de ese vecindario pobre.

Una excepción a la paternidad ausente son los gemelos Wagner y Walter, cuyo padre Jonas, un luthier, ofreció condiciones para que ellos se convirtieran en violinistas. Además, un profesor universitario formó con ellos y otros jóvenes la Orquesta Grota do Surucucu, nombre del barrio pobre donde viven en Niterói, ciudad cercana a Río.

Los gemelos, también becarios de Villa-Lobinhos, son los ejemplos más exitosos, fueron a estudiar música a una universidad de Estados Unidos, después de participar en un espectáculo en Nueva York con su banda de la Grota y presentarse en otros países, como Belice. Tenían 21 años cuando fueron filmados, en 2007.

Un testimonio también conmovedor es el de Marcela, adolescente que se atrevió a tocar el violonchelo, demasiado grande para sus manos pequeñas. Su pasión por el instrumento se consolidó cuando perdió a su hermano, asesinado, y el violonchelo se volvió su consuelo, el compañero "de 24 horas".

El mundo de los becarios de Villa-Lobinhos se refleja bien en el caso de Serizak, abandonado en un orfanato luego de nacer, adoptado por una pareja francesa y llevado a Francia, donde vivió 10 años. De regreso a Brasil, el padre se volvió alcohólico y agresivo hasta que lo dejó en otro orfanato.

Su suerte fue aprender a tocar el cavaquinho, que le proporcionó la beca y amigos con los que formó una banda de choro, género musical brasileño de fines del siglo XIX. Las presentaciones del grupo les dan algún ingreso, así como el servicio de Internet que él y dos amigos establecieron en Dona Marta, una favela enclavada en Botafogo, un barrio carioca de clase media.

No todos los protagonistas de "Contratempo" siguieron la carrera musical. Algunos son hoy monitores del Instituto Villa-Lobinhos, como Marcela, otros dejaron la música y se dedicaron a otros estudios o a trabajos de baja calificación, a la que usualmente están condenados los hijos de la pobreza.

El Instituto y el proyecto llevan ese nombre en homenaje a Héitor Villa-Lobos, el mayor compositor de música erudita de este país, que innovó introduciéndole muchos elementos nacionales.

Malú Mader, que se dice una "música frustrada", pretende sumar la carrera de directora y guionista a la de actriz exitosa. Su próximo proyecto es un filme de ficción, en el que quiere incluir mucho de su vida, siguiendo el ejemplo de Woody Allen. Su esposo, Tony Bellotto, es un guitarrista de rock y autor de novelas policiales que ya fueron adaptadas al cine.

La taquilla de "Contratempo", sin embargo, no estimula a la nueva cineasta. Pocas salas exhiben el filme estrenado el 13 de este mes, y los espectadores difícilmente alcanzan una decena en cada sesión.

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