Cuando Odaly Aroche salió de las montañas de Topes de Collantes, en el centro de Cuba, para conocer la experiencia de otras mujeres campesinas como ella en San Andrés, unos 380 kilómetros al oeste de su casa, en el vecindario le dijeron que estaba loca, pero ella no se amilanó.
Más de un año después de aquel primer viaje, Aroche se ha convertido en una líder de su comunidad, donde se ha ganado la admiración del vecindario por sus ideas renovadoras para mejorar las condiciones económicas y ambientales de esa zona rural, abierta definitivamente a la innovación agropecuaria.
Esta mujer de 42 años se incorporó al Programa de Innovación Agropecuaria Local (PIAL) mediante un experimento de cultivo de papa, propuesto por especialistas del Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA).
"Acepté sin contar con mi esposo", recuerda Aroche. "Él me dijo que sería difícil, pero sembramos 42 variedades de papa y después hicimos una feria de diversidad en mi casa, en la que los campesinos seleccionaron las de su gusto", relató a IPS.
El PIAL es un proyecto iniciado por el INCA en 2000, con el objetivo de "fortalecer un sistema de innovación agropecuaria que reconozca e incorpore la contribución y capacidad de los productores en la generación de beneficios económicos, sociales y ambientales para la sociedad, que promuevan la agro-diversidad como estrategia a favor de la seguridad y soberanía alimentaria en el contexto cubano".
Hasta el momento ese programa ha beneficiado a 50.000 personas en nueve de las 14 provincias de Cuba. En cada territorio funciona mediante los Centros de Innovación Agropecuaria Local (CLIA), que conforman redes de actores locales interesados en la innovación agropecuaria, en las cuales los productores son el núcleo.
Tras pasar un curso organizado por el PIAL, Aroche presentó un proyecto sobre conservación de suelos, porque en Topes de Collantes "están muy desgastados". Esa iniciativa ganó una micro beca, que le facilitó el financiamiento mínimo para involucrar a otras personas y desarrollar trabajos contra la erosión en las fincas de la región.
Según estadísticas del Instituto de Suelos, cerca de la mitad de la tierra cubana es muy poco productiva. El área agrícola está afectada por factores como la erosión, el drenaje deficiente, la baja retención de humedad y el escaso contenido de materia orgánica.
"Ahora estoy trabajando en la conservación de hortalizas, a partir de lo que aprendí con Zoyla y María", indicó Aroche, quien convenció a varios campesinos de la utilidad de sembrar vegetales, además del tradicional tomate, con la promesa de llevarles una especialista en la conservación de estos alimentos.
Zoyla Placencia y María Valido, dos campesinas de San Andrés, fueron las pioneras en la incorporación de las mujeres al PIAL, como parte de la perspectiva de género presente en sus cinco ejes de trabajo: capacitación y comunicación, investigación, producción animal, diversificación de semillas y manejo agrícola integrado.
"El proyecto para mí fue la luz", confesó Placencia en una de las sesiones de la segunda Plataforma Nacional del PIAL, efectuada entre el 13 y el 15 de este mes.
Placencia, de 42 años, es ahora presidenta de una Cooperativa de Créditos y Servicios, que integran 48 hombres y sólo dos mujeres.
"Hay que generar un movimiento de participación de las mujeres", afirmó Graciela Morales, oficial nacional de programa de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (Cosude), al intervenir en uno de los debates de la Plataforma.
Morales advirtió sobre el peligro de "hacer de los liderazgos femeninos las conquistas de género" del PIAL, y abogó por "legitimar un cambio en el modelo de familia".
Las mujeres del campo representan poco más de 11 por ciento de los 11,2 millones de habitantes de esta isla, y 47 por ciento de las personas que moran en áreas rurales. A nivel nacional representan 65,6 por ciento de la fuerza técnica y profesional.
"Los campesinos estaban bobeando, pero ahora creen que les he llevado buenas ideas y hasta me eligieron para presentar el próximo proyecto de una micro beca", señaló Aroche. "Las campesinas dicen que ellas se sumarán a la conservación de alimentos, porque eso va a mejorar sus vidas", afirmó.
En su fase actual, el PIAL cuenta con el apoyo de Cosude y de la no gubernamental Agro Acción Alemana. Además, ha tenido el respaldo de universidades, institutos de investigación, otras organizaciones no gubernamentales cubanas e internacionales, agencias de cooperación y autoridades del sector agropecuario y ambiental.
"Pensábamos que el trabajo de campo era sólo para hombres y eso es un cuento", reconoció Humberto Ríos, director del PIAL. "Las mujeres son las más interesadas en la innovación, sería injusto no darles un espacio protagónico", apuntó al hablar en la Plataforma.
"Si el PIAL no trabaja con las familias no se sostiene", aseveró Ríos, de 46 años, quien se manifestó a favor de extender la idea de "familias innovadoras".
En poco tiempo, el PIAL ha conseguido resultados notables en las zonas donde se ha implementado. El incremento exponencial de los rendimientos agrícolas y pecuarios, la diversificación de especies vegetales y el uso de abonos verdes constituyen experiencias exitosas en un sector necesitado de un urgente salto productivo.
En 2008, Cuba gastó 839,6 millones de dólares más en alimentos que lo invertido el año anterior, según el Ministerio de Economía. La rama agropecuaria, duramente afectada por los ciclones, apenas creció 1,6 por ciento, muy por debajo del 18,8 por ciento alcanzado en 2007.
En su casa en los altos parajes de Topes de Collante, Aroche prepara su próxima iniciativa: la cría de gallinas montañesas. Ya sabe a quién comprarle los huevos para los pie de cría y ha persuadido al campesinado de la zona de lo promisorio de esta idea. En su vida la innovación agropecuaria ya es como el café de cada día.