En pleno siglo XXI, millones de seres humanos no tienen alternativa a convertirse en víctimas de graves violaciones a sus derechos más elementales, o a ser sorprendidos por el fuego cruzado de las guerras.
Con esta denuncia como telón de fondo, el Consejo Portugués para los Refugiados (CPR) celebró entre el jueves y este viernes su VIII Congreso Internacional destinado a crear un espacio de diálogo para el intercambio de ideas y experiencias entre los actores ligados a las cuestiones de asilo a los perseguidos del planeta.
Los refugiados, "al no contar con su país de origen para que los pueda o los quiera proteger" se convierten forzosamente en "ciudadanos globales, ciudadanos del mundo", dijo a IPS la presidenta del CPR y anfitriona del encuentro, María Teresa Tito de Morais.
El congreso internacional contó con el aval y la participación del alcalde de Lisboa, Antonio Costa, y de destacados dirigentes de organizaciones de todo el mundo dedicadas a la problemática de los refugiados, así como testimonios de víctimas de persecuciones procedentes de Colombia, República Democrática del Congo y Birmania.
Participaron la alta comisionada adjunta de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), Erika Feller, la periodista italiana Laura Boldrini, portavoz de esa organización, la francesa Prisca Orsenneau, de Reporteros Sin Fronteras, el ministro portugués de Interior, Rui Pereira, y Brigitte Degen, jefa del Programa de la Comisión Europea Contra la Discriminación.
Un capítulo destacado del congreso fue dedicado a las reflexiones sobre "La ética periodística y la problemática de los refugiados", un panel moderado por Otilia Leitão, presidenta de la comisión de ética del sindicato de periodistas portugueses.
En la tribuna se ubicaron Boldrini, Orsenneau y la portuguesa Clara Ferreira Alves, una destacada escritora y analista, que ha dedicado dos décadas a informar sobre los refugiados palestinos.
Boldrini exhortó a los periodistas a recurrir a "una terminología apropiada" y a "evitar la difamación que significa colocar en una misma página de periódico temas como ataques terroristas y refugiados, sugiriendo al lector que asocie esos temas".
"Lo único que pedimos a los reporteros es usar el sentido común, o cuando sea necesario consultar expertos, porque sabemos en qué medida pueden influir en la opinión pública", sentenció la periodista italiana.
Ferreira Alves explicó que en el caso del Medio Oriente, "los grandes enemigos de los periodistas que cubren el mundo árabe son la ignorancia, el preconcepto y la indiferencia", problemas que, según la analista, "comparten con vastos sectores de la opinión pública mundial".
Si bien en los campos de refugiados palestinos la Organización de las Naciones Unidas (ONU) está presente, "en lugares como la frontera entre Iraq y Siria, no hay ninguna organización internacional y allí la miseria humana es tal que muchas madres se deben prostituir para garantizar la supervivencia de sus hijas e hijos", acusó la escritora.
Orsenneau, en cambio, se refirió a varios casos de periodistas perseguidos en sus países que han debido asumir la condición de refugiados.
En 2007, el mundo registró la muerte de 86 reporteros y "en este momento, hay 130 periodistas presos por el 'delito' de transmitir una información que no fue del agrado de los gobiernos de sus países, y otros tantos que han debido refugiarse en el extranjero", dijo.
Al hacer un breve comentario sobre las intervenciones de sus tres colegas, Leitão recordó que muchos medios informativos no sólo asocian a los refugiados con temas policiales, "sino también con frecuencia se colocan asuntos relacionados con la inmigración en páginas sobre crímenes y terrorismo".
El alcalde Costa recordó la importancia "y el imperativo ético de recibir a niños y niñas refugiadas, en especial ahora que se registra un aumento notorio de requerimientos de asilos infantiles no acompañados por adultos".
Tito de Morais explicó a IPS que este tipo de iniciativas internacionales se producen "también porque el mundo necesita de una sociedad civil abierta e interventora" que responda al desafío de "la protección de grupos vulnerables contra la discriminación".
Los aspectos comunes de las intervenciones fueron la necesidad de volver a centrar el derecho de asilo en el marco de los derechos humanos y la cuestión de que los refugiados constituyen un problema y una responsabilidad de carácter global.
La presidenta del CPR recordó que estos apátridas obligados "han sido forzados a abandonar sus países de origen, se ven desprovistos de su ciudadanía y del reconocimiento de sus derechos más básicos".
La ley y las instituciones internacionales, así como los Estados, se han comprometido al reconocimiento de una ciudadanía internacional que permitiría a los refugiados "ejercer finalmente sus derechos fundamentales", agregó.
Sin embargo, ¿hasta qué punto podrá el sistema internacional sustituir la ciudadanía nacional, permitiéndonos hablar de ciudadanos del mundo?", se interrogó.
De acuerdo a Tito de Morais, varias fragilidades ensombrecen ese concepto de ciudadanía global.
Pese a que han existido algunas tentativas, en especial promovidas por la Unión Africana y países de América Latina, "la arquitectura de protección internacional se basa en una definición de refugiado que algunos Estados han optado por interpretar de forma injustificadamente restrictiva".
El mayor desafío al concepto de ciudadanía global "reside en la solución de la situación de los refugiados a largo plazo, que se encuentran en un estado de indefinición duradero y cuyas vidas puede que no estén en riesgo, pero sus derechos básicos y necesidades económicas, sociales y sicológicas están por resolver", aseveró.
Estas personas, "después de vivir por años en campos en el exilio, sin poder regresar a casa, son olvidadas por la opinión pública y por la comunidad internacional", acotó.
Es lamentable que "varios Estados mantengan una actitud de contención en el contexto de las políticas públicas de acogimiento", debido a la asociación articulada "entre refugiados, protección internacional y seguridad".
La mirada dominante del mundo globalizado "encara los flujos de personas de la periferia hacia el centro como una amenaza para la estabilidad de nuestras sociedades, que hay que contener a toda costa", concluyó la presidenta del CPR.