SIDA: Entre la Aldea Global y el gueto

Tratar con las personas transgénero puede ser confuso. Incluso los organizadores de la XVII Conferencia Internacional sobre el Sida que se realiza en México no lograron brindar al tercer género cuartos de baño separados.

"Fui al retrete masculino sólo para que me dijeran que debía ir al femenino, donde nuevamente me indicaron que volviera al de hombres", dijo indignada a IPS Agniva Lahiri, de 28 años, en la Aldea Global, el lugar más animado de todo el Centro Banamex, donde se lleva a cabo la conferencia que comenzó el domingo y termina este viernes.

Lahiri declaró que su "identidad política es transgénero" y "no gay". Ella es un hombre que tiene sexo con hombres y tiene un compañero masculino, pero asume un rol pasivo en la relación. Sin embargo, se niega a hacer el trabajo doméstico en su hogar de Mumbai.

Lahiri admitió que las cosas están cambiando en las conferencias internacionales. En la última década ha estado en cinco. "La visibilidad de los transgénero es mucho mejor aquí que en las previas", insistió.

Susan López, de la estadounidense Desiree Alliance, elogió la conferencia de modo similar. "Las trabajadoras sexuales son muy visibles y sin duda hay muchas más sesiones en torno a sus temas que en el pasado", dijo.
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Ex stripper, López se describe a sí misma como trabajadora sexual, y dice que extraña "terriblemente" su actividad.

De hecho, por primera vez en la historia de la conferencia sobre sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), una sesión plenaria tuvo a una trabajadora sexual como oradora.

"Éste es un gran logro", dijo la argentina Elena Reynaga, de RedTraSex (Red de Trabajadoras Sexuales de América Latina y el Caribe), haciendo un conmovedor alegato por el pleno reconocimiento del trabajo sexual y los derechos de quienes lo ejercen.

Reynaga señaló que no puede ignorarse la contribución de las trabajadoras sexuales en la respuesta cada vez más efectiva a la pandemia del VIH. Citó el ejemplo de Kolkata, donde un fuerte movimiento de trabajadoras sexuales del área de prostíbulos de Songachi ayudó a aumentar el uso de condones de apenas 1,1 por ciento en 1992 a 90 por ciento en 1998.

"Ellas lucharon por su salud abogando para que el trabajo sexual fuera reconocido como legítimo y defendiendo los derechos humanos de las trabajadoras sexuales", dijo Reynaga.

Destacó que se da financiamiento sin comprender las "necesidades reales" de quienes realizan trabajos sexuales. "En muchas partes del mundo, los trabajadores sexuales ni siquiera tienen acceso a elementos básicos como suficientes condones masculinos y femeninos", planteó.

También señaló las épocas en que el financiamiento se brindaba con condiciones. "¿Cómo piensan ustedes que las trabajadoras sexuales pueden usar ABC (siglas en inglés de abstinencia, fidelidad y condones) como una herramienta efectiva para prevenir el VIH? Es una afrenta a nuestro trabajo. La única letra que nos resulta útil es la C", expresó.

Pero hay personas como Janaki Vidanapathirana, una médica comunitaria de Sri Lanka, que están desconcertadas por el hecho de que se preste tanta atención al trabajo sexual.

"Nadie en su fuero íntimo quiere ingresar a esta actividad. ¡Hablan de esto como si estuviera todo bien!", dijo.

Aunque cree que las trabajadoras sexuales deberían recibir tratamiento y cuidados y que se debería diseñar programas preventivos para ellas, dado que es su derecho, se pregunta por qué "la gente aquí no es capaz de hallar la raíz de por qué las personas están vendiendo sexo", que es "la pobreza y sólo la pobreza".

Para Vidanapathirana, los expertos hablan sobre cambio de comportamiento. Pero la "acción universal ahora", que es el tema de la conferencia, también debería incluir un desarrollo del comportamiento. Tienen que hablarles a quienes aún no se dedican a la profesión de vender sexo pero que debido a la pobreza extrema son vulnerables a ingresar en esta actividad.

"¿Por qué no hablan más de educación, de asuntos relativos al sustento y el empoderamiento económico, para que ellas abandonen este trabajo", preguntó.

Pero Vidanapathirana no ha conocido a López, quien enfatiza que la gente debe entender "algunas de nosotras hemos elegido esto como nuestra profesión por nuestra libre voluntad".

Bhanu Buduk, de 23 años, es dalit ("intocable", una de las castas más bajas en India) y transgénero, y se gana la vida bailando en casamientos.

"No podemos hallar trabajo, así que hacemos esto. No sólo nos pagan mal, sino que además enfrentamos un acoso extremo, de la policía, de nuestros clientes e incluso, a veces, de nuestros amos. Cuando nos violan y lo reportamos, la policía nos pregunta cómo pueden violarnos si somos hombres", relató.

Lahiri viene trabajando con este grupo para "reducir la violencia" en su trabajo. "Estas bailarinas pueden ofrecer sus servicios, a veces, a una docena de hombres en una sola noche, y si no pueden tener un desempeño suficientemente bueno las golpean y someten a ataques sádicos", explicó.

Algo similar ocurre en Estados Unidos, donde, según López, cuando una prostituta es hallada muerta, los archivos policiales son señalados con las letras NHI (siglas en inglés de "ningún humano involucrado").

"Somos consideradas basura, menos que seres humanos", lamentó.

"El año pasado, una stripper de Irvine, en (el occidental estado estadounidense de) California, fue violada pero perdió la causa judicial porque el juez le dijo que ella era abiertamente sexual y había obtenido lo que quería", contó López.

En otro caso, una prostituta fue violada por una pandilla y la jueza del caso dijo que era "robo de servicio y no violación", dijo.

López cataloga a la Aldea Global como "un gueto donde todos nosotros estamos recluidos", y agregó: "A las compañías farmacéuticas les han pagado para mantenernos fuera de allí".

De todos modos, es el lugar donde los expertos y líderes que luchan por un mundo sin sida pueden hallar respuestas a los problemas sobre los que debaten dentro de habitaciones cerradas y asépticas.

En la Aldea Global se pueden encontrar ejemplos gráficos de prácticas sexuales entre hombres y maneras de ponerse un condón, ya sea masculino o femenino. Hay mujeres haciendo el "baile del caño" o " barra americana" y preservativos por todas partes, en un despliegue de colores y formas. Aquí pocos tienen tiempo para oír lo que los expertos tienen que decir o el constante intercambio de información sobre la epidemia y su prevención.

Un desfile de modas organizado por Davida, una organización brasileña de trabajadoras sexuales, fue un éxito enorme y también congregó a multitudes. Redes, pieles, cueros y encajes, besos al aire, poses sugerentes y condones hechos estallar. Todo formó parte del espectáculo.

"Queremos mostrarle al mundo que las trabajadoras sexuales no somos víctimas y queremos nuestros derechos. Tengo un rostro y no estoy avergonzada de mi trabajo ", dijo Gabriella.

"Quiero más respeto de la gente", expresó Carmen, de 40 años, quien se ha desempeñado como trabajadora sexual comercial durante los últimos 24 años.

"¡Grandioso, espectacular!", es como Palo Gomex, "drag queen" (hombre que se viste y caracteriza como mujer de modo exagerado) de 44 años y VIH positivo, calificó al show en el que también participó.

"Ojalá Peter Piot, director ejecutivo del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (Onusida), pasara tiempo con nosotros", dijo Tara Anne Sawyer, una transexual de Estados Unidos.

Sawyer también se mostró disconforme por la aparición más bien breve del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, en la inauguración oficial de la Aldea Global.

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