SALUD: Algo más que combatir enfermedades

La agenda mundial de salud se concentra en el tratamiento de enfermedades y, de no atender otras aristas del problema, como la desnutrición y las insuficiencias de infraestructura, ese enfoque podría resultar contraproducente, según expertos.

A fines del mes pasado, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, firmó un paquete que triplicará en los próximos cinco años el gasto de su país para la lucha contra el sida, el paludismo (malaria) y la tuberculosis en los países pobres, a 48.000 millones de dólares.

El denominado Plan de Emergencia Presidencial para el Alivio del Sida se remonta a 2003, y ayudó a comprar grandes cantidades de medicamentos antirretrovirales para más de 1,4 millones de portadores del virus que causa el sida (VIH).

La intención de la nueva inyección de dinero es que este Plan de Emergencia alcance a tres millones de portadores para 2015.

Éste es el tipo de modelo que define en la actualidad la agenda mundial de salud, advierten expertos estadounidenses.
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Estados Unidos no está solo. El Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, con sede en Ginebra, financia el tratamiento de alrededor de 1,4 millones de personas.

Tanto la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como el Grupo de los Ocho países más poderosos del mundo han declarado su apoyo al principio de acceso universal a los medicamentos antirretrovirales para quien los necesite.

La lucha contra el sida y otras enfermedades destacadas es, además, el leit motiv de uno de los Objetivos de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio.

De todos modos, y a pesar de las sumas masivas de dinero que mueve, la agenda mundial de salud está aún en su infancia y es objeto de intenso debate, indican expertos.

Ruth White, profesora de sociología y antropología en la Universidad de Seattle y activista humanitaria, dijo que el enfoque actual concentrado en el tratamiento de las enfermedades, es, en cierto modo, contraproducente.

"Resulta peligroso porque desvía recursos que deberían ampliarse a otros sectores para tener un impacto más general en la salud, en lugar de concentrarse en los esfuerzos hacia quienes tienen una enfermedad ignorando a los que tienen otras", explicó White.

"La nutrición básica puede ayudar a brindar la inmunidad que permita impedir o reducir los efectos del paludismo, el sida y la tuberculosis. Cuando una persona está desnutrida, tiende a no ser saludable y es más susceptible a contraer esas enfermedades", agregó..

White no es la única voz en Seattle que suele referirse a la salud mundial, ni mucho menos.

Esta ciudad del noroccidente estadounidense es sede de la principal iniciativa privada del planeta dedicada al asunto, la Fundación Bill y Melinda Gates, que emplea a más de 620 personas, está dotada de unos 65.000 millones de dólares y ya ha aportado 16.500 millones a diversos proyectos desde su creación en 2000.

Bill Gates estableció el VIH/sida como la prioridad de su fundación, la cual ha asignado enormes sumas de dinero en proyectos de lucha contra la enfermedad en África subsahariana, la región más afectada del planeta.

Pero el diario estadounidense Los Angeles Times acotó que el enfoque estricto de la Fundación en enfermedades de alta visibilidad, especialmente en el VIH/sida, tiene consecuencias problemáticas.

El periódico informó que los criterios de la Fundación llevaron a quienes reciben sus donaciones a demandar la contratación de personal de salud altamente especializado, lo cual redujo el dedicado a la atención médica básica.

Además, los proyectos financiados por la Fundación dejan de lado necesidades básicas como la nutrición y el transporte, según el reporte de Los Angeles Times.

En muchas ocasiones, los portadores vomitan los antirretrovirales que reciben gratuitamente debido a la desnutrición, y otros carecen de dinero necesario para trasladarse a las clínicas que brindan tratamiento.

La Fundación rechazó el pedido de entrevista formulado por IPS.

Parte del problema radica en la falta de comprensión de las necesidades de las comunidades locales, según Loyce Mbewa-Ong'udi, presidenta de Proyecto Pueblo Rabour (RVB), organización no gubernamental de asistencia con sede en Seattle que opera en la localidad keniata homónima.

"No se puede ir (a las comunidades) con un programa prediseñado. En eso se requieren muchas mejoras. Las comunidades saben qué quieren y qué necesitan. Entienden sus propias prioridades", dijo la activista.

Mbewa-Ong'udi cree que el mayor problema de enfoque de algunas organizaciones radica en la falta de contacto con las comunidades rurales africanas, donde reside la mayor parte de la población del continente.

Como muchas instituciones dedicadas a la asistencia operan en grandes centros urbanos, no logran percibir el desafío que se les presenta en el área rural. Además, tienden a subestimar los conocimientos de esas comunidades.

El RBV coopera con miembros de la comunidad, y se concentra en propagar conocimientos sobre salud y desarrollo a través de un comité comunitario y de la capacitación de medio centenar de hombres y mujeres en atención básica de la salud.

El trabajo de la organización ha ido más allá del sida. Se ha dedicado al desarrollo de industrias locales, como la fabricación de ladrillos, la producción de aceite de girasol y la de leche de cabra, así como a un programa de microcréditos.

También perforó un pozo artesiano y trata de instalar un sistema de distribución de agua para los hogares y para la agricultura.

White coincide con ese enfoque y considera que debería ser el dominante.

"No hay suficiente humildad ni de voluntad de ser aliados en igualdad de condiciones en nuestros esfuerzos en el terreno. Podremos tener los conocimientos técnicos, pero las comunidades locales tienen los conocimientos culturales y técnicos que necesitamos para ser más efectivos y eficientes", dijo.

Pero el énfasis en enfermedades como el sida sigue siendo un obstáculo a sortear.

"El sida y la tuberculosis aterran al público del mundo rico porque tienen alcance mundial y se están propagando", dijo el periodista Charles Piller, de Los Angeles Times, que investigó en profundidad las operaciones de la Fundación Gates.

Las razones para este énfasis son comprensibles. La Organización Mundial de la Salud (OMS) calculó que 33,2 millones de personas son portadoras de VIH, de las cuales 22,5 millones viven en África subsahariana. Murieron a causa del sida 2,1 millones.

Pero otras preocupaciones son desatendidas.

"En el largo plazo, suministrar agua potable sería un modo mucho mejor de lograr avances en la salud pública en regiones como África, pero el costo de la infraestructura es muy alto", dijo Piller.

La quinta parte de la población mundial carece de acceso a agua potable y dos quintos de saneamiento básico, una situación que deriva en la muerte de más de cinco millones de personas cada año, según la organización no gubernamental Water First International.

"¿Vamos a asignar 100 veces más dinero a la asistencia contra la malaria que a la dedicada al agua", dijo Kirk Anderson, de esta institución internacional con sede en Seattle.

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