Noruega fracasó en sus esfuerzos para que los refugiados afganos a quienes les negó el asilo regresen voluntariamente a su país, según la evaluación del no gubernamental Instituto Chr. Michelsen (ICM).
Ningún afgano entrevistado por esta organización con sede en la meridional ciudad de Bergen consideró atractivo el subsidio de unos 2.900 dólares que se les ofrece a través del programa de retorno voluntario del Estado noruego.
Por el contrario, la mayoría de los consultados manifestaron su ansiedad ante la posibilidad de vivir ilegalmente en Noruega o ser devueltos por la fuerza y de modo humillante.
Apenas 69 adultos afganos habían retornado a su país aprovechando el programa desde su lanzamiento, en abril de 2006, hasta marzo de este año, indica el informe, titulado "Regreso con dignidad, ¿regreso a qué? Evaluación del programa de retorno voluntario a Afganistán".
Además, una cantidad de afganos que por lo menos triplica la de voluntarios fueron devueltos a su país de origen por la fuerza y con asistencia policial, opción que el estudio del ICM considera éticamente problemática y económicamente más costosa.
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La situación de los refugiados afganos es objeto de polémica en Noruega. Todos ellos recibieron asilo automáticamente hasta 2003, cuando un aumento en ese flujo llevó al gobierno a establecer restricciones.
Al lanzarse el programa, las autoridades ya habían rechazado casi 2.000 solicitudes de asilo.
En la misma jornada de mayo de 2006 en que Noruega se disponía a iniciar las deportaciones, comenzó una huelga de hambre de 26 días en Oslo, que llegó a contar con unos 80 ayunantes en pocos días.
Los huelguistas desactivaron la medida cuando se les garantizó el asesoramiento legal de una organización no gubernamental.
También se les aseguró que nadie sería deportado a ningún lugar de Afganistán excepto Kabul antes de 2007, debido a la inestable situación de seguridad fuera de la capital del país.
La tensión estalló de nuevo en mayo de 2007, cuando alrededor de 70 afganos a quienes se les había rechazado la solicitud de asilo emprendieron una marcha de 649 kilómetros desde la central ciudad de Trondheim hasta Oslo.
La protesta se refería a los operativos policiales de búsqueda y deportación de afganos indocumentados, estimados en menos de 1.000.
"El programa de retornos no ha sido muy exitoso, dado que pocos afganos lo han usado, y eso es, por supuesto, consecuencia de la situación en Afganistán", dijo a IPS Rolf A. Vestvik, del no gubernamental Consejo Noruego de Refugiados (CNR).
"Todos estos programas dependen completamente dependientes de los acontecimientos en su país de origen", explicó Vestvik, director del departamento de información y cabildeo del CNR.
"Esto tiene que ver tanto con la situación de seguridad, pero también con la económica, porque el retorno no sólo depende de la ausencia de conflicto. El refugiado también necesita creer que es posible conseguir un trabajo o recuperar el acceso a su tierra agrícola", señaló.
Convencer a los afganos no ha sido el único obstáculo del programa de retorno, según el informe del ICM. Hubo componentes del plan que no se instituyeron, como el de brindar a los refugiados capacitación y referencias laborales. Sólo se implementaron los préstamos para instalar pequeñas empresas.
A su vez, la opción empresarial, que ofrece a quienes regresan poco menos de 2.000 dólares en bienes o equipamiento para iniciar su negocio, ha enfrentado sus propios desafíos.
Pero en esa área del programa, muy pocos negocios examinados por el estudio fueron "moderadamente exitosos". La mayoría "parecían existir sólo en el papel, estuvieron en marcha menos de un par de meses o cerraron poco después de establecerse", agrega.
Muchos retornados, simplemente, vendieron sus insumos y equipos, pues consideraron que la contribución noruega era insuficientemente grande para tener éxito, o admitieron ser inexpertos para administrar una empresa.
De todos modos, el programa permite, según muchos de los entrevistados, que quienes solicitaron asilo y no lo obtuvieron vuelvan a Afganistán con dignidad.
"Debemos tener presente la dimensión de la humillación, del honor, de la capacidad de volver con la frente en alto. Es un fenómeno cultural importante", dijo Vestvik.
"Las familias de afganos que llegan a Noruega tal vez invirtieron gran parte de sus ahorros con la esperanza de que uno de los suyos se establezca aquí y envíe dinero a casa", agregó. "Si él emigrante no puede hacerlo, es una derrota muy humillante. Esto es vital."
La visión de las autoridades, por cierto, es diferente.
"Consideramos bastante generoso de nuestra parte apoyar a quienes completaron todo el proceso de postulación, tienen la obligación de abandonar el país y se han negado a hacerlo durante un largo periodo", dijo a IPS el director de desarrollo de proyectos del Directorio Noruego para la Inmigración (UDI), Roald Kristiansen.
"Para mí, las conclusiones del informe dejan en evidencia que el programa ha funcionado razonablemente bien, pues era la primera vez que intentamos algo como esto, y que hemos mejorado las vidas de algunos" de los retornados, señaló.
"Éramos conscientes de que el apoyo en efectivo era insuficiente antes del informe, pero fue lo mejor que podíamos hacer en ese momento. Afganistán no es el país más fácil para hacer un programa de retornos", sostuvo Kristiansen. "Nuestro programa de retornos para el norte de Iraq no experimenta ninguno de estos problemas."
Este año se registró un nuevo aumento en la cantidad de afganos que llegan a Noruega solicitando asilo. Entre enero y junio lo hicieron 330. En todo el año pasado fueron 122.
Vestvik no tolera los pedidos de más restricciones. "La enorme mayoría de los refugiados terminan siendo desplazados o se dirigen a los países vecinos" de Afganistán, dijo a IPS.
"Si se observan los cientos de miles de iraquíes que huyen a países pobres como Jordania, Siria y Líbano, carece completamente de sentido entrar en pánico cuando los solicitantes de asilo en Noruega aumenta de poco menos de 10.000 a poco más de 10.000 al año", sostuvo.
