MEDIO ORIENTE: Se desvanece la influencia de EEUU

Hace más de cinco años, el gobierno de Estados Unidos invadió Iraq como primer paso hacia la «transformación» de Medio Oriente. Pero fue en vano: contrariamente a lo que preveía, perdió el dominio incuestionable que en el pasado ejerció sobre la región.

Las referencias a "democratizar" los países del área han desaparecido, prácticamente, de la retórica del gobierno del presidente George W. Bush.

Washington debió abandonar cualquier presión que hubiera estado dispuesto a ejercer sobre los regímenes autoritarios "amigables" para sostenerlos frente al rechazo de sus pueblos, hoy mucho más hostiles hacia la potencia norteamericana que antes de la invasión de 2003.

Del mismo modo, también fracasó en su intento de forjar una coalición de facto entre Israel y esos "autoritarios moderados" contra Irán, Siria y sus aliados.

El gobierno de Bush se rehusó repetidamente a pagar el precio exigido por algunos países árabes para sumarse a esa estrategia: que Washington presionara a Israel, con el fin de que llegara a un acuerdo de paz con los palestinos y retornara a sus fronteras previas a la Guerra de los Seis Días (1967).
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Asimismo, la idea de que los Estados del Golfo Pérsico (o Arábigo) apoyarían un enfrentamiento militar entre Washington y Teherán también demostró ser ilusoria.

Los únicos avances se lograron en Iraq, donde la violencia política de influencia religiosa se redujo marcadamente en los últimos 18 meses, en buena parte como consecuencia de las tácticas contrainsurgentes más eficaces empleadas por el general David Petraeus, comandante de las fuerzas de ocupación, tras el despliegue en el terreno de 30.000 soldados adicionales.

Pero el objetivo estratégico buscado era la reconciliación nacional entre las principales comunidades religiosas y étnicas de Iraq. Esto no se ha logrado hasta el momento y las prometidas elecciones se postergarán hasta el año próximo.

Incluso Petraeus continúa advirtiendo que los avances en materia de seguridad son frágiles y podrían quedar sin efecto sin avances políticos significativos.

Las preocupaciones de Estados Unidos respecto de Iraq, sumadas a las que despierta la situación en Afganistán y Pakistán, han afectado sus ambiciones de transformar el mundo árabe.

Así, los poderes regionales establecieron sus propios acuerdos entre ellos, incluso en formas que intranquilizaron e incluso irritaron al gobierno de Bush.

"La política dura y de choque adoptada por el gobierno ha demostrado los límites del poder de Estados Unidos", señaló el Fondo Carnegie para la Paz Internacional. El rechazo de la diplomacia colocó a Washington "en una condición de impotencia autoinfligida respecto de muchos problemas", agregó.

El informe, elaborado por Marina Ottaway y Mohammed Herzallah, indica que "el vacío es llenado, en parte, por adversarios" de Washington como Irán, Siria, el palestino Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) y la milicia islamista libanesa Hezbolá, "y en parte por regímenes árabes amigables, que buscan una salida a situaciones llevadas por Estados Unidos a un punto muerto".

Esto es evidente en la gradual distensión entre Irán y Arabia Saudita, tradicionalmente el aliado más importante de Washington en el Golfo.

Este proceso ha incluido dos visitas a Arabia Saudita del presidente iraní Mahmoud Ahmadineyad y su participación, sin precedentes, en una cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo.

Buena parte del crédito por este acercamiento se atribuye al saudita rey Abdullah, quien no ocultó su intención de reducir la tensión entre chiítas y sunitas, las dos ramas principales de la fe musulmana, que pasó a primer plano luego de la guerra de 2006 entre Israel y Hezbolá.

Abdullah irritó a Washington a principios de 2007, cuando negoció un gobierno de unidad entre Hamas y el secular y moderado partido Fatah, liderado por el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Abú Mazen.

El monarca, ese mismo año, también trabajó junto con Irán para aliviar las tensiones sectarias en Líbano, a pesar de su apoyo a la política de Washington de aislar al presidente sirio Bashar Al-Assad.

En forma similar, Qatar —en cuyo territorio existe un gran base aérea estadounidense— jugó un papel central para reducir las tensiones regionales, fundamentalmente negociando un acuerdo político en Líbano, que dio como resultado la formación del gobierno encabezado por el primer ministro Fouad Siniora, que cuenta con el respaldo de Washington.

Aunque la secretaria de Estado (canciller) de ese país, Condoleezza Rice, aprobó el acuerdo durante una visita a Beirut en junio, la mayoría de los analistas lo describieron como un duro golpe a la posición de Estados Unidos en la región.

"Muchas naciones esencialmente amigas adoptan políticas que Washington desaprueba, presentándolas como hechos consumados y dejándole la opción de criticar lo hecho por sus llamados aliados o aceptarlo a regañadientes", destacó el estudio del Fondo Carnegie.

"Estados Unidos tiene poca influencia incluso sobre las políticas de los países amigos", advirtió.

Incluso el aliado más estrecho de Washington, Israel, ha declarado una parcial independencia del gobierno de Bush, utilizando a terceras partes para contactar adversarios que Estados Unidos intenta mantener en situación de aislamiento.

A través de Egipto negoció lo que parece ser un crecientemente efectivo cese del fuego con Hamás, que podría incluir en el corto plazo un intercambio de prisioneros, como el que tuvo lugar el mes pasado con Hezbolá a pesar de la clara desaprobación de Washington.

Asimismo, con la mediación de Turquía, Israel se encuentra en negociaciones con Siria. Según la prensa israelí, ambos países se encuentran a punto de lograr un acuerdo definitivo de paz, al que podría arribarse en la próxima ronda de contactos, en septiembre.

Damasco insiste en que Washington apoye ese entendimiento. Pero dada la influencia que ejerce Elliot Abrams, máximo responsable por las políticas hacia Medio Oriente en el Consejo Nacional de Seguridad, y férreo defensor de una política de línea dura respecto de Siria, la mayoría de los analistas cree que ese paso deberá esperar a la asunción del próximo gobierno, el 20 de enero de 2009.

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