CHAD: Agricultores y ganaderos enfrentados en el sur

Clarisse Larlombaye quedó prácticamente en la ruina la noche en que un hato de vacas ingresó a sus cultivos de arroz. El diminuto terreno de 900 metros cuadrados, fuera del campamento de refugiados de Gondwe, en el sur de Chad, es su única fuente de ingresos.

También lo es para los otros dos refugiados de la República Centroafricana con los que lo comparte. El campamento es administrado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

En los últimos años, Larlombaye y los otros dos cultivadores obtuvieron un promedio de 225 kilogramos de arroz por año a partir de su pequeño predio. Ella y su familia habitualmente comen dos tercios. El tercio restante lo venden por alrededor de 75 centavos el kilo en los mercados locales.

Pero el año pasado las vacas intrusas la dejaron con apenas 70 kilogramos, lo que a duras penas le alcanza para alimentarse a ella y a su familia.

Este contacto de Larlombaye con la catástrofe es demasiado común en el sur de Chad, donde 60.000 refugiados centroafricanos compiten por la tierra con los residentes del lugar y entre sí. La creciente crisis va en paralelo con la escalada de tensiones en el oriente de Chad, entre 250.000 refugiados de la occidental región sudanesa de Darfur y los habitantes locales en torno a la escasez de agua y leña.
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El ganado hambriento que se entromete en tierras agrícolas no constituye un problema nuevo en Chad. Pero los incidentes se vuelven cada vez más frecuentes y polémicos, especialmente en los meridionales campamentos de refugiados y en sus alrededores.

Pese a la tensión, la ONU anunció a sus cuatro complejos de campamentos del sur de Chad como modelos de autosuficiencia agrícola, especialmente comparados con los campamentos en el oriente, que todavía dependen fuertemente de donaciones alimentarias canalizadas a través del Programa Mundial de Alimentos, dependiente del foro mundial.

Esos campamentos albergan a refugiados que huyen de los disturbios en el norte de la República Centroafricana.

La relativa exuberancia del sur de Chad, comparada con la aridez de su región oriental, es clave. "El sur de Chad no es un área sahariana. Es un lugar donde se puede tener agricultura", dijo Serge Male, representante para el país africano del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur).

Male dijo que en los tres años transcurridos desde que se establecieron los campamentos del sur, los programas administrados por la ONU redujeron la asistencia alimentaria externa a un mínimo.

En un complejo de campamentos cercano al pueblo de Gore, 40 kilómetros al norte de la frontera centroafricana, se estima que unos 4.300 agricultores refugiados y 1.700 criadores de ganado alimentan a alrededor de otros 24.000 refugiados.

Muchos de los cultivadores y ganaderos incluso tienen suficiente resto para vender alimentos y animales en el mercado abierto, ganando hasta 25 dólares por una caja de maníes de 100 kilogramos y 150 dólares por una cabeza de ganado, en un país donde con apenas 25 centavos se compra una rebanada de pan.

En el sur, la asistencia alimentaria está reservada para los enfermos y los ancianos, las madres solteras y otras "poblaciones vulnerables".

Pero la autosuficiencia alimentaria de los refugiados centroafricanos es amenazada por la escasez de tierra, y por las malas relaciones entre agricultores y ganaderos dentro y fuera de los campamentos.

El predio arrocero de Larlombaye no fue el único devastado por ganado en el último año. Para muchos cultivadores en Gore, entre ellos residentes no refugiados, es la queja número uno.

Etienne N'Doubatar, presidente de un colectivo local de cultivadores de arroz que no son refugiados, dijo que los animales deambulan por las noches, cuando sus criadores están dormidos.

¿Qué pueden hacer N'Doubatar y otros agricultores? Al preguntársele esto se encogió de hombros. "Atrapar y liberar", dijo. Con escasez de materiales y herramientas de todas clases, es poco práctico construir vallas.

Los ganaderos tienen sus propias quejas. Dicen que sus rebaños están hambrientos. Con un constante aumento de refugiados y animales —Chad aceptó a otros 10.000 refugiados centroafricanos este año—, ahora los criadores tienen que caminar hasta 15 kilómetros con sus animales para hallar forrajes. Y no hay corrales en los campamentos o en sus alrededores, también debido a la escasez de herramientas y materiales, así como de espacio.

Lo peor son las acusaciones, según Ali Moussa, un refugiado que cría ganado. Moussa dijo que cuando hay una disputa en torno a animales sueltos debería solucionarse como si tuviera lugar "entre amigos".

Pero cuando los agricultores descubren que sus cultivos fueron deshechos de la noche a la mañana, tienden a hacer "falsas acusaciones", señalando a los ganaderos más cercanos independientemente de las evidencias.

La ONU ha alentado la mediación. "Hay mecanismos locales —comités compuestos por habitantes locales y refugiados— para conciliar problemas con los rebaños", dijo Boubacar Amadou, un experto en agricultura que trabaja para Acnur en Gore.

Los comités patrocinados por la ONU se las arreglaron para prevenir la violencia en relación a los animales que merodean el lugar.

Pero los comités no pueden resolver las causas subyacentes del conflicto. Simplemente no hay suficiente tierra útil. El sur de Chad no parece superpoblado, pero los densos bosques vuelven a buena parte de la tierra poco práctica para la agricultura, así como para la cría de animales.

Una solución es hacer ingresar tractores para ayudar a despejar más tierra. Pero los agricultores locales se endeudan para comprar simples arados tirados por animales, que pueden costar hasta 1.000 dólares, y nadie puede pagar los tractores.

La organización de asistencia Africare, que brinda pericia agrícola a las oficinas locales de la ONU, tiene tractores que presta, pero no hay suficientes.

El 8 de este mes, el cultivador arrocero N'Doubatar se aseguró los servicios de un tractor para remover un viejo campo arrocero, pero en otras partes del área los cultivadores prepararon la tierra a mano, esperando en filas para usar las pocas azadas existentes.

La solución del refugiado y cultivador Kondjom Joker es más simple, pero en última instancia es menos sustentable. Dijo que, incluso después de un largo día de trabajo, se queda despierto por la noche y recorre su recién plantado campo de 18 hectáreas, patrullándolo para evitar el ingreso de las vacas.

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