El proceso electoral que culminará este domingo en Paraguay marca un quiebre en la historia moderna del país, con la fuerte presencia de un cura rebelde, el ascenso de un ex militar golpista y una mujer al frente del gobernante Partido Colorado, en riesgo de perder su hegemonía de más de seis décadas.
"Estamos ante una puja muy fuerte y bastante inédita, con una posibilidad de cambio y toda la tembladera que eso produce en estructuras que han gobernado tanto tiempo", comentó a IPS el sociólogo Alejandro Vial.
"La democracia es más la posibilidad de una pugna real y eso es lo nuevo ahora. Después de mucho tiempo, la gente tiene en sus manos la posibilidad de ejercer esta potestad", agregó.
El candidato de la centroizquierdista Alianza Patriótica para el Cambio (APC), el ex obispo católico Fernando Lugo, lidera las consultas de opinión de voto para suceder al presidente Nicanor Duarte Frutos, en los quintos comicios libres desde la caída de la larga dictadura de 1954 a 1989 encabezada por Alfredo Stroessner, fallecido en 2006 en Brasilia.
Lugo renunció a su ministerio sacerdotal en diciembre de 2006 para postularse a la presidencia de Paraguay, pero el Vaticano no le reconoció esa petición, lo declaró rebelde y lo suspendió "a divinis", es decir sin posibilidad de volver a su estado laical.
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Le sigue de cerca en las encuestas la ex ministra de Educación, Blanca Ovelar, la primera mujer en la historia de este país en postularse para la presidencia por la Asociación Nacional Republican, más conocido como Partido Colorado.
En tercer lugar aparece el ex general Lino César Oviedo, líder de la Unión Nacional de Colorados Éticos (Unace), quien fue acusado de protagonizar en 1996 una intentona de golpe de Estado contra el gobierno de Juan Carlos Wasmosy (1993-1998), delito por el cual fue condenado a 10 años de prisión.
Oviedo surgió como candidato después de que la justicia le otorgara la libertad plena en octubre de 2007, luego de haber conmutado tres años y dos meses de su pena. Sus detractores alegan que su libertad formó parte de una estrategia política del actual presidente para dividir a la oposición.
Además de estos tres postulantes, que según las encuestas tienen más posibilidades, compiten también por la presidencia Pedro Fadul, del Partido Patria Querida (PPQ), Julio López, del Partido de los Trabajadores, Sergio Martínez, del Partido Humanista, y Horacio Galeano, en representación del Partido País Nuevo.
Casi 2,8 millones de los seis millones de habitantes de este país están habilitados para elegir este domingo presidente y vicepresidente de Paraguay, 45 senadores, 80 diputados, 18 representantes al Parlamento del Mercosur (Mercado Común del Sur), 17 gobernadores departamentales y 214 miembros de juntas departamentales.
El cambio presidencial para un nuevo mandato de cinco años está previsto para el 15 de agosto.
Pero la larga historia de irregularidades electorales pesa aún en Paraguay. Los fantasmas del fraude y de la violencia enturbiaron en la última semana la campaña, que se vive con inédita efervescencia en el país, gobernado en los últimos 61 años por los colorados.
El presidente Duarte denunció días atrás que un grupo de "agitadores sociales" de Ecuador y Venezuela llegaron al país para llevar a cabo acciones violentas en caso de que Lugo pierda las elecciones.
Desde su lanzamiento a la arena política, el ex obispo ha sido satanizado por sus oponentes como "otra ficha" del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en la región, y por su supuesta simpatía hacia los gobernantes Evo Morales, de Bolivia, y Rafael Correa, de Ecuador.
La oposición restó importancia a la denuncia y consideró que forma parte de un ardid para infundir temor en la población y evitar la masiva participación en los comicios, un factor fundamental para asegurar la victoria de la oposición, según los analistas.
En cambio, Lugo, respaldado por una coalición heterogénea que va desde la segunda fuerza política del país, el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), a agrupaciones variopintas, advirtió a sus seguidores que "deben estar atentos el domingo próximo durante las elecciones para evitar el fraude".
Desde estas filas y otras de oposición se sostiene que el partido de gobierno tiene como aliados a dos de los tres miembros del Tribunal Supremo de Justicia Electoral, el órgano encargado de juzgar los comicios, que según los observadores ha favorecido históricamente a los candidatos oficialistas.
"Los colorados están invirtiendo dinero como nunca en la campaña porque el susto a perder las elecciones continúa y empeora", dijo a IPS la analista política Milda Rivarola.
"Pero sólo gana Lugo si se logra parar el fraude, si los partidos y movimientos que lo apoyan logran poner veedores formados y honestos en las cerca de 14.000 mesas electorales", agregó.
Para varios sectores, incluidos los grandes propietarios rurales, Lugo es un "peligroso izquierdista", porque no olvidan su trabajo a favor de los pobres en los once años que fue obispo de la diócesis de San Pedro, uno de los departamentos con mayor índice de pobreza en el país.
Conocido como el "obispo de los pobres", Lugo ha sido fuertemente influenciado por la Teología de la Liberación, la corriente católica surgida en América Latina en la década del 60 a partir de los cambios del Concilio Vaticano II y con la premisa de que la Iglesia tiene la obligación especial de defender a los oprimidos y desposeídos e impulsar cambios sociales.
No obstante, ha insistido en su campaña que gobernará el país con "la ayuda de todos y para todos" incluidos los "colorados", excepto con "la rosca mafiosa", como define a grupos que han copado el poder durante las últimas décadas, a los que responsabiliza de la pobreza y los males del país.
Por su parte, Ovelar quiere aprovechar el hecho de que mujeres han llegado a la presidencia en países vecinos, Michelle Bachelet en Chile y Cristina Fernández en Argentina. En sus discursos ha atacado la corrupción, prometiendo un estricto control fiscal, y ha propuesto como eje la lucha contra la pobreza.
Cualquiera sea el resultado de los comicios, el ganador deberá enfrentar una serie de desafíos que van desde mejorar la calidad de vida de miles de paraguayos pobres y combatir la corrupción enquistada desde hace décadas en la estructura del Estado.
Datos oficiales indican que la pobreza abarca a 2,2 millones de personas, al rededor de 700.000 están desocupadas (13 por ciento de la población activa), 600.000 niñas y niños están desnutridos, 80 por ciento de la población carece de atención médica básica y cinco de cada 10 paraguayos no lee ni escribe.
Si bien Paraguay figura entre los cinco principales exportadores de soja del mundo y es un importante productor de carne vacuna, 40 por ciento de la población rural vive en condiciones de pobreza y la distribución de la tierra es una de las más desiguales de la región.
Según los registros del Ministerio de Agricultura, uno por ciento de los propietarios concentra el 77 por ciento de las tierras productivas, mientras que 350.000 campesinos carecen de parcelas para trabajar.
Uno de los temas centrales de la campaña electoral ha sido el pedido coincidente de los tres principales candidatos de renegociar el tratado con Brasil para la explotación de la gigantesca represa hidroeléctrica binacional de Itaipú, firmado en 1973 durante la dictadura estronista.
La mitad de las 20 turbinas del complejo le corresponden a Paraguay, pero por su bajo consumo utiliza sólo la producción de una y el resto de la energía producida se la vende a Electrobrás de Brasil a cambio de 300 millones de dólares al año. Sin embargo, esa firma recauda 2.000 millones de dólares anuales por comercializar ese excedente.
Lugo es el candidato que más insiste en una revisión de este acuerdo. "Cuando no existe un precio justo entre un país más poderoso y otro más débil, predomina el conflicto", advirtió.
En la recta final hasta el denominado "Día D", continuismo es una palabra prohibida y todos los candidatos, oficialismo incluido, proclaman que encarnan el cambio.
