SALUD-PARAGUAY: ¿Alguien quiere vacunarse?

Apaciguada la psicosis colectiva que se desató por la reaparición de la fiebre amarilla luego de 34 años en Paraguay, las autoridades sanitarias enfrentan ahora el desafío de ampliar la cobertura de la vacunación contra la enfermedad.

Al menos 1,5 millones de personas han sido inmunizadas con la vacuna contra la fiebre amarilla, o "antiamarílica", desde que el gobierno declaró el estado de emergencia nacional a mediados de febrero. Pero esta cifra corresponde a apenas 35 por ciento de la población entre uno y 60 años de edad en riesgo de contraer el mal.

La intensidad de las inmunizaciones ha bajado considerablemente después de que a principios de febrero la gente formaba largas filas ante los centros de salud en medio de airadas protestas por la falta de vacunas, que ahora abundan tras la llegada de donaciones de países de la región.

Las autoridades se han quejado de que la gente es reacia a vacunarse, principalmente en Asunción y ciudades vecinas y en el norteño departamento de San Pedro, zonas consideradas de alto riesgo, debido a que registran la mayor cantidad de casos.

El viceministro de Salud, Antonio Barrios, dijo a IPS que es "vergonzosa" la desidia de la ciudadanía que no acude a los puestos de vacunación.
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"Es lamentable que, teniendo vacunas, la ciudadanía no concurra a los servicios a aplicarse la antiamarílica. Los puestos prácticamente están vacíos", lamentó el funcionario.

Desde que a principios de febrero se conoció el primer caso de la enfermedad, el Ministerio de Salud Pública ha informado de ocho víctimas fatales, 24 contagios confirmados en laboratorio y 11 casos sospechosos.

Paraguay recibió dos millones de dosis de vacunas adquiridas a un programa de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que se suman a las 800.000 enviadas anteriormente por Brasil, 144.000 por Perú, 100.000 por Venezuela, 50.000 por Bolivia y otras tantas por Cuba.

El gobierno ha hecho un llamado desesperado a la población para que acuda a vacunarse, principalmente a quienes tienen pensado trasladarse al interior del país durante las festividades de Semana Santa.

"No sólo corren riesgo de contraer la enfermedad, sino de convertirse en portadores en zonas donde no existen casos", señaló el viceministro de Salud a IPS.

Para algunos expertos en salud pública, la escasa colaboración ciudadana con la campaña es reflejo de la poca eficacia del gobierno en las tareas de prevención.

Desirée Masi, vicepresidenta del Círculo de Médicos del Paraguay, dijo a IPS que el fracaso de las medidas preventivas es consecuencia de un deficitario plan de comunicación.

"El mensaje está diseñado exclusivamente para la población urbana, que accede a los medios de comunicación, pero que no es la mayoría de la gente", señaló.

"No se hizo aún un estudio serio sobre comunicación social. Acá hay que preguntarse por qué seguimos encontrando criaderos de mosquitos", agregó Masi.

Tanto la fiebre amarilla como el dengue, que en 2007 dejó 17 muertos y unos 28.000 infectados, son enfermedades virales transmitidas por mosquitos del género Aedes que habitan zonas tropicales y subtropicales de África y América.

La incubación de la fiebre amarilla en los humanos dura entre tres y seis días y el síntoma común es la fiebre, pero en un cuadro clínico grave se pueden desarrollar hemorragias, vómitos y daño hepático.

El médico César Pimienta, miembro de la Federación Nacional de Trabajadores de la Salud, dijo que fue improvisada la actuación del Ministerio de Salud, por no realizar una campaña adecuada para eliminar los mosquitos, vectores de la enfermedad.

"Si hay mosquitos, quiere decir que la prevención y limpieza fallaron", dijo a IPS.

"Si bien lograron combatir el dengue el año pasado, se olvidaron de que existía la fiebre amarilla y ahora estamos frente a una catástrofe epidemiológica", agregó Pimienta.

Para el profesor de la cátedra de Salud Pública del Instituto Nacional de la Salud, Felipe Recalde, es fundamental reforzar la participación ciudadana en la lucha contra la enfermedad.

"La mayoría hemos estado esperando que las instituciones vengan a nuestras casas para hacer lo que nosotros deberíamos hacer", sostuvo. Diariamente, decenas de brigadas sanitarias recorren barrios de la capital realizando tareas de limpieza y eliminación de criaderos de mosquitos.

"La falla es en la percepción del riesgo y de la responsabilidad propia. Los medios de comunicación tienen un rol primordial, pero sin duda el Ministerio de Salud y las entidades técnicas deben orientar esa opinión pública e instruir", subrayó.

Las críticas hacia el Ministerio de Salud provienen de distintos sectores.

La Asociación de Víctimas del Dengue inició una campaña de recolección de firmas para pedir la remoción del titular de la cartera, Óscar Martínez, a quien acusan de negligente e incapaz de manejar la situación.

E defensor del Pueblo (ombudsman) adjunto, Édgar Villalba, quien a mediados de marzo remitió una carta al secretario de Estado instándolo a renunciar al cargo por su "incapacidad" manifiesta para hacer frente a la epidemia.

La fiebre amarilla recibe ese nombre por la ictericia que causa a los afectados con la enfermedad hemorrágica.

La OMS estima que 200.000 personas se contagian cada año de la enfermedad y que 30.000 de ellas mueren en todo el mundo.

Brasil fue el primer país de la región sudamericana donde se registró el brote de fiebre amarilla silvestre a fines de 2007.

Según un reporte del Ministerio de Salud de ese país, se han confirmado 35 casos de fiebre amarilla y 19 fallecimientos desde el 16 de diciembre, cuando saltó la alarma.

En Argentina, ya hay tres casos confirmados, y un muerto en la nororiental provincia de Misiones, en tanto se estudian a otras 60 personas con síntomas febriles, procedentes del área selvática en alerta, delimitada por las provincias norteñas de Chaco, Formosa y Corrientes.

Bolivia, que registró ocho casos de fiebre amarilla en 2007, de los que seis fueron mortales, intensificó la vigilancia en la frontera con Brasil, tras conocerse del rebrote de la enfermedad en ese país.

Las autoridades de Uruguay, donde el último caso de fiebre amarilla data de 1929, han recomendado a sus ciudadanos que se vacunen en caso de que deban viajar a zonas de Brasil donde se ha detectado la enfermedad.

Para los ambientalistas, la reaparición de la fiebre amarilla encuentra parte de su explicación a los cambios climáticos derivados del impacto producido por la deforestación.

Elías Díaz Peña, de la organización ecologista Sobrevivencia, explicó que la tala indiscriminada de bosques produce cambios importantes en los ciclos biológicos y los sistemas naturales, que traen como consecuencia la migración de vectores hacia zonas urbanas.

"Y en el caso particular de las enfermedades zoonóticas, que son las transmisibles de los animales al hombre, hay ejemplos específicos de estas enfermedades del Bosque Atlántico del Alto Paraná, como la leishmaniasis de diferentes tipos y la malaria, la encefalitis equina, la rabia, la fiebre amarilla selvática, entre otras", dijo a IPS.

"Al realizarse los desmontes, los insectos también se desplazan hacia los asentamientos humanos en busca de alimentos, comenzando un proceso que se llama peri-domiciliación, es decir, que de la zona selvática van hasta donde viven los seres humanos", agregó.

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