ECONOMÍA-AMÉRICA LATINA: Que ésta no sea otra década perdida

Con el optimismo a flor de piel por el crecimiento económico de América Latina, que este año volverá a ser de más de cinco por ciento, el secretario ejecutivo de Cepal, José Luis Machinea, no eludió una autocrítica de su paso por el gobierno de Argentina que precipitó el colapso de 2001.

La pobreza cayó significativamente en los últimos cinco años en la región, gracias a que este buen desempeño macroeconómico, a diferencia de los años 90, trajo empleo de mejor calidad y mayor protección social, dijo a IPS el economista argentino antes de divulgar este jueves en Santiago el "Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe, 2007".

El jefe de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) pronosticó al menos una década más de altos precios de los productos básicos exportables, "una buena noticia" que se debe aprovechar para añadir "más valor y sobre todo conocimiento a nuestra estructura productiva". Machinea, quien asumió el cargo en diciembre de 2003 y fue confirmado para un segundo mandato en febrero, fue ministro de Economía del primer año del gobierno de Fernando de la Rúa, que renunció a fines de 2001 a mitad de su mandato de cuatros años en medio de una revuelta social causada por el colapso económico-financiero.

IPS: —¿Cuál es la perspectiva económica regional para el próximo año? ¿Se puede seguir siendo optimista pese a los nubarrones internacionales?

Machinea: —La región va a seguir creciendo a un ritmo similar al de los últimos años. Hay incertidumbres, claro está, pues todos sabemos de la crisis del mercado hipotecario de Estados Unidos, de la depreciación del dólar, etcétera, lo cual implica riesgos de una recesión mayor a la prevista en ese país y también una corrida contra su moneda.
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El nerviosismo en el mercado se percibe —los países con reservas en dólares han perdido mucho en los últimos meses— pero aún dentro de lo manejable. Las incertidumbres están asociadas a que, si persiste el nerviosismo, los gobiernos que tienen que refinanciar deuda van a tener más dificultades porque los intereses subirán.

Todo esto generará tensiones y mucha volatilidad de los mercados en los próximos meses. Pero no creemos que las cosas lleguen a mayores. (Puede haber) una desaceleración de la economía mundial, pero no crisis.

—¿Ese optimismo se basa en el equilibrio que constituyen para la región los altos precios de los productos básicos gracias a la mayor demanda de China y otros países?

—Creemos que la situación real, que tiene que ver con la demanda de los productos primarios, va a continuar a buen ritmo. Entonces, eso da una plataforma para el conjunto que sostendrá la bonanza. Además, la región ha hecho bastantes deberes que la hacen menos vulnerable que cuatro o cinco años atrás. —¿Cuáles son esos deberes?

—Ha mejorado su situación externa. Hoy la deuda es mucho menor de lo que era en los años 90 y las reservas de divisas mucho más altas. También es más solvente el sector público, como consecuencia del superávit fiscal en casi todos los países.

—¿Entonces 2008 puede ser el año, finalmente, de la merma de la desigualdad, la mayor del mundo, de la mano del mantenimiento del crecimiento del producto? Hasta ahora la lucha contra la pobreza no va al mismo ritmo, según usted mismo lo alertó.

—Ha habido muy pocos avances en la región respecto de la desigualdad, (sólo) ha habido avances en el margen, pero cuando uno mira los últimos 10 ó 15 años ve que son mínimos si es que hay algunos. Sí los hay respecto de la crisis del decenio pasado o comienzos de éste, pero la verdad es que la tendencia a largo plazo es que la desigualdad sigue firme.

Ahora, la pobreza se ha reducido en los últimos cuatro o cinco años. Este crecimiento sostenido ha generado empleo y de mejor calidad que en los años 90, hay más asalariados y, por tanto, mayor protección social para el trabajo, todo lo cual ha ayudado a abatir la pobreza. De cualquier forma, la informalidad sigue siendo del 45 a 50 por ciento (de los activos).

—¿Cuáles son las diferencias del auge económico actual con el de los años 90, que finalizó en un desastre?

—Las reformas de los 90 estaban asociadas a la reestructuración. Las privatizaciones generaron mucha desocupación del área estatal. El producto bruto creció, pero sin generación de empleo. También eso pasa hoy en Asia, por ejemplo, que crece a un ritmo muy grande sin generar empleo al ritmo que uno pensaría.

En cambio, el de ahora es un crecimiento con empleo. Eso es una novedad y explica en parte la reducción de la pobreza, junto con los planes sociales. El gasto social ha aumentado 50 por ciento por habitante en promedio desde comienzos de los 90. Además, lo que ha cambiado es que ahora no es asistencia sino que se basa en una visión de derechos, a una vida más razonable, a tener acceso a los alimentos, a las prestaciones sociales y a empleos decentes.

—¿No hay señales en el horizonte, entonces, para temer una catástrofe como la sufrida a comienzos de esta década?

—A diferencia de lo que pasaba en los 90, la región es menos vulnerable. Argentina fue un caso típico, donde el gasto público creció de manera explosiva y a un ritmo mucho mayor que los ingresos, lo que hizo crecer la deuda.

Claro que si hay choque internacional muy fuerte nos va a pegar a todos, eso es así sin dudas. Pero no creemos que la magnitud de un shock de ese tipo tenga que ver con lo que fue el de fines de los 90, no vemos que la situación internacional dé para eso. De cualquier manera, hay que estar alerta, mantener los buenos indicadores externos, fiscales, etcétera.

Ahora bien, creemos que la mejora de los precios de los recursos naturales se va a mantener al menos por los próximos 10 años. Esto es una buena noticia para la región en su conjunto. Claro, que para ello debemos hacer los deberes…

—…Seguimos haciendo los deberes…

—Tenemos que hacer otros deberes. En algún momento esto se va a acabar y lo fundamental es que para ese momento los países de la región hayan conseguido destinar parte de los recursos extraordinarios que estamos recibiendo para agregarle más valor y sobre todo conocimiento a nuestras exportaciones, a nuestra estructura productiva.

Si no hacemos esto, si no agregamos más innovación, si no calificamos más la mano de obra, vamos a tener problemas cuando esto se dé vuelta, como ocurrió cuando se terminó el primer ciclo de auge económico, allá entre 1870 y 1914.

—¿Cómo se hace esto, cuando la mano de obra más calificada hoy emigra hacia el Norte industrializado?

—Es un proceso que se debe dar simultáneamente. La educación es central, pero se debe crear una estructura productiva que sea capaz de retener esa mano de obra calificada. Por eso digo que se debe poner más dinero en innovación, crear cadenas entre universidades, entre el sector privado y el sector público.

Si no lo hacemos, corremos el riesgo de tener educación sin demanda y la gente emigra. Si no somos capaces de crear demanda de empleo cada vez de mayor calidad va a ser muy difícil mejorar la distribución del ingreso a largo plazo y va a ser muy difícil crecer.

—Usted habló de los deberes que no se hicieron en los años 90, pero usted fue ministro de Economía de Argentina al final de esa década ¿reconoce que pudo haber deberes que no hizo? ¿Hizo una autocrítica?

—Sí…, obviamente lo reconozco… Tengo mis críticas que en algún momento haré públicas… Pero, digamos, yo no fui actor del proceso de los 90. Nosotros heredamos una situación…

—Pero hay quien dice que el gobierno que integró mantuvo la misma política económica de los 90, que no hubo cambios radicales como se suponía requería la situación.

—…Ya algún día vamos a conversar más detenidamente de este asunto… Pero creo que se instrumentaron en ese entonces políticas destinadas al sector productivo. En una situación macroeconómica muy mala y cuando eso es así, nada de lo que uno pueda hacer importa demasiado. Cuando la economía crece siete u ocho por ciento al año las cosas se notan más…

—¿Qué pasa con la integración regional? Todo indicaba que la llegada de la izquierda o centroizquierda, incluido el peronismo de ese signo en Argentina, iba a facilitar ese proceso, pero parece ser al revés.

—Precisamente, hemos tenido muchos discursos y pocas acciones. El proceso de integración yo diría está detenido desde hace varios años. En los 90 fue bastante activo: se creó el Mercosur (Mercado Común del Sur, con Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), progresó mucho la Comunidad Andina de Naciones (CAN, entonces con Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, que en 2006 decidió retirarse para pedir el ingreso al Mercosur)…

—Pero fue más en el plano económico y comercial y muy poco político.

—Es que no puede haber integración política si no hay integración económica. Ambos planos deben ir de la mano. Lo que pasa es que, en esto de saber qué viene primero, no se hace nada. Se pasó de un proceso con deficiencias a la nada.

Los gobiernos han expresado muy fuertemente sus deseos de avanzar en la integración. Yo espero que eso se concrete en hechos, porque eso es lo que va a dar esperanzas al proceso.

Para que haya integración económica tiene que haber acceso a mercados. Todos los procesos de integración muestran eso y un ejemplo típico es Europa, donde hubo un proceso de integración económica con mucha voluntad política.

—¿Cómo observa, en este proceso, la estrategia del gobierno venezolano?

—Creo que Venezuela ha hecho un esfuerzo grande en relación con la necesidad de un proceso de integración más completo, a partir de la Comunidad Sudamericana de Naciones e inclusive de tener políticas especiales que acompañen el proceso integrador. Me parece bien que se miren otras dimensiones de este proceso.

Lo que veo, y no es un problema de Venezuela, es que hace años que venimos hablando de la necesidad de introducir otras variables, pero no avanzamos. La pregunta es por qué, y creo que esto ocurre porque un proceso de este tipo implica costos en el corto plazo y, por tanto, se requiere mucha voluntad política, en particular de los países grandes que son los que tienen que liderar el proceso.

Foto: Silvio Williams.

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