EEUU: Bush atrapado entre Turquía y los kurdos

El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, presiona a sus aliados iraquíes para que actúen con dureza contra las milicias del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), considerado una organización terrorista por Washington.

La decisión del gobierno de Bush es consecuencia del despliegue por parte de Turquía de 100.000 soldados en su frontera con Iraq, que podrían cruzarla en los próximos días para atacar las bases del PKK (por sus siglas en kurdo) en ese país en represalia por las acciones militares de los insurgentes en territorio turco.

No queda claro, sin embargo, si esta presión se traducirá en algún tipo de acción directa por parte de las autoridades de la semiautónoma región del Kurdistán iraquí o si será suficiente para prevenir una invasión del ejército turco, que podría generar el caos en una zona que había disfrutado de cierta estabilidad desde la ocupación estadounidense en 2003.

Todo indica que, hasta el momento, esta presión de Washington ha tenido un efecto limitado. La oferta del PKK de observar un cese del fuego limitado fue desestimada por las autoridades en Ankara y funcionarios del gobierno de Bush, quienes señalaron que similares ofertas no fueron respetadas en el pasado.

Asimismo, una declaración del primer ministro de Iraq, Nouri al-Maliki, acerca de cerrar todas las oficinas del PKK en territorio de ese país es considerada una promesa casi imposible de cumplir. El ejército iraquí, nominalmente bajo su control, no tiene permitido operar en Kurdistán donde la "pesh marga", una milicia local de origen kurdo, está a cargo de la seguridad.
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El portavoz del Departamento de Estado (cancillería) estadounidense, Sean McCormack, señaló que era necesario ver los resultados de ese compromiso asumido por al-Maliki. "Hay que detener los ataques terroristas y se debe actuar sobre sus causas. O sea, hay que evitar que esa organización terrorista opere desde suelo iraquí", afirmó.

La mayoría de los analistas considera que ni el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, ni sus comandantes militares están ansiosos por enviar tropas a Iraq para luchar con los guerrilleros del PKK, que serían unos 3.000. Por lo tanto, las gestiones diplomáticas, que se multiplicaron durante los últimos días, cuentan con un limitado plazo para aportar una solución.

Funcionarios turcos enfatizaron que prefieren la diplomacia y, si ésta llegara a fallar, presiones económicas para persuadir a los gobiernos de Iraq y el Kurdistán de actuar contra el PKK. Para esa región es vital que se mantengan abiertas sus fronteras no sólo con Turquía sino con Irán y Siria, que también cuentan con población de origen kurdo y han expresado su solidaridad con Ankara en los últimos días.

Pero si se producen nuevos ataques del PKK, que mató a 12 soldados turcos y afirmó haber tomado prisioneros a ocho durante el pasado fin de semana, Erdogan se vería forzado a ordenar una invasión, precedida por ataques aéreos y operaciones comando. El parlamento ya dio autorización para una operación militar.

Mark Parris, ex embajador de Estados Unidos en Turquía, señaló que no tiene dudas de que su colega en Iraq, Ryan Crocker y el comandante de las fuerzas de ocupación, general David Petraeus, están ejerciendo una fuerte presión en Bagdad para lograr que la situación quede bajo control.

Sin embargo, la influencia del gobierno de Bush sobre los principales actores en este conflicto se encuentra en un punto bajo.

Existe en Turquía un fuerte sentimiento antiestadounidense, a causa de la negativa de Washington a considerar seriamente la preocupación de Ankara respecto del PKK. Esto creó la impresión de que Estados Unidos quiere dividir Iraq y crear un Kurdistán independiente, lo que generaría un reclamo similar por parte de la población kurda de Turquía.

"Estamos viendo las consecuencias de no haber actuado durante mucho tiempo", según Stephen Cook, un especialista en Turquía del no gubernamental Consejo de Relaciones Exteriores. Destacó que un enviado nombrado por Bush el año pasado para tratar este tema con las autoridades en Ankara renunció hace poco frustrado por la falta de interés del gobierno. "Los turcos no creen que estemos en condiciones de hacer algo", agregó.

Al mismo tiempo, Turquía tiene medios considerables para presionar al gobierno de Bush. Es un aliado que contribuye con 1.000 soldados a las fuerzas de ocupación en Afganistán y la base aérea de Incirlik es de importancia logística vital para las operaciones de Estados Unidos en Iraq.

La semana pasada el gobierno de Bush presionó al Congreso legislativo de este país para que no aprobara una resolución declarando que la matanza de 1,5 millones de armenios por parte del ejército turco, durante la Primera Guerra Mundial, fue un "genocidio". Lo hizo luego de que Ankara sugiriera que iba a restringir el acceso a la base aérea si los legisladores seguían adelante con sus planes.

Washington tampoco puede influir mucho sobre los kurdos iraquíes. Por un lado, porque prácticamente ha descartado la posibilidad de desplegar tropas en el Kurdistán, donde se refugian las guerrillas del PKK y, por el otro, porque se cree que los insurgentes cuentan con un importante apoyo en la población de esa región.

"Una acción estadounidense contra el PKK puede ser tan desestabilizadora como una incursión turca", según Parris.

La estrategia de crear un ejército iraquí capaz de asumir las funciones que hasta el momento han desempeñado las tropas de Estados Unidos, agregó, depende de la voluntad de las autoridades del Kurdistán para proporcionar reclutas, en especial del gobernador de esa provincia, Mustafa Barzani.

"Estamos atados de pies y manos en nuestra relación con Barzani", dijo Cook.

El gobernador estaría buscando cobrar un alto precio a cambio de actuar contra el PKK. Por ejemplo, podría pedir que se convoque a un referéndum para decidir la incorporación al Kurdistán de Kirkuk, que cuenta con una importante riqueza petrolera. Turquía se opone abiertamente y si se avanza en esa dirección Ankara podría tomar la decisión de invadir.

Washington ha tenido éxito en su objetivo de postergar ese referéndum, que debería haberse realizado este año según la Constitución iraquí aprobada en 2007. El gobierno de Bush teme que pueda provocar violencia étnica en la región y la posible respuesta militar de Turquía.

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