BIODIVERSIDAD: Cazadores de genes acechan el Pacífico

Las islas del Pacífico son desde hace tiempo blanco favorito de «cazadores de genes», investigadores inescrupulosos y «biopiratas», que sacan provecho no sólo de su rica flora y fauna, sino también de sus pobladores.

Empresas de biotecnología patentaron genes de los habitantes de la región sin que estos dieran su consentimiento. Por ejemplo, las células T (principales responsables de la respuesta inmunológica del organismo) de la tribu Hagahai, de Papúa-Nueva Guinea, pueden comprarse hoy vía internet por 216 dólares.

En 2002, los pobladores de las Islas Cook casi se convirtieron en conejillos de Indias de un experimento para transplantar células de cerdos a humanos.

Si esa investigación se hubiera concretado, virus que afectan a los cerdos se habrían expandido a las personas, según el libro "Pacific Genes and Life Patents" ("Genes del Pacífico y patentes de vida"), editado en forma conjunta por el proyecto indígena Llamado de la Tierra-Call of the Earth y la Universidad de las Naciones Unidas.

Llamado de la Tierra es una iniciativa independiente indígena en defensa de los derechos de propiedad intelectual y el conocimiento tradicional.
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"El libro es un catálogo de actividades antiéticas en la región del Pacífico", dijo Aroha Mead, profesora de la neozelandesa Universidad de Victoria y coeditora del trabajo, presentado el mes pasado.

"Ha habido un mal comportamiento. Muchos investigadores extranjeros tienen una actitud colonialista", dijo Mead a IPS.

La ausencia de reglamentaciones y la ignorancia sobre las últimas tecnologías en genética y leyes de patentes han convertido a la región en uno de los principales focos de interés de los cazadores de genes que, como los barcos de pesca a gran escala, arrasan con todo lo que encuentran, y luego reclaman derechos de propiedad intelectual sobre lo que imaginan pueda tener algún valor comercial, explicó la académica.

"Los genes son recursos clave en el nuevo mundo de la bioeconomía, y el aislamiento y la diversidad de las naciones del Pacífico las hace particularmente atractivas", escribió en el libro Te Tika Mataiapo – Dorice Reid, jefe tradicional de las Islas Cook.

La moderna bioeconomía ha chocado con los valores culturales tradicionales y espirituales del Pacífico Sur, agregó en su aporte.

Uno de los primeros de estos enfrentamientos se produjo en 1990. Sin informar a las comunidades ni las autoridades locales, el gobierno de Estados Unidos intentó patentar muestras de ADN (ácido desoxirribo nucleico) tomadas a integrantes de la tribu Hagahai en Papúa-Nueva Guinea y las Islas Salomón.

Aunque finalmente no fueron patentadas, las muestras siguen siendo usadas y hasta vendidas.

"En las culturas del Pacífico Sur, una planta es un ancestro viviente, e incluso una gota de sangre mantiene el espíritu de vida luego de haber sido extraída por un investigador o haber sido sintetizada para aislar el ADN", explicó A.H. Zakri, director del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de las Naciones Unidas, con sede en la central ciudad japonesa de Yokohama.

"Esperamos que este libro ayude a mejorar la comprensión internacional" sobre estos valores profundamente arraigados, añadió.

"Las plantas y animales no son vistos como meras entidades físicas y biológicas, sino que son la encarnación de espíritus ancestrales", escribió el coeditor Steven Ratuva, de la Universidad del Pacífico Sur, de Fiji.

En la cosmogonía de los pueblos originarios de Fiji, los materiales genéticos que componen la flora y la fauna son parte del círculo de vida y por tanto sagrados. Las plantas medicinales son consideradas propiedad común y disponibles para todos.

También se han patentado extractos de muchas plantas que los isleños han usado durante miles de años, entre ellas la malanga.

"Las patentes no son herramientas para la investigación humanitaria, sino que son útiles para el comercio y los derechos de propiedad exclusiva, y sirven para indicar a los demás que se aparten 'porque esto es mío, yo lo adquirí'", escribió Mead.

"Estas acciones violan valores tradicionales de los isleños, gracias a los cuales todos se benefician del uso de una planta, tanto personas, como familias y comunidades", agregó.

Los habitantes de las islas del Pacífico sufren de tasas muy altas de diabetes tipo 2, y en 2002, algunos investigadores aseguraron que transplantar células de páncreas de cerdo a los enfermos podría curarlos. Sin posibilidades de evaluar apropiadamente la propuesta de tal experimento, el gobierno aceptó. La comunidad médica internacional objetó la idea y luego, líderes indígenas nativos protestaron, escribe Reid.

Los estados insulares del Pacífico por lo general no están al tanto de los desarrollos de la biotecnología y de las reglas internacionales para controlar el impacto social, legal y ético de esas nuevas tecnologías, agregó.

"Es muy difícil para las comunidades pobres rechazar las propuestas de investigación que vienen acompañadas de promesas de servicios de salud gratuitos y otras cosas como contrapartida de las muestras de sangre o de ADN", dijo Mead.

Una solución sería crear una oficina de propiedad intelectual para el Pacífico que estudie las solicitudes de patentes y marcas comerciales, y que esté bien informada, de manera que pueda evaluar las peticiones de forma más crítica y respetando los valores culturales tradicionales de la región.

Las Islas Cook acaban de poner en marcha una oficina que revisará las propuestas de investigación, dijo Mead. "Esto es un buen paso adelante. Espero que más gobiernos hagan esto", añadió.

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