El presidente de México, Felipe Calderón, recibió este martes a su par de Estados Unidos, George W. Bush, con críticas a sus políticas migratorias y antinarcóticos y apostillando, desde su oficina de prensa, que el visitante es un mandatario en declive.
En la ceremonia de bienvenida, Calderón atacó el plan de construir un muro en la frontera de Estados Unidos con México y pidió a su vecino más acciones contra el consumo de drogas. Bush repitió por su parte lo que había anunciado ya en su gira latinoamericana: que trabajaría por una reforma migratoria integral y por más comercio e inversión.
La visita de dos días a México, última escala de un periplo que incluyó Brasil, Uruguay, Colombia y Guatemala, fue interpretada por algunos observadores como un intento de afianzar los lazos de Washington con un gobierno alineado a sus intereses e ideología.
Empero, aún antes de recibir a su visitante, el conservador Calderón reclamó a través de varias declaraciones más medidas contra el narcotráfico y criticó la construcción del muro fronterizo, además de aseverar que jamás sería usado como "ariete" para atacar a gobiernos latinoamericanos de izquierda o poco afines a Washington.
Además, la oficina de prensa del mandatario mexicano distribuyó a los periodistas una carpeta en la que se afirma que Bush se encuentra en una etapa de "creciente impopularidad" y que su país vive ya un clima electoral con varios aspirantes a suceder al mandatario en enero de 2009, cuando terminará su segundo periodo.
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El gobierno de Calderón hace bien en criticar las políticas de Washington y en no generar expectativas falsas frente a la visita de Bush, dijo a IPS la politóloga María Amparo Casar.
Bush es considerado ya un "lame duck" (pato cojo, en inglés), expresión que usan los analistas estadounidenses para referirse a gobernantes que llegan a la última etapa de su gestión con escaso poder, dijo Casar, del Centro de Investigación y Docencia Económicas.
La presencia de Bush en la ciudad de Mérida y sus alrededores, en la sudoriental Península de Yucatán, dio lugar a un amplio esfuerzo de seguridad que impidió a los manifestantes acercarse a los mandatarios. Protestas y medidas similares han marcado todo el trayecto del estadounidense, iniciado en Brasil el jueves 8.
La oposición izquierdista mexicana pretendió este martes regalar a Calderón una pequeña alfombra para que no se lastimara al "arrodillarse" ante su par de Estados Unidos, dijeron sus portavoces.
Pero más allá de este episodio casi humorístico, legisladores de diferentes partidos reconocieron que Calderón, en funciones desde diciembre, no se mostró alineado ni incondicional a Bush.
En declaraciones al diario de izquierda La Jornada, Calderón señaló que jamás atacaría a la izquierda latinoamericana por pedido de Washington y que durante su gobierno México buscaría un liderazgo regional con características de "ponderación, equilibrio y sensatez".
El mandatario advirtió que no albergaba grandes expectativas ante su encuentro con Bush, pero exhortó a Estados Unidos a valorar su relación con México como "la más importante para ellos". Además, dejó constancia de su pretensión de mejorar sus relaciones con Cuba e incluso de visitar a Fidel Castro, el jefe de Estado retirado del poder por razones de salud.
Para el columnista y politólogo Sergio Aguayo, al gobierno de Calderón le falta definir con claridad cómo será su relación con Estados Unidos. Pero la visita de un presidente "tan débil" como Bush no ayuda a avanzar hacia ese objetivo, opinó.
México y Estados Unidos, que comparten una frontera de 3.200 kilómetros, tienen una compleja relación, marcada con periódicas tensiones por el comercio, la migración, el narcotráfico y los problemas ambientales.
Desde inicios del siglo pasado, se han sucedido más de 70 visitas de mandatarios estadounidenses a México. Ésta de Bush quizás sea la más intrascendente, estimó Aguayo.
Las relaciones bilaterales entraron en una etapa de enfriamiento tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, frialdad que no pudo atenuarse ni con la presuntamente estrecha amistad de Bush y el entonces presidente Vicente Fox (2000-2006).
Aunque México se solidarizó con Estados Unidos por haber sufrido esos ataques, se negó a apoyar a Washington en su invasión a Iraq, en 2003.
En octubre del año pasado, Bush firmó una ley que dispuso ampliar de 112 a 1.226 kilómetros las barreras levantadas en la frontera con México. Sin embargo, la norma podría ser modificada a raíz de que el opositor Partido Demócrata, ganador en las elecciones legislativas de noviembre, propuso otras estrategias para abordar el delicado asunto de la inmigración indocumentada.
Bush se manifiesta decidido a hacer todo lo que esté a su alcance para obtener una reforma integral a las leyes migratorias. No obstante, continúan los trabajos de reforzamiento de las barreras fronterizas.
La ley sobre la construcción del muro, proyectado como una doble barda con un corredor vehicular interno, autoriza a poner en funcionamiento nuevas cámaras de vídeo, sensores y aviones no tripulados de vigilancia, así como elevar de 13.300 a 14.800 la cantidad de agentes de la Patrulla Fronteriza estadounidense.
Quienes proponen una reforma migratoria, señalan que esos controles se mantendrán, pero que se necesitan vías para la legalización de entre 10 y 12 millones de inmigrantes indocumentados que viven en Estados Unidos, la mayoría de origen latinoamericano.
El gobierno de Calderón ha prometido que trabajaría por obtener una reforma migratoria amplia, pero advirtiendo que el asunto no será el centro de sus relaciones y negociaciones con Washington, como le sucedió a Fox.
Unos 500.000 inmigrantes ingresan cada año sin permiso a Estados Unidos, a pesar de todos los controles, mientras 1,5 millones son detenidos y deportados.
De América Latina y el Caribe proceden, por nacimiento y ascendencia, unos 40 millones de habitantes de Estados Unidos. La mayoría son mexicanos.
