FÚTBOL-ALEMANIA: Turcos hinchan por la selección de Klinsman

Una bandera de Alemania del tamaño de una gran toalla ondea en el escaparate de la panadería de Anadou, uno de los muchísimos puntos de encuentro de los inmigrantes turcos en el centro de Berlín.

Parcialmente escondida tras la bandera a franjas negra, roja y dorada de Alemania, se asoma, mucho más pequeña, la bandera turca.

"Hinchamos todos por Alemania", señaló el dueño de la panadería, Bayram, quien, a pesar de haber llegado hace 30 años a este país, apenas habla alemán.

Hombres turcos, acodados en mesas bajo la ondeante bandera alemana, charlan y beben café al sol.

Bayram, igual que muchos de sus compatriotas, tiene la esperanza de volver algún día a su país. Pero no ambiciona un pasaporte alemán y pasa la mayor parte del tiempo entre turcos. En cuanto a la Copa Mundial de la FIFA 2006, está cien por ciento a favor de la selección que dirige Jürgen Klinsman.
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En Alemania viven más de dos millones de turcos, la mayor comunidad de inmigrantes en este país donde casi nueve por ciento de los 82 millones de habitantes son extranjeros.

Como muchos inmigrantes, los turcos llegaron a Alemania en busca de empleo tras el auge económico posterior a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Muchos se establecieron definitivamente en el país europeo, al mismo tiempo que conformaron una comunidad sólida. Aun después de la tercera e incluso la cuarta generación, los alemanes de origen turco mantienen fuertes vínculos con su país de origen. Se consideran a sí mismos más turcos que alemanes.

A medida que avanza el campeonato de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado), muchos turcos hinchan a gritos por su país de residencia, especialmente porque Turquía quedó fuera del campeonato.

En Kreuzberg, un barrio de Berlín apodado Pequeño Estambul por su gran población turca, la fiebre por el fútbol es contagiosa. En el populoso mercado turco que se instala en sus calles dos veces por semana, la bandera "schwarz-rot-gold" (negra, roja y dorada) cubre los puestos de venta de especias y aceitunas.

Los festejos nacionales por el triunfo del sábado de Alemania ante Suecia por dos a cero se tornaron multiculturales.

Minutos después de finalizado el partido, los inmigrantes, incluidas mujeres con velo, se incorporaron a los vehículos adornados con la bandera alemana —muchas veces junto a la turca o a la de países árabes— que circularon por las ciudades, alentando a gritos y haciendo sonar las bocinas.

Con las minorías alentando al equipo nacional de fútbol, se vive un inusual sentimiento de unidad en una nación que, como otras en Europa, lucha por integrar a los inmigrantes.

La unidad que se vive es un cambio bienvenido en Alemania donde la integración de inmigrantes este año ha sido un asunto candente, avivado por la violencia desatada en un centro de enseñanza secundaria con mayoría de estudiantes extranjeros.

También dejó un doloroso escozor el caso de "asesinato por honor" de un turco que mató a su hermana por llevar un estilo de vida demasiado occidental para su gusto.

La respuesta de los inmigrantes ante el torneo de fútbol fue bien recibida tras la amenaza de violencia racista que ensombreció la preparación de la Copa Mundial.

"Nos tomó por sorpresa", señaló Eren Unsal, la portavoz de la TBB, una organización de la comunidad turca. "Es un signo positivo que haya tanta solidaridad con el equipo nacional de fútbol. Es un mensaje fuerte respecto de la identificación de la gente con Alemania."

Los turcos que viven en Berlín quedaron aliviados de que Alemania no se enfrentara con Turquía en el campeonato. Ese partido podría haber provocado un quiebre en la lealtad de muchos alemanes de origen turco, sin mencionar el posible dolor de cabeza que el mantenimiento de la seguridad en esa jornada deportiva hubiera dado a la policía, señaló.

El equipo de fútbol alemán no ha reflejado en los últimos años el gran peso que tiene la comunidad turca en este país, a excepción del ex integrante de la selección Mehmet Scholl, de padre turco, del club Bayern Munich.

El hecho llama la atención, dada la diversidad de orígenes en el equipo alemán. Casi un cuarto de los jugadores son descendientes de extranjeros, de Suiza, Ghana y Polonia, de donde procede su preciado delantero, Miroslav Klose.

Muchos destacados jugadores de origen turco, que podrían sacar la ciudadanía alemana, prefirieron jugar para Turquía, en parte por la política de la Asociación de Fútbol Turco para atraer jugadores con actividad europea y en parte por la amplia discriminación en el fútbol alemán, indicó una organización de inmigrantes.

Eren Unsal espera que el equipo alemán incluya en el futuro jugadores turcos, porque sería un modelo de conducta de suma importancia para esta comunidad.

Organizaciones no gubernamentales y expertos en inmigración tienen dudas de que el deporte sea la única forma de realizar avances en las nuevas sociedades.

"Al jugar al fútbol, los inmigrantes pueden expresar su idiosincrasia sencillamente y conocer otra gente. El fútbol alivia las tensiones de la vida cotidiana y ayuda a construir puentes", sostuvo en un comunicado de prensa la organización Floodlight que lucha contra el racismo en el fútbol.

Floodlight integra la red paneuropea Fútbol Contra el Racismo en Europa (FARE) que, junto con la FIFA y los organizadores locales de la Copa Mundial en Alemania, gestionan proyectos antirracistas dentro y fuera de los estadios.

Esa red aborda la discriminación de raíz, coordina actividades deportivas con jóvenes alemanes de origen extranjero. En el transcurso del campeonato mantiene una línea telefónica directa para que los fanáticos denuncien hechos de racismo y distribuyen 35.000 revistas para aficionados al fútbol.

Por el momento, los organizadores están impresionados y aliviados de la tranquilidad con que transcurre el campeonato, pero la experiencia demuestra que la armonía que se vive durante este tipo de torneos es de corta duración.

En la Copa Mundial de la FIFA 1998 realizada en Francia, el étnicamente mixto y triunfante equipo francés hizo que se hablara de los avances y de la gran aceptación de la realidad multicultural de la sociedad francesa.

Sin embargo, las esperanzas se desvanecieron rápidamente ante el endurecimiento de las leyes inmigratorias y de la violencia desatada en los suburbios de Paris, en el otoño boreal pasado, develando la tensión racial subyacente.

Unsal teme que la euforia multicultural sea demasiado buena como para durar.

"Es difícil que la Copa Mundial genere mejoras a largo plazo", señaló. "Ahora, el ambiente es muy bueno, lamentablemente, sólo se necesitan algunas chispas para que todo cambie de un día para otro."

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