ENERGÍA-AUSTRALIA: El círculo vicioso del uranio

Si Australia aumenta sus exportaciones de uranio, en especial a China e India, alentaría la instalación de vertederos de residuos nucleares en su propio territorio y una carrera armamentista en Asia, advirtieron expertos.

"Nuestros controles a las exportaciones están tan degradados que no podríamos saber con certeza dónde termina nuestro uranio", dijo el ex embajador australiano en México, Corea del Norte y Vietnam Richar Broinowski, actual profesor de la Universidad de Sydney.

El primer ministro John Howard manifestó en mayo, ante empresarios mineros australianos, la necesidad de "un debate exhaustivo" sobre la capacidad de Australia en todas las etapas del ciclo de producción de combustible nuclear.

El gobernante realizó tales afirmaciones luego de reunirse en Washington con el presidente George W. Bush, ocasión en que discutieron la Alianza Global sobre Energía Nuclear propuesta por Estados Unidos.

La iniciativa tiene la intención de facilitar la expansión de la energía nuclear, al tiempo que establecería contratos de "arrendamiento de uso" de uranio a las compañías de energía, de modo que los exportadores deberían aceptar el regreso a su territorio de los residuos.

La senadora de Los Verdes de Australia Christine Milne dijo la semana pasada que el plan de Bush convertiría a Australia en el vertedero de residuos nucleares preferido por las compañías de energía de todo el mundo.

"La clave de la alianza propuesta por el presidente Bush es encontrar un vertedero de residuos nucleares de alto nivel que tome la basura del consorcio", explicó Milne ante sus pares en el Senado.

El plan implica un enorme riesgo político para Howard. En 1998, se conoció la propuesta de un consorcio británico, Pangea Resources, para establecer un vertedero de residuos nucleares en el sur o en el occidente de Australia. El gobierno de Howard debió tomar distancia de la iniciativa por las críticas de la oposición.

La instalación de un vertedero afrontaría hoy formidables obstáculos legislativos. En los años 80 hubo un intenso movimiento contra la construcción de centrales nucleares, que obligó a los gobiernos provinciales a prohibir el transporte, almacenamiento y disposición final de residuos.

Al mismo tiempo que las comunidades se oponen a estas iniciativas, grandes empresas ven beneficios en la expansión de la energía nuclear.

Compañías de matriz estadounidense, como General Electric y Westinghouse, procuran vender reactores a China e India, y las firmas mineras de Australia y Canadá intentan firmar contratos de largo plazo para abastecerlos.

Hoy existen apenas tres minas de uranio en Australia, bajo fuerte vigilancia de ambientalistas. Pero una de ellas, la de Roxby Downs, en el sur del país, podría triplicar su producción, según los cálculos de su propietaria, BHP-Hilton. Eso la convertiría en la mayor del mundo.

La firma Rio Tinto opera la mina de uranio de Ranger, en la provincia del Territorio Septentrional, pero tiene reservas limitadas.

El plan original de la empresa, abortado por la oposición de hacendados y ambientalistas, era dedicarse al procesamiento de mineral de la cercana mina de Jabiluka, rodeada por el mundialmente famoso parque nacional Kakadu.

A comienzos de este año, cuando el primer ministro chino Wen Jiabao visitó Canberra, se conoció un acuerdo por la venta de uranio a la potencia asiática, que hoy cuenta con nueve reactores nucleares, dos en construcción y planes para instalar hasta 30 más.

Por su parte, India ha sugerido que planifica instalar hasta 28. Ambos países asiáticos buscan fuentes de uranio, y en otros lugares del mundo cunde el temor porque los dos poseen armas atómicas.

China afronta una escasez de uranio para sus programas civiles y militares, declaró el embajador en Australia, Fu Ying, ante empresarios mineros con los que se reunió en Melbourne.

Las implicaciones son claras, según Broinowski. "El suministro de uranio australiano liberaría las extraídas en China, pues Beijing las usaría en sus programas militares", afirmó.

La expansión del programa nuclear indio también es un asunto urticante. El presidente Bush tiene un camino cuesta arriba para lograr que el Congreso legislativo estadounidense remueva los obstáculos legales que permitan la venta de tecnología nuclear a India.

Bush acordó con el gobierno de Manmohan Sing someter apenas 14 de los 22 reactores nucleares al escrutinio de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA).

Howard ha manifestado su apoyo a su par estadounidense.

"Por primera vez, buena parte de las instalaciones nucleares de India serán sometidas a inspección internacional", dijo.

Pero Broinowski advirtió que "Estados Unidos no se ha asegurado un compromiso firme para que India deje de producir material físil dirigido a armas nucleares". "Están recompensando a India por su mal comportamiento." (

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