Una brutal agresión contra un alemán negro que ahora lucha por su vida, reavivó la preocupación y la polémica en Alemania sobre el extremismo de ultraderecha y la xenofobia.
Ermyas M., un ingeniero de 37 años descendiente de etíopes, fue atacado a golpes en la mañana del día 16 cuando esperaba el tranvía en la parada de Potsdam, ciudad vecina a Berlín en el oriental estado de Brandemburgo.
Sus atacantes lo llamaron "nigger", expresión despectiva hacia los negros, y lo golpearon en el suelo con una botella.
La víctima, casada y con dos hijos pequeños, está ahora en estado de coma pues sufrió graves lesiones en el cerebro.
El ataque desencadenó un debate político y manifestaciones en Potsdam, pues se convirtió en un duro recordatorio de un problema latente en Alemania.
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Desde la reunificación alemana en 1990, más de 100 personas han sido asesinadas por la violencia racista. En muchos pueblos y ciudades alemanas, los grupos neonazis realizan protestas periódicas contra los extranjeros.
En Potsdam, la inseguridad prevalece.
"Hasta ahora teníamos una atmósfera en la que los residentes, incluyendo a los negros o personas de otras razas (no blanca), podían salir de noche sin temor. Pero ahora eso ha cambiado", dijo el alcalde de Potsdam, Jann Jakobs, al periódico SüddeutscheZeitung..
Dos hombres, de 29 y 30 años, fueron detenidos como sospechosos de la agresión, pero aún no está claro si tienen algún vínculo con una organización de extrema derecha.
Anetta Kahane, presidenta de la Fundación Amadeu Antonio, una organización defensora de los derechos humanos cuyo nombre honra a un angoleño asesinado en 1990 por "skinheads" (cabezas rapadas) en Brandemburgo, señaló que el ataque en Potsdam es sólo la punta del iceberg.
"Para los extranjeros que viven en Alemania, este problema es constante. Luego del último ataque, las potenciales víctimas están más temerosas, pero también hay alivio porque todas las discusiones indican que ya no están solas con su angustia", dijo Kahane a IPS.
En diciembre se registraron 818 delitos cometidos por ultraderechistas en Alemania, de los cuales 57 fueron violentos, indicó Petra Pau, del Partido Izquierdista.
Mientras, en su informe anual, la agencia de inteligencia interna alemana señaló que 10.000 extremistas de derecha se preparan para cometer actos violentos.
La violencia racista se intensificó en Alemania durante los años siguientes a la reunificación.
Entre los peores ataques, se destaca el incendio en 1992 de un hostal que albergaba a inmigrantes solicitantes de asilo en la oriental ciudad de Rostock. El incidente conmovió a los habitantes del lugar, que aplaudieron cuando los extranjeros lograron huir de las llamas.
Un año después, cinco miembros de una familia turca murieron cuando su hogar fue incendiado en la occidental ciudad de Solingen.
Estos crímenes fueron seguidos por una indignación general, medidas drásticas de la policía y campañas de información gubernamentales para promover la tolerancia, pero la violencia racista continúa, sobre todo en el este.
Los ataques xenófobos y antijudíos son más frecuentes en los estados orientales de Brandemburgo, Sajonia-Anhalt y Berlín, según estadísticas oficiales. El desempleo y la inestabilidad económica y social en esta región tras la reunificación son considerados los elementos generadores de la violencia.
Hoy, muchos negros y extranjeros evitan viajar al este, y quienes residen allí sufren el racismo a diario.
Richard Agyepong, un ganés de 29 años que estudia en Potsdam, explicó al periódico TAZ, de Berlín, los esfuerzos que debe hacer para evitar problemas. Nunca sale solo por la noche, nunca responde insultos o burlas en la calle y siempre se asegura de no perderse en su camino.
Muchas personas están expuestas a la furia racista. Alrededor de ocho por ciento de la población, de 81 millones de habitantes, tiene pasaporte extranjero.
En las últimas semanas, resurgió el debate político sobre la integración social de los inmigrantes, en especial impulsado por el polémico caso de unos hermanos turcos acusados de haber asesinado a su hermana porque había adoptado el "estilo de vida alemán".
Varios líderes políticos instaron a los inmigrantes a hacer más esfuerzos para adaptarse a la sociedad alemana.
Pero, mientras el país reacciona con indignación ante el último ataque de Potsdam, está cada vez más claro que la intolerancia aumenta.
Un estudio de la Universidad de Bielefeld (oeste) indica que la xenofobia crece. La investigación concluye que 61 por ciento de los alemanes creen que hay "demasiados extranjeros" en el país, seis por ciento más que en 2002.
En el campo político, la opinión está dividida. Dos importantes líderes políticos de derecha sugirieron que el último ataque no tenía necesariamente motivos raciales, a pesar de que se poseen registros de una conversación grabada en una máquina contestadora en que los agresores llamaban a su víctima "nigger" y "cerdo".
El ministro del Interior, Wolfgang Schaeuble, coincidiendo con comentarios de autoridades de Brandemburgo, advirtió sobre el peligro de sacar conclusiones apresuradas, y señaló que lo único claro al momento es quién sufrió la agresión.
"Las personas rubias y de ojos azules también son víctimas de ataques, a veces por un agresor que ni siquiera tiene ciudadanía alemana", dijo Schaeuble en una entrevista radial.
Claudia Roth, líder del Partido Verde, dijo que estos comentarios eran indignos de un ministro del Interior.
"Relativizar un ataque racista como éste comparándolo con ataques contra 'personas rubias y de ojos azules' es algo cínico y aborrecible", afirmó.
Kahane, de la Fundación Amadeu Antonio, destacó la atención periodística y política prestada al caso, pero exhortó a la población a hacer más contra la violencia xenófoba y subrayó la responsabilidad de cada ciudadano.
"En el oeste, la personas acusan al este. En el este, las personas acusan al oeste. Todos hablan sobre este último ataque trágico, pero nadie se cuestiona a sí mismo y a sus propias actitudes, ni asume su responsabilidad. Es tiempo de encarar este problema en forma seria", afirmó.
