Mientras el Congreso de Estados Unidos estudia el proyecto de ampliación del muro en la frontera mexicana para mantener a los extranjeros lejos, los inmigrantes inyectan sangre fresca al anémico movimiento sindical de este país.
Un ejemplo de ello es la adhesión de unos 4.700 trabajadores de limpieza de edificios al Service Employees International Union (SEIU, Sindicato Internacional de Empleados de Servicios). Este personal, que ejecuta más de 60 por ciento de esas tareas en la meridional ciudad de Houston, comenzará próximamente a negociar un contrato con sus patrones.
Houston es el último eslabón de una serie de campañas conocidas como Janitors For Justice (Personal de Limpieza por la Justicia), que han posibilitado la sindicalización de 225.000 trabajadores del sector en 29 ciudades durante las últimas dos décadas, según el SEIU.
En muchas urbes, los encargados del mantenimiento de los edificios y los organizadores de los sindicatos son en su mayoría inmigrantes con poco tiempo en el país, muchos de ellos llegados de México y de América Central.
La victoria de Houston fue particularmente significativa porque los trabajadores de ese meridional estado de Texas y del resto del sur de Estados Unidos están menos sindicalizados que en otras partes del país.
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Los limpiadores de edificios de Houston no tienen cobertura médica y la mayoría trabaja medio horario sobre una base de 5,25 dólares la hora, apenas 10 centavos de dólar por encima del salario mínimo federal.
"Todos en nuestra división del SEIU enviaron organizadores y recursos para ayudar en Houston", dijo Sergio Salinas, presidente del Local 6 en Seattle. "Fue un esfuerzo nacional combinado", agregó el dirigente, quien cree que esta campaña tiene "importancia histórica" en tanto es un importante avance de los sindicatos en el sur.
La cantidad de afiliados al sindicalismo en general en Estados Unidos es hoy de apenas 12,5 por ciento de la fuerza laboral, mientras que en 1983 era de 20,1 por ciento. En el sector privado, hoy apenas alcanza a 7,9 por ciento de los empleados, alrededor de la mitad del guarismo de 1983.
De los pocos sindicatos que continuaron organizándose agresivamente, muchos están en el sector servicios y se centran en los inmigrantes sin importar su estatus legal.
Entre ellos está el SEIU que, con miembros principalmente en servicios vinculados a las propiedades, la atención a la salud y el sector público, se convirtió en el sindicato más grande y de más rápido crecimiento en Estados Unidos, con 1,8 millón de afiliados. Los inmigrantes equivalen a dos tercios de esa cifra, estima Salinas.
El SEIU es un importante proponente de una clase de internacionalismo cada vez más visible en el movimiento obrero estadounidense.
En lugares donde los sindicatos más conservadores ignoraron o excluyeron históricamente a los inmigrantes, ahora cambios demográficos en la fuerza laboral, virajes en la economía del país y un entorno político hostil impulsaron a estas organizaciones a dar la bienvenida a la fuerza laboral extranjera.
Entre otros sindicatos con grandes cantidades de inmigrantes están el United Food and Commercial Workers (Trabajadores Unidos del Comercio y los Alimentos), Unite-Here, la fusión de Unite, el sindicato del tejido, textiles y empleados industriales, con HERE, que reúne a los empleados de hoteles y restaurantes, y también United Farmworkers (Productores Rurales Unidos), entre otros.
Esas asociaciones y la Unión de los Teamsters se escindieron en junio pasado de la principal confederación sindical estadounidense, la AFL-CIO, para formar una coalición llamada Change to Win (Cambio Para Ganar).
Estos sindicatos, que involucran a unos cinco millones de trabajadores, se comprometieron a concentrar mucho más esfuerzo y dinero en la organización. La AFL-CIO y algunos sindicatos miembro también reconocieron la necesidad de expandir agresivamente las afiliaciones.
Esta globalización interna es en buena medida una respuesta a una fuerza laboral en la que inmigrantes, tanto documentados como irregulares, son una creciente fuente de energía.
En muchas áreas del país, los trabajos de salarios bajos en ciertas partes de la economía son realizados principalmente por trabajadores latinoamericanos o procedentes de Asia, África y de Europa oriental.
En el sector servicios, estos incluyen servicios de propiedades, hoteles y restaurantes, servicios de alimentación, atención a la salud, cuidados durante el día, lavaderos y personal de apoyo educativo. Las otras áreas incluyen a los sectores de la construcción, el empaquetado de carnes y aves y la manufactura de vestimenta. En varios de ellos, la mayoría de los trabajadores son mujeres.
Una porción significativa de los nuevos reclutamientos sindicales son trabajadores y trabajadoras inmigrantes, según Kate Bronfenbrenner, de la Universidad de Cornell.
"En general, los inmigrantes recientes son más receptivos a los sindicatos que los estadounidenses nativos, particularmente aquellos que tuvieron experiencia sindical en su propio país", observó.
A medida que sus filas se expanden, algunos de esos trabajadores inmigrantes han asumido posiciones de liderazgo en sus respectivas organizaciones.
Tanto las bases como los líderes han aportado al movimiento sindical estadounidense una gran experiencia, sofisticación política y actitudes hacia la acción colectiva.
Pero los inmigrantes, en especial los indocumentados, pueden ser particularmente vulnerables a las presiones de los empleadores.
En más de la mitad de las campañas de organización que involucran a trabajadores indocumentados, Bronfenbrenner halló que los empleadores los amenazan con la deportación, una manera muy efectiva de debilitar la sindicalización.
"Dos cosas son verdad. Una es que muchos inmigrantes temen organizarse por miedo a la deportación, de ahí la demora en sindicalizarse en muchos lugares de trabajo y comunidades", apuntó.
"En segundo lugar, hay que destacar que muchos inmigrantes son los organizadores más activos y menos temerosos, llevando nuevos sindicatos a muchos lugares de trabajo y comunidades", explicó.
"El desafío para los sindicatos es encontrar y movilizar al grupo dos para traer suficiente cantidad del grupo uno para su lado", agregó.
Un informe de Human Rights Watch y Lance Compa citó a un trabajador de El Salvador en una planta de empaquetamiento de carne: "La empresa tiene policías armados dando vueltas para intimidarnos. Es especialmente atemorizante para aquellos de nosotros que somos de América Central, pues de donde nosotros venimos la policía les dispara a los sindicalistas", narró.
Cuando David Ayala, un inmigrante salvadoreño dirigente de la SEIU en Portland, en el occidental estado de Oregon, habla con los trabajadores, les pregunta: "¿Qué soñaba? ¿Por qué vino aquí? ¿Por qué cruzó la frontera? ¿Por qué casi muere? Ahora usted está ganando 5,25 dólares por hora sin ninguna seguridad social. ¿Es por eso que vino aquí?".
En el pasado, los trabajadores indocumentados fueron un punto de contención para el trabajo organizado, pero la caída de la afiliación y la afluencia de inmigrantes no autorizados ha llevado a que más sindicatos reciban a todos los trabajadores, más allá de su situación legal.
Según Ayala, la derecha los llama "aliens", palabra que puede traducirse como "extranjeros", pero también como "alienígenas". "¿Qué es un 'alien'? No es un ser humano, es alguien del espacio exterior. Así que cuando el público oye 'oh, un alien', no piensa en un ser humano, en alguien que tiene una familia, que es una buena persona", dijo.
La internacionalización de los trabajadores en Estados Unidos tiene lugar en medio de una creciente xenofobia en algunos lugares.
Una organización de vigilancia llamada Minutemen recibió amplia publicidad por sus esfuerzos ad hoc para controlar las fronteras canadiense y mexicana.
Mientras, es probable que el Senado modifique el proyecto de inmigración puesto a estudio tras ser aprobado por la Cámara de Representantes con disposiciones clave favorecidas por la extrema derecha, que incluye la ampliación del muro en la frontera con México.
El proyecto, que en algunos aspectos es más restrictivo que las propuestas del gobierno del presidente George W. Bush, criminalizará a quienes viven en Estados Unidos sin documentos y asistirá a aquellos que los tienen, y también intensificará los requisitos de que los empleadores verifiquen el estatus inmigratorio del empleado.
Se espera que el Congreso retome la discusión de esta asunto en febrero.
Mientras este debate se agudiza, el ingreso de inmigrantes a Estados Unidos se redujo de 1,5 millones en 2000 a 1,2 millones en 2004, según una investigación realizada por el Pew Hispanic Centre (Centro Hispánico Pew). Los inmigrantes mexicanos representan alrededor de un tercio de ese flujo.
Desde 1990, sin embargo, la proporción de extranjeros en la población de Estados Unidos escaló de ocho a 12 por ciento, según el U.S. Census Bureau (Buró de Censo de Estados Unidos), con alrededor de la mitad procedentes de América Latina.
Entre una población total de indocumentados de aproximadamente 11 millones de personas, los mexicanos representan 57 por ciento. Se estima que entre 80 y 85 por ciento de los inmigrantes mexicanos están indocumentados.