Una nueva oleada de criminales de guerra, esta vez de los Balcanes, parece buscar refugio en Argentina, donde aún no terminan de conocerse todos los casos de nazis que llegaron a este país tras el fin de la segunda guerra mundial (1939-1945).
La embajada de Serbia y Montenegro en Argentina Aires fue sorprendida esta semana por el arresto de un presunto criminal de guerra serbio que vivía desde 2003 en la occidental provincia de Mendoza.
Se trata de Nebjosa Minic, al que se lo involucra en una masacre de albaneses separatistas en 1999 en la aldea de Cuska, en la hoy provincia autónoma de Kosovo.
El embajador serbio-montenegrino Iván Salvjic dijo a IPS que desconoce si existe o no un pedido de captura en contra del detenido o si habrá solicitud de extradición judicial desde Belgrado. Tampoco conoce a Minic ni recuerda los crímenes en los que estaría involucrado.
Si de verdad es él, no tenía cargo alto en la fuerza policial. Puede ser que formara parte de una organización paramilitar o de una fuerza especial de la policía, pero no se trata de un nombre conocido por cualquier ciudadano como el de otros criminales de guerra que tenían un alto grado militar, explicó el diplomático.
El nombre de Minic surgió de investigaciones realizadas por Human Right Watch en Kosovo. Esta organización humanitaria internacional con sede en Nueva York entrevistó a familiares y sobrevivientes de los ataques serbios en diversas aldeas y ofreció fotos de policías y de elementos parapoliciales para que los testigos pudieran identificar a los responsables.
A partir de ese trabajo se conoció que en mayo de 1999, más de 40 albaneses fueron fusilados en Cuska en operaciones realizadas por el grupo parapolicial conocido como Relámpago, del que Minic formaba parte con el apodo de el muerto. La banda también robaba, violaba mujeres, saqueaba y quemaba las aldeas.
Miembros de Human Right Watch entrevistaron a personas que reconocieron la imagen de Minic como uno de los asesinos de seis miembros de una misma familia en junio de ese año en la misma aldea. El acusado además de robar joyas y dinero a esa familia, fue señalado por su rostro y sus tatuajes en el torso y en los brazos.
La Dirección de Inteligencia Criminal de Mendoza recibió en marzo una denuncia anónima sobre la presencia de Minic en esa provincia, pero bajo otro nombre. Tras dos meses de pesquisa, los oficiales argentinos lo detuvieron el 13 de este mes en el Hospital Lagomaggiore de la capital provincial, donde permanece internado y bajo arresto.
Minic había ingresado a Mendoza en septiembre de 2003 proveniente de Chile con un pasaporte a nombre de Gorán Petrovic, y con capital suficiente para adquirir una casa y abrir dos locales de venta de pizza en puntos céntricos de la capital provincial, a las que denominó La Bomba I y II.
Minic está a disposición de la justicia federal y fuertemente custodiado en el centro médico donde es tratado de una grave enfermedad. Uno de los uniformados que lo vigila reveló que el detenido admitió haber sido policía en Serbia y mucho más bravo que usted.
La noticia de su detención fue publicada en el diario mendocino Los Andes mientras la Policía Internacional (Interpol) cotejaba las huellas dactilares, que finalmente permitieron confirmar su identidad este miércoles.
El gobernador de Mendoza, Julio Cobos, informó al respecto. En tanto, el periódico Los Andes recogió una especie según la cual el ahora detenido recibía apoyo de compatriotas suyos que operaban en Sudamérica.
Salvjic aseguró desconocer aún los documentos que prueban que se trata de Minic y declaró que ignoraba si el presunto criminal tenía pedido de captura internacional. Tampoco conoce la masacre de Cuska ni el nombre de los responsables. Está a la espera de instrucciones de Belgrado, dijo.
Dicen que es él. Estamos esperando la confirmación oficial, pero aún no pudimos aclarar si alguien lo busca, y en ese caso porqué, admitió el diplomático.
Salvjic también se manifestó sorprendido por el descubrimiento y afirmó que en su embajada carecen de información oficial o no oficial acerca de la posibilidad de que haya otros criminales de guerra serbios que estén buscando refugio en este país.
Al respecto, Argentina tiene una triste historia. Al finalizar la segunda guerra mundial y durante los dos primeros gobiernos de Juan Domingo Perón (1946-1955) se alentó el ingreso clandestino al país de destacados jerarcas alemanes del nazismo como Joseph Méngele, Adolf Eichmann y Erich Priebke, todos con documentos falsos.
También se ocultaron criminales del régimen croata pronazi de Ustasa, entre ellos Ante Pavelic, acusado del exterminio de medio millón de serbios, gitanos y judíos en Croacia durante la segunda guerra mundial.
Pavelic ingresó a Argentina en 1948 con pasaporte falso y lo mismo hicieron sus principales colaboradores. Más tarde consiguieron trasladar a este país el oro guardado en el tesoro del Banco Croata en Zagreb, según la investigación del periodista argentino Uki Goñi, publicada en el libro La auténtica Odessa.
Los crímenes contra la humanidad perpetrados en la ex Yugoslavia durante la guerra de los Balcanes en la década del 90 fueron juzgados por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, creado en 1993 en La Haya. El principal enjuiciado en ese ámbito fue el ex dictador serbio Slobodan Milosevic, detenido en 2000.
Milosevic fue acusado de genocidio en Bosnia y Croacia y por instigar operaciones de limpieza étnica contra la población albanesa de Kosovo, como las que se llevaron a cabo en las aldeas del municipio de Pec, entre las que se contaba Cuska y también Ljubenic, Pavljan y Zahac.
La guerra dejó unos 250.000 civiles muertos y miles de desaparecidos. (