RELIGIÓN-AMÉRICA LATINA: Reverdece legado de Arnulfo Romero

Mientras el papa católico Juan Pablo II agonizaba este viernes, se cumplía en El Salvador la última jornada de la Semana de la Teología, celebrada para conmemorar los 25 años del asesinato del obispo Óscar Arnulfo Romero, el abanderado de los pobres.

Las comunidades indígenas y los pueblos marginados son un recordatorio para la Iglesia Católica de que sigue pendiente el compromiso con los pobres encarnado por Romero, dijo en diálogo telefónico con IPS desde El Salvador el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, ideólogo de la Teología de la Liberación.

Romero era arzobispo de San Salvador cuando fue asesinado por un francotirador mientras oficiaba misa, el 24 de marzo de 1980.

La impunidad todavía reina cumplido el 25 aniversario de esa muerte que dio a la víctima categoría de icono del catolicismo progresista de América Latina, y al que la Iglesia de El Salvador postuló a santo ante la jerarquía del Vaticano en 1994.

Después de muchos años sin avance, el Vaticano iniciará el estudio final sobre el proceso de beatificación de Romero, según anunció este viernes el postulador de la causa, el obispo italiano Vicenzo Paglia.
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Pero el presidente salvadoreño Antonio Saca volvió a negar cualquier posibilidad de reabrir la investigación sobre el asesinato, que dio paso a una guerra civil de 12 años.

El proceso de beatificación y canonización de Romero no debería verse afectado por la muerte del Papa, dijo a IPS Gutiérrez, de 77 años, quien participó de la Semana de la Teología, en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de San Salvador.

”Yo quisiera que el Papa mejorara y que la canonización fuera muy pronto, pero no me gustaría ver una relación causa-efecto en la actual situación del pontífice. Las cosas tienen su proceso. Aquí, en El Salvador, he encontrado un ambiente bien optimista en que el proceso (de beatificación) concluya”, dijo.

”Yo asistí hace 25 años al entierro de Romero. Eran días sumamente tensos. El cálculo que hicimos esa tarde de domingo (en el sepelio) fue de 40 muertos”, evocó.

”Fue la segunda misa interrumpida de Romero, la anterior fue la del lunes en que lo mataron. Para mí, estar aquí 25 años después es muy significativo. Es de una profunda alegría”, prosiguió.

Gutiérrez es autor de ”La teología de la liberación” (1971), obra traducida a varios idiomas que puso nombre a un movimiento progresista que ganó peso en la Iglesia Católica latinoamericana de los años 60 y 70.

Gutiérrez también ha escrito ”Teología desde el reverso de la historia” (1977) y ”La fuerza histórica de los pobres” (1982). Fue profesor de la Universidad Católica de Lima, y recibió el premio Príncipe de Asturias de Humanidades en reconocimiento a su trabajo con los pobres.

La siguiente es una síntesis de la entrevista.

—¿Cuál fue el aporte de monseñor Romero a la Iglesia latinoamericana?

—Romero fue un hombre sumamente comprometido, sus homilías son lo más importante que tenemos de él, su reflexión teológica. Nos ha recordado que hay que hacer una lectura histórica del cristianismo. El mensaje central de Jesús se hace historia y lleva la historia más allá de ella. Al hablar de la vida cotidiana del pueblo salvadoreño, él sentía que estaba reflexionado en el Dios que se hace presente en el prójimo y de manera particular en los más pobres. Ahí hay una veta muy grande, concreta y presentada en condiciones difíciles y dramáticas, porque ver el Evangelio encarnado en la historia fue lo que le costó la vida.

—¿Cómo absorbió la Iglesia de la región ese legado?

—En América Latina hay de todo. Merece de mi parte una preocupación por una serie de pasos que se han dado hacia atrás, de resistencias a muchas cosas hechas en años anteriores. Eso no nos debe hacer olvidar, pues sería incorrecto e injusto, que hay comunidades cristianas en cantidad, y gente que ha tomado una opción más a favor de los pobres y últimos del continente. Tenemos una presencia de un pueblo indígena, un pueblo negro, de las mujeres en América Latina, para hablar de él. Tenemos una profundización de algo que siempre fue muy importante en la teología latinoamericana, la espiritualidad. Hay una esperanza muy fuerte.

—¿Qué inclinación ve usted en los religiosos latinoamericanos ante los cambios políticos en la región y en el mundo?

—Hay de todo. Hay ciertos sectores cristianos, laicos y otros, que son más conservadores y reaccionan a ciertas cosas. Hay en la Iglesia también personas sumamente críticas, muy activas en todo lo que se está llamando el ”altermundismo”, frente al fundamentalismo político y religioso que nos presenta Estados Unidos en la actualidad. Creo que en la Iglesia latinoamericana hay mucha vida, y muchos golpes recibidos también, eso es cierto. Sin embargo, aquí estamos.

—Si Romero viviera, ¿cómo cree que sería su relación con el Vaticano?

—En vida, mucha gente no comprendió a Romero. Sin embargo, tuvo contactos en los que pudo expresar la situación de El Salvador, no muy fácil de comprender, naturalmente, en un mundo con bloques dominantes. Sin embargo, si uno ve las homilías de Romero, él dijo en varias oportunidades que regresó de Roma muy confortado. Las cosas van más allá de la vida física de monseñor Romero, hay una visita del Papa, al año siguiente de la muerte de Romero, en la que va a rezar a la tumba de monseñor. A 15 años de que se introdujo la causa de beatificación y canonización, me acaban de informar que hay muchos avances, se ha examinado toda la obra de Romero, se ha podido comprobar la ortodoxia de la ideología cristiana, y parece que las cosas van en muy buen camino.

—¿Hay hoy una Iglesia progresista en América Latina?

—La línea fue lanzada a mitad de los años 60, después del Concilio Vaticano II, y recogida (en las conferencias episcopales de) Medellín y Santo Domingo. En su caminar histórico, la Iglesia debe tomar, ha tomado en muchos sectores no suficientes todavía, el camino de la solidaridad con los más pobres. El tema de la pobreza, que trabajé mucho en los años 60, no tenía la presencia que hoy tiene. No me refiero únicamente a la Iglesia, sino a la presencia que tiene en agencias internacionales, pienso en el Banco Mundial, en el Fondo Monetario Internacional, en la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El programa de desarrollo humano de la ONU en el tema de la pobreza es sumamente importante, muchos factores han contribuido a eso, no sólo de la Iglesia, pero sí es verdad que la Iglesia progresista ha influido notablemente en poner sobre la mesa la situación de los pobres como algo injusto y contrario a la voluntad de Dios. No basta eso, pero es una base para seguir adelante.

—¿Comparte la opinión de que en sus últimos años, Romero se fue radicalizando?

—Sí. Cada vez era más radical, evangélicamente hablando. Fue a las raíces del mensaje cristiano. Es indudable en monseñor Romero un crecimiento, madurez y profundidad evangélica. No temo decir que se radicalizó, pero lo hizo porque supo reconocer que la justicia social es un elemento fundamental de la buena nueva que Jesús nos trajo. En el Evangelio se dice ”busca el reino de Dios y su justicia, y lo demás se te dará por añadidura”. La vida de Romero fue la búsqueda intensa, firme, alegre y dolorosa al mismo tiempo del reino y de la justicia.

—¿Cree posible que se reiteren situaciones de violencia como las de aquellos años en la región?

—Desgraciadamente, no podemos decir que no. Estamos viendo que el mundo pasa por un momento de violencia, de fundamentalismo de diferentes tipos, de prepotencia, también entre nosotros, en América Latina. No decidimos la historia, pero si no nos empeñamos en la línea que Romero nos enseñó, yo creo que pueden presentarse nuevamente esos escenarios. ¿Quién puede predecir lo que viene?

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