ARGENTINA: El reino de la desigualdad

La capital argentina ofrece en su zona céntrica un paseo de compras que huele a perfume importado y donde sólo se venden artículos de marcas prestigiosas. A pocos metros de allí nace un asentamiento en el que sobreviven más de 20.000 personas en condiciones miserables.

El contraste que se ve en el barrio Retiro entre el fastuoso centro comercial Patio Bullrich y la llamada Villa 31 (asentamiento irregular) es una muestra condensada de la brecha social y económica que se amplió hasta dimensiones nunca vistas antes tras el colapso de 2001.

Argentina, uno de los países más equitativos de América Latina en el pasado, corre ahora riesgo de transformarse en la nueva ”Belindia”, según expertos, en alusión al modo de identificar a Brasil por la división entre sectores con un nivel de vida semejante al de Bélgica y muchos otros que afrontan indicadores de pobreza similares a la de India.

Algunos especialistas argentinos consultados por IPS advierten que ese mismo fenómeno brasileño de larga data se está observando en Argentina, donde la clase media está en retirada, un número reducido de personas concentran la riqueza del país y los pobres aumentan y ven acentuada su miseria.

En Retiro, un barrio limítrofe con el centro financiero y cultural de Buenos Aires, se concentra 90 por ciento de los hoteles cinco estrellas de la ciudad, las tiendas más sofisticadas y los rascacielos de oficinas. Pero separados apenas por las vías del tren y un muro viven miles de pobladores pobres, muchos de ellos provenientes del interior del país y de países vecinos.

Norma Gutiérrez, habitante de la Villa 31, se ríe y parece que sueña en voz alta cuando IPS le pregunta que haría ella con los casi 300 dólares que cuesta un suéter de diseño italiano en Patio Bullrich. La mujer trabaja en un comedor comunitario del barrio donde se alimentan 150 niños cada día, junto a algunos ancianos.

”Prepararíamos un manjar!”, decide Gutiérrez, aunque luego piensa que sería mejor simplemente reforzar las porciones de leche, pan y galletitas en la guardería. ”Es que en verano se come menos, pero el invierno es terrible y los niños nos piden más pan”, cuenta la mujer que cuida hasta 12 hermanos de una misma familia.

Gutiérrez es además directora de una guardería del asentamiento, adonde alimentan y cuidan a unos 30 niños desde los primeros meses de vida hasta casi la pubertad. Pero el local se mantiene con lo que aportan los padres pobres de esos niños. ”Donaciones no tenemos desde 2003, y entonces eran sólo de ropa”, asegura.

Datos oficiales indican que la distribución del ingreso en Argentina se hizo más desigual que nunca tras la crisis económica, social e institucional de 2001, que derivó en una amplia revuelta popular y la renuncia del gobierno de Fernando de la Rúa cuando sólo había transcurrido la mitad de su mandato de cuatro años.

En 1974, ubicado por expertos como el año de mayor equidad, los más ricos ganaban 12 veces más que los más pobres, en 1994 esa relación pasó a 19,7 veces y para 2002 saltó hasta 30,4 veces más.

Si se observan datos de Buenos Aires, la brecha es aún mayor y en el momento más álgido de la crisis, la franja de 10 por ciento más rico llegó a tener 60 veces más bienes que el 10 por ciento más pobre. La recuperación económica comenzó a fines de 2002, pero va a distinta velocidad según la ubicación de cada sector social.

”La crisis reciente llevó a un rápido aumento en la desigualdad, que se revirtió en 2003 por la estabilización de precios, la recuperación del empleo y los planes asistenciales”, explicó a IPS el economista Emmanuel Abuelafia, del Centro de Implementación de Políticas para la Equidad y el Crecimiento (CIPEC).

Esa reactivación de 8,8 por ciento en la actividad económica en 2003 y la caída relativa en los niveles de pobreza que afectaban a más de la mitad de los 37 millones de argentinos, impactó positivamente en la distribución del ingreso. Ahora, los más ricos tienen 24,7 veces lo que obtienen los más desfavorecidos de la sociedad.

”El crecimiento (del producto interno bruto) no es garantía para una mejor distribución”, aclaró Abuelafia, y puso como ejemplo que la economía creció fuertemente en los años 90 en Argentina mientras la brecha entre ricos y pobres también aumentaba.

A su entender, lo que se requiere para achicar la diferencia entre ricos y pobres es una política tributaria que grave las ganancias.

Por su parte, el diputado Claudio Lozano consideró que la medición oficial es más demostrativa de los niveles de pobreza que de la riqueza, y propuso en cambio observar la evolución de la participación en el producto interno bruto de los que dependen de ingresos mensuales.

Empleados formales e informales, trabajadores desocupados que perciben subsidios y jubilados tenían ingresos que representaban 34 por ciento del producto en 2001, antes de la crisis, dijo. En 2002 la participación bajó a 29 por ciento, en 2003 a 27 y actualmente a 25 por ciento, recalcó Lozano, destacado economista de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA).

”Este descenso responde a altos niveles de concentración económica”, objetó. El experto de la CTA, una de las dos centrales sindicales del país y de tendencia centroizquierdista, sostuvo que la reactivación económica ”derrama” en apenas un puñado de empresas.

Así, frente a un incremento de ocho por ciento en la actividad, las ganancias de las 100 empresas más importantes de Argentina crecieron 47 por ciento, aseguró.

Lozano coincidió en que para revertir ese cuadro se requeriría una transferencia directa de ingresos públicos hacia los sectores más pobres, y una reforma impositiva que grave las ganancias más que los consumos, tal como recomendó Abuelafia.

En Argentina, más de 60 por ciento de la recaudación proviene de impuestos al consumo, considerados regresivos porque afecta todo el ingreso de los pagan y mucho menos del de los ricos. En cambio es relativamente baja la presión sobre las ganancias, como lo admitió en una entrevista el empresario Eduardo Constantini.

Constantini comentó al diario local Página 12 que su mejor negocio el último año fue la construcción del edificio de departamentos de lujo ”Grand Bourg”, en Buenos Aires, que salió a la venta a razón de 3.000 dólares el metro cuadrado. ”Pese a lo descomunal del precio, los pisos se vendieron como pan caliente”, dijo.

No obstante, el empresario sostuvo que ”el mayor drama de Argentina no es la riqueza sino la ampliación de la brecha social”. Para ello ”la solución no es echar a los ricos”, dijo. ”Hay países desarrollados donde una persona gasta cientos de miles de dólares en un reloj, pero el gobierno da respuesta a los más humildes”, remarcó.

Para contar con esos recursos, el Estado debería cobrar más impuestos, sostuvo. ”Algunos me van a querer matar por lo que digo, pero es un disparate que en este país la renta financiera esté desgravada y que, en cambio, el que trabaja tribute”, subrayó. (

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