ZIMBABWE: La muerte escondida

Rumbidzai Zulu, una zimbabwense de poco más de 20 años, mira fijamente el muñón recién vendado que ha reemplazado a su pierna, destruida por una mina terrestre cuando buscaba leña entre unos matorrales. La mujer perdió también un embarazo, y le cuesta mucho superar el trauma.

Cientos de personas han muerto, fueron mutiladas o resultaron heridas por el estallido de minas colocadas en los años 70, durante la guerra de liberación nacional, por las autoridades coloniales británicas y por sus adversarios. Esas bombas también han causado importantes daños a animales salvajes y domésticos.

Según expertos, Zimbabwe es uno de los países más minados del mundo, y partes de su región septentrional, fronteriza con Mozambique y Zambia, son casi intransitables por ese motivo.

Las minas usadas por el gobierno colonial con la intención de impedir el ingreso de insurgentes a lo que se llamaba Rhodesia desde esas naciones vecinas son de los tipos llamados R2m2, RAP Zanahoria, M972 y VS50.

Especialistas opinan que costaría más de 500 millones de dólares remover por completo los explosivos enterrados las zonas fronterizas. Eso está fuera del alcance del gobierno zimbabwense, que carece incluso de recursos para servicios básicos de salud.

Además, la asistencia internacional al país ha disminuido mucho desde el comienzo en 2000 de ocupaciones de granjas comerciales de terratenientes blancos, tolerada o impulsada por el gobierno, cuyo aislamiento internacional se agravó luego por acusaciones de violar los derechos humanos, apoyar a milicias irregulares y cometer fraude en las elecciones generales de 2002 .

Según el director general de operaciones y planeamiento del Ministerio de Defensa, Trust Mugoba, en 2000 Washington dejó de financiar proyectos de remoción de minas en las áreas septentrionales de Binga y de las cataratas de Victoria, a los que había aportado cinco millones de dólares desde los años 90, con buenos resultados.

En el marco de esos proyectos, que también han perdido el apoyo de la Unión Europea, fueron entrenados para remover minas 120 ingenieros de ese ministerio, que también recibió fondos para equipo empleados en la tarea, indicó Mugoba.

Grandes áreas cultivables permanecen inexplotadas debido al peligro de las minas, en un país donde la disputa por la tierra es muy intensa.

Brain Mutsago, dedicado a la agricultura comunitaria en la zona nororiental del valle de Dande, fronteriza con Mozambique, dijo a IPS que la población de ese lugar vive atemorizada por la posibilidad de ”volar por los aires en cualquier momento” mientras cultiva la tierra.

Los explosivos son también peligrosos para las personas que intentan cruzar la frontera en forma irregular, señaló Jennifer Cohen, directora de operaciones de Mine-Tech, la única compañía privada zimbabwense especializada en remoción de minas, que también realiza esa tarea en Mozambique, Angola, Sri Lanka y la meridional provincia serbia de Kosovo.

El problema de las minas se ha exacerbado desde hace dos años, cuando grandes lluvias causadas por el ciclón Eline dejaron al descubierto muchos de esos artefactos.

El drama de las víctimas de esos explosivos en Zimbabwe será destacado en la Cumbre de Nairobi por un Mundo Libre de Minas, que se prevé llevar a cabo de fines de noviembre a comienzos de diciembre.

En esa conferencia se revisará el cumplimiento de la Convención sobre la Prohibición del Empleo, Almacenamiento, Producción y Transferencia de Minas Antipersonales y sobre su Destrucción, de 1997.

Zimbabwe es firmante de esa convención, que entró en vigencia en marzo de 1999, y establece que todos los signatarios deben completar en 2009 la remoción completa de minas de sus territorios.

Han firmado el tratado más de 140 Estados, pero no están entre ellos grandes productores de armas como China, Estados Unidos y Rusia.

Cada año se informa sobre unas 20.000 víctimas de minas, la mayoría son civiles y 23 por ciento del total son niños, afirma la Campaña Internacional para Prohibir las Minas Terrestres (ICBL, por sus siglas en inglés), con sede en Washington, que desempeñó un importante papel para que se aprobara la Convención y recibió en 1997 el premio Nobel de la Paz.

Muchas de esas víctimas deben esperar años antes de acceder a los miembros ortopédicos que necesitan.

Más de 50 millones de minas han sido removidas en los últimos años, según la ICBL.

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