DROGAS-AMERICA LATINA: Ya no hay jefes como los de antes

Atrás quedó la época en que los jefes del narcotráfico de América Latina gustaban de la fama, ostentaban su vida de lujo y hasta ofrecían pagar la deuda de sus países. Hoy, la mayoría de los nuevos líderes de esas mafias son discretos, austeros y trabajan con métodos más democráticos.

Reportes recogidos por IPS en Bolivia, Colombia y México indican que los patrones del tráfico de drogas mudaron a administradores de organizaciones pequeñas, con vínculos multinacionales y tareas específicas en cultivo, producción, transporte y lavado de dinero.

Los actuales personajes fuertes de ese tipo de organización ilegal en estos tres países, ubicados entre los principales de América Latina en la producción y o transporte de estupefacientes hacia Estados Unidos, Europa, Asia y hasta Africa, son poco conocidos y huyen de los reflectores.

Pero algo que no ha cambiado demasiado es la forma violenta de defender su negocio de competidores y del acoso policial.

Tampoco y pese a las detenciones, decomisos y destrucción de cultivos, ha disminuido la cantidad de droga que logran enviar a los mercados internacionales, en especial a Estados Unidos.

El negocio de las drogas ilegales mueve unos 500.000 millones de dólares por año, según la Organización de las Naciones Unidas.

Pero el estilo es otro. En Bolivia, por ejemplo, ningún narcotraficante es hoy reclamado por Estados Unidos.

Los productores bolivianos de drogas se confunden entre los campesinos que cultivan coca para elaborar la pasta de cocaína o para el ”pijcheo”, como se denomina en quechua el tradicional hábito de masticar la hoja de ese arbusto.

En la historia de Bolivia quedó Roberto Suárez Gómez, quien en los años 80 ofreció pagar la deuda externa de su país valuada entonces en 5.000 millones de dólares. El célebre jefe del narcotráfico, que gustaba desafiar al gobierno, fue detenido en 1984 y murió enfermo en prisión en 2000.

Los observadores tampoco dudan en señalar que ninguno de los actuales jefes del tráfico de drogas en América Latina alcanza la fama del colombiano Pablo Escobar, muerto en 1993 cuando huía de la policía, o del mexicano Amado Carrillo, ”el señor de los cielos”, quien falleció en 1997 tras una cirugía plástica.

”Hoy el narcotráfico opera con organizaciones más pequeñas, compartimentadas y federalizadas. Los nuevos líderes tienen un bajo perfil o son personas desconocidas, desechables y hasta cambiables”, dijo a IPS Jorge Chabat, un experto en esta problemática del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), de México.

Las autoridades colombianas identifican a los nuevos jefes con el mote de los ”siete jinetes del narcotráfico”. Ellos son Diego León Montoya, alias ”Don Diego”, los hermanos Víctor y Miguel Mejía Múnera, Ever Villafañe Martínez, Juan David Vélez Cárdenas, Paulo Andrés Hoyos y Carlos Alberto Flores Henao.

Los siete tienen bajo su control unas 140 organizaciones pequeñas que operan en Colombia directamente en actividades de narcotráfico y otras 20 que se dedican al comercio ilícito de los precursores químicos utilizados en la fabricación de la droga.

También hay otros líderes cuyos nombres tienen algo más de proyección pública. Uno de ellos es William Rodríguez, un abogado colombiano formado en la universidad estadounidense de Harvard, cuya credencial es ser hijo de Miguel Rodríguez Orejuela, un ex jefe de la llamado Cartel de Cali.

Eso hace un total de unos 160 grupos nacionales y 40 internacionales actualmente activos en torno al negocio de las drogas ilegales en Colombia, a los cuales están vinculadas casi 4.060 personas, según la ministra de Defensa, Marta Lucía Ramírez.

A diferencia de los antiguos carteles de la droga en este país, los nuevos tienen como denominador común el funcionamiento con perfil bajo, de modo más discreto, comentó a IPS Alonso Salazar, autor del libro ”Drogas y narcotráfico en la sociedad colombiana”.

”No hacen ostentación del poder y la riqueza como lo hacía (Pablo) Escobar y su gente, por lo cual son más difíciles de detectar”, declaró.

El experto destacó que las nuevas agrupaciones tienen un manejo más democrático, cada cual conserva su independencia y se han especializado en cada una de las actividades del ilícito negocio.

Según las autoridades, unas 30 organizaciones se dedican a controlar el cultivo de coca, otras 62 se encargan del acopio de la pasta básica, la movilización desde los centros de producción y la primera fase de comercialización interna, y un tercer grupo, de más de 50, es el que maneja el control de las rutas terrestres, marítimas y aéreas.

En tanto, parte del negocio del narcotráfico en México es dirigido en la actualidad por una especie de federación, integrada por varias organizaciones, según una pesquisa conjunta de la Agencia Federal de Investigaciones local y la agencia antidrogas estadounidense DEA.

Esa federación, que tiene contactos con productores de drogas de América del Sur, se formó para compartir riesgos y disminuir pérdidas, apuntó la investigación.

Las autoridades mexicanas reconocen que el combate a los narcotraficantes es ahora más complicado, pues ya no están reunidos en organizaciones grandes y unitarias como en el pasado. Hoy, la mayoría son grupos pequeños con liderazgos difusos, precisan.

El investigador mexicano Jorge Fernández comentó que la mayoría de las mafias ”están plenamente inmersas en la lógica globalizadora del crimen organizado”.

La época en la que el negocio de las drogas se podía dividir en zonas y países de cultivo, producción, tránsito y lavado es ”algo del pasado”. Casi todos los países de América Latina participan actualmente en el negocio de manera general, estimó Fernández, autor de varios libros sobre el tema.

Los involucrados en el negocio se cuentan por miles. Sólo en México fueron detenidas entre diciembre de 2000 y abril de este año 19.000 personas ligadas al narcotráfico, menos de 20 de las cuales tenían rango de jefes.

Aunque los números parecerían indicar que las organizaciones delictivas sufrieron golpes definitivos, en los hechos el negocio sigue boyante, entre otras cosas, impulsado por la demanda de Estados Unidos, el mayor consumidor de drogas del mundo.

Cada gobierno se jacta periódicamente de golpear al narcotráfico con detenciones y decomisos, pero en poco tiempo aparecen nuevas evidencias de que las organizaciones vuelven a operar con nuevos jefes.

En Colombia, que en los últimos dos años recibió de Estados Unidos 1.300 millones de dólares de ayuda para su lucha contra las drogas, el gobierno informó que en 2002 se redujeron 15 por ciento los cultivos de coca y 25 por ciento los de adormidera, que sirven para producir heroína. Pero el negocio sigue.

En cuanto a Bolivia, los últimos datos de agosto de 2002 indican que los cultivos cocaleros bajaron drásticamente a sólo 21.000 hectáreas. Sin embargo y aún sin contar con datos oficiales, entre los expertos hay consenso en que esas plantaciones comenzaron otra vez a crecer.

La lucha contra el tráfico de drogas continúa en América Latina bajo la ayuda financiera y el asesoramiento de Washington, mientras la evidencia señala que las mafias de narcotraficantes no desmayan en sus intentos de reorganización tras liderazgos más discretos, difusos y austeros que en el pasado.

* Con aportes de Juan Carlos Rocha (Bolivia) y de Yadira Ferrer (Colombia). (FIN/2003)

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