AFGANISTAN: Atentados distorsionan estrategia de EEUU

El fallido intento de asesinato este jueves contra el presidente de Afganistán, Hamid Karzai, en la meridional ciudad de Kandahar, y otros dos atentados que dejaron más de 20 muertos en Kabul distorsionan la búsqueda de aliados para una guerra contra Iraq emprendida por Estados Unidos.

Ambos incidentes dan peso a quienes critican la determinación con que el gobierno de George W. Bush alienta una operación militar contra Bagdad antes de consolidar la victoria alcanzada en diciembre sobre el régimen del movimiento islámico afgano Talibán.

Entre esos críticos figura el canciller (jefe de gobierno) de Alemania, Gerhard Schroeder, el aliado de Estados Unidos que se ha manifestado de forma más categórica contra una guerra para derribar al presidente iraquí Saddam Hussein.

”Me preocupa que no hemos siquiera comenzado a lograr en Afganistán algo que pueda considerarse la construcción de una nación”, advirtió Schroeder en una entrevista publicada este jueves por el diario The New York Times.

”Antes de lograr algún avance allí y de demostrar a las masas desposeídas del mundo en desarrollo de que vale la pena abrazar la causa de Occidente, una intervención militar, justificada bajo cualquier término, sería contraproducente para la coalición internacional contra el terrorismo”, afirmó Schroeder.

El primer atentado de este jueves ocurrió en una zona comercial cercana a la sede del Ministerio de Información de Afganistán. Una pequeña explosión, seguida por otra mucho mayor, aparentemente mediante un coche-bomba, arrojó restos humanos por todas partes.

Más de 20 personas murieron, según fuentes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Se trata de los atentados con explosivo más graves de una serie que funcionarios afganos atribuyen a la red radical islámica Al Qaeda, liderada por el dirigente saudita Osama bin Laden y acusada por Estados Unidos de los atentados del 11 de septiembre pasado contra Nueva York y Washington.

Los atentados en Afganistán también son atribuidos a una organización antioccidental encabezada por el ”señor de la guerra” Gulbuddin Hekmatyar, quien recibió mucha ayuda estadounidense contra la ocupación a manos de la Unión Soviética en los años 80 y también contra el régimen de Talibán.

Varias horas después, un guardia de seguridad afgano disparó contra una comitiva que encabezaba Karzai en la meridional ciudad de Kandahar. Los guardaespaldas estadounidenses del mandatario, que resultó ileso, respondieron el fuego. Murieron al menos tres afganos en el tiroteo.

El alcalde de Kandahar, Gul Agha Sherzai, recibió un balazo en el cuello. Esa ciudad es bastión de los pashtun (patanes), la etnia mayoritaria en Afganistán y predominante también en el movimiento talibán.

Aunque Karzai es también pashtun, se lo considera cercano a la Alianza del Norte, organización dominada por los tadyikos y que detenta ministerios clave como los de Defensa y Relaciones Exteriores.

Muchos pashtun creen que la Alianza del Norte está detrás del asesinato en julio del único vicepresidente de esta etnia, Hajji Abdul Qadir. Ese crimen preocupó a Washington al punto que presionó para sustituir los guardaespaldas afganos de Karzai por personal militar estadounidense.

Hekmatyar, también pashtun, ahora está, al parecer, vinculado con lo que queda de Talibán y de Al Qaeda, según funcionarios de Estados Unidos.

El gobierno de Bush está revisando su oposición a ampliar el campo de acción de la Fuerza Internacional de Asistencia de Seguridad más allá de Kabul, incluso en Kandahar y en otras grandes ciudades, como proponen Karzai, los aliados europeos y varios legisladores estadounidenses.

El secretario (ministro) de Defensa estadounidense Donald Rumsfeld se opone a aumentar el despliegue de la fuerza internacional, hoy de 5.000 integrantes, pues, según él, eso interferiría con las acciones de Washington para rastrear y eliminar a los remanentes de Al Qaeda y de Talibán.

Pero esos esfuerzos han sido, hasta ahora, infructuosos, lo cual afecta la moral entre las fuerzas especiales de Estados Unidos asignadas a la tarea.

En cambio, el Pentágono (Departamento de Defensa) se concentró en el equipamiento y adiestramiento del nuevo ejército multiétnico afgano, un proceso que, según observadores, insumirá años.

Al mismo tiempo, Rumsfeld comprometió al Pentágono a impedir que los conflictos étnicos en diferentes localidades se salgan de madre, mediante intervenciones esporádicas de la fuerza aérea estadounidense y de las fuerzas especiales.

Esta estrategia es considerada contraproducente por muchos afganos, en especial los de áreas de predominio pashtun que soportaron ataques aéreos y de comandos estadounidenses contra civiles e incluso contra aliados en el combate al Talibán.

Esos ”daños colaterales” fueron el resultado de errores de funcionarios de inteligencia y de manipulaciones de información por parte de señores de la guerra.

También reina el malestar entre los pashtun al comprobarse que fuerzas uzbekas de la Alianza del Norte que recibieron ayuda estadounidense mataron a cientos de prisioneros poco después de la caída de las septentrionales ciudades de Mazar-i-Sharif y Kunduz en noviembre.

Washington había negado hasta ahora conocer esas masacres, la mayoría de cuyas víctimas fueron pashtunes y pakistaníes.

Mientras, la asistencia financiera para la reconstrucción de Afganistán ha sido hasta ahora mucho menor de lo comprometido en enero por países industrializados y organismos multilaterales en una conferencia celebrada en Tokio.

La ayuda internacional resulta insuficiente para atender el retorno de 1,5 millones de refugiados procedentes de las vecinas Irán y Pakistán, concentrados hoy en la periferia de Kabul y de otras ciudades en condiciones de miseria, advirtieron agencias de asistencia.

Rumsfeld acusó a los aliados europeos de no vertir en Afganistán la asistencia necesaria.

El enviado especial de la ONU a Afganistán, Lakhdar Brahimi, observó la semana pasada que el gobierno estadounidense ”debe ser más cuidadoso” y ”darse cuenta de la furia” contra ellos que sienten muchos afganos.

”Parte del delicado equilibrio de la situación es que existe una gran crisis humanitaria”, advirtió Brahimi. (FIN/IPS/tra- eng/jl/dcl-mj/ip/02

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