DROGA-PERU: Contacto en Chile

El narcotráfico abrió por Chile una nueva ruta de la droga producida en las selvas de Perú, ante la próxima reanudación de los vuelos de interceptación de aviones cargados de cocaína con destino a Colombia.

La policía peruana informó que unos 40 grupos de traficantes, que ocupan a 245 personas, pusieron en funcionamiento desde hace tres meses una red de transporte de cocaína y pasta básica para fabricar esa droga entre el valle del río Apurimac, en la selva sudoriental del país, y el septentrional puerto chileno de Arica.

El cambio de ruta obedece a la inminente reanudación del apoyo logístico de la agencia estadounidense de lucha antidrogas DEA a la fuerza aérea peruana, suspendida el 20 de abril de 2001 luego que fuera abatida por error en la selva peruana la avioneta de una congregación evangélica de Estados Unidos.

La interrupción de esa ayuda de Washington fue aprovechada por los narcotraficantes, que perfeccionaron sus procedimientos para burlar el patrullaje de los aviones cazas peruanos, utilizando la proximidad de las fronteras con Colombia y Brasil.

El anuncio oficial del gobierno de Estados Unidos de que volverá a poner a disposición de Lima los radares y expertos de la DEA para mejorar la eficacia de la fuerza aérea de Perú en su lucha antidrogas motivó a algunos traficantes a ensayar otras vías por Chile.

La cocaína de los valles peruanos es enviada desde la occidental ciudad de Pisco hasta Tacna, ubicada en la frontera con Chile, a través de la costera ruta Panamericana o por caminos secundarios en la sierra pasando por Puno.

Así, la droga pasa de Tacna a la cercana Arica, burlando el control fronterizo chileno de Chacayuta por senderos que en sentido contrario utilizan los contrabandistas para llevar mercadería china o coreana de Iquique, en Chile, a Perú.

Desde Arica, otros narcotraficantes se encargan de transportar la droga por territorio chileno para que prosiga su viaje hacia México, Estados Unidos, Europa o Asia.

La conexión chilena es nueva para la cocaína peruana, cuya ruta tradicional son los vuelos directos a Colombia, salvo la salida en pequeñas cantidades por el aeropuerto de Lima, a través de falsos turistas que esconden la droga en el cuerpo, la ropa o valijas en viaje hacia Estados Unidos o Europa.

Pero la exportación a gran escala, de una a dos toneladas de cocaína por envío, se efectúa mediante pequeñas avionetas adecuadas para aterrizar y despegar en las pistas clandestinas ubicadas en las carreteras o claros de la selva.

Las avionetas transportan pasta básica de cocaína para su procesamiento en Colombia, desde donde es entregada al cartel mexicano de Tijuana, que, a su vez, se encarga de introducirla en territorio estadounidense.

Perú tiene dos zonas principales de producción ilegal de coca, arbusto de cuyas hojas se extrae la pasta básica de cocaína, además de la que se cultiva legalmente en el valle de la Convención, en el meridional departamento de Cuzco, para exportar esa materia prima para uso médico.

Uno de los centros de producción ilegal de coca está situado en la zona del río Huallaga, en la selva central, y el otro en el área del río Apurimac, en la selva centro y meridional.

Las áreas de Huallaga y Apurimac fueron el escenario principal en los años 80 y comienzos de la década pasada de la lucha del ejército contra los insurgentes partido maoísta Sendero Luminoso y el marxista Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA).

Los dos movimientos guerrilleros se aproximaron a los productores de coca. Sin embargo, Sendero Luminoso desplazó al MRTA a fines de la década del 80 para quedar a cargo de la ”protección” de las pistas clandestinas de los narcotraficantes.

A medida que Sendero Luminoso era derrotado por las fuerzas de seguridad y la represión al narcotráfico se hacía más efectiva, los narcotraficantes desplazaron sus aeropuertos a lugares próximos a la frontera con Brasil y Colombia.

Las autoridades calculan que por esta vía aérea se llegó a exportar ilegalmente desde la selva peruana hasta 30 toneladas de pasta básica de cocaína por semana, al menos en las temporadas sin lluvia.

La fuerza aérea peruana, con el apoyo de la DEA y sus sistemas de radar situados en Panamá, logró interceptar 103 avionetas de matrícula colombiana entre 1996 y 2000.

Pero esa eficaz tarea conjunta fue interrumpida el 20 de abril de 2001, luego que un caza peruano derribara un pequeño avión que sobrevolaba el río Amazonas con religiosos estadounidenses a bordo. Aún no se pudo determinar si el piloto del avión civil desacató o no escuchó la advertencia militar de descender.

Por supuesto, en la avioneta de los pastores evangélicos no había droga y el caso provocó un escándalo en Perú y en Estados Unidos.

El trágico incidente obligó a Washington a suspender la ayuda de la DEA a los vuelos peruanos de interceptación, tregua que fue aprovechada por los narcotraficantes para incrementar el tráfico de cocaína.

La fuerza aérea peruana continuó persiguiendo a las avionetas colombianas, con escasa fortuna desde entonces, ya que los narcotraficantes utilizan visores nocturnos para aterrizar sus aviones en supuestas canchas de fútbol.

”Las avionetas de los narcos demoran en promedio 13 minutos en aterrizar, cargar la droga y despegar. Luego vuelan a lo largo de las líneas fronterizas para después ingresar a los países vecinos, donde no pueden ser seguidos por los aviones militares de Perú”, explicó el general de la fuerza aérea Ricardo Delgado.

Por esa razón, Lima negocia con gobiernos de países vecinos un convenio para que los aviones militares que persiguen avionetas de narcotraficantes puedan volar hasta 40 millas (72 kilómetros) fuera de la frontera peruana. (FIN/IPS/al/dm/ip/02

Archivado en:

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe