El gobierno de Estados Unidos mantuvo el silencio ante la visita del presidente de Cuba Fidel Castro a tres países del Caribe, que para muchos marca el comienzo del fin del aislamiento político y económico de La Habana.
La reacción de Washington fue dirigida contra el propio líder cubano, mientras niega la importancia del viaje y sugiere que Castro debería estar haciéndose cargo de problemas en la isla.
"En el preciso momento en que Castro recorre el Caribe, tengo entendido que la Organización Mundial de la Salud intenta hacer una apelación para llevar alimentos a gente en la isla debido al fracaso del sistema que lidera", dijo el portavoz del Departamento de Estado (cancillería) James Rubin.
Este fue uno de los varios comentarios de autoridades de Estados Unidos mientras Castro visitó, entre el 31 de julio y el día 4, Jamaica, Barbados y Granada, cuya "liberación" de la influencia cubana fue asegurada por el presidente Ronald Reagan, que en octubre de 1983 envió a miles de tropas estadounidenses.
"Dar la bienvenida a Castro podría dar a algunos la impresión de aceptación de su régimen comunista y del pésimo tratamiento de los derechos humanos", dijo Rubin a los periodistas.
"Esperamos", agregó, "que nuestros amigos en el Caribe, cuyos sistemas son fundamentalmente diferentes de los de Cuba, urjan al líder cubano a dar pasos concretos hacia la democracia, los derechos humanos y la economía libre".
Otros altos funcionarios de Estados Unidos dijeron que la gira de Castro no causó alarma en Washington y debe ser vista como un resultado lógico del propio vuelco de la Casa Blanca para aliviar las tensiones con Cuba y su negligencia ante el caribe angloparlante.
"Invitar a Castro es una forma en que la región puede llamar la atención sobre sí", dijo un funcionario. La visita de Castro a Granada el domingo pasado apareció en la portada en el New York Times y el Washington Post, la primera vez que la isla obtiene ese tratamiento desde la invasión, hace casi 15 años.
La gira caribeña de Castro, la última medida en una ofensiva diplomática iniciada en enero con el recibimiento del papa Juan Pablo II, se produjo mientras continúa fermentando el debate por la futura política de Estados Unidos hacia La Habana.
Desde la visita del papa, el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, alivió varias sanciones contra Cuba, incluyendo el levantamiento de prohibiciones a vuelos directos desde puertos de Estados Unidos a la isla y las remesas de dinero de cubanoestadounidenses a familiares en Cuba.
Además, aceptó eximir a compañías europeas de la ley Helms- Burton, diseñada para desestimular la inversión privada en la isla.
El mes pasado, el gobierno detuvo a fuerzas anticastristas que inentaban penetrar aguas nacionales cubanas en bote, aunque hasta ahora no se manifestó sobre esfuerzos en el Congreso para eximir la venta de alimentos y medicina del embargo comercial impuesto a Cuba hace 35 años.
Más de un cuarto de los miembros del Congreso acordaron auspiciar la excepción, que podría llegar al Senado el mes próximo.
Gran parte del esfuerzo es hecho por grandes intereses empresariales que ven en Cuba un mercado potencialmente significativo de más de 11 millones de personas.
Según un artículo en la revista Business Week que sugirió llamar a los últimos intentos por aliviar las sanciones "el comienzo el fin" del embargo, unos 2.500 representantes de las empresas estadounidenses visitarán Cuba este año para explorar oportunidades.
De ayuda para el proceso fue la desorganización en la comunidad anticastrista en Florida y Nueva Jersey desde la muerte en noviembre del poderoso presidente de la Fundación Nacional Cubano Americana (CANF), Jorge Más Canosa.
A ello se suman recientes declaraciones de Luis Posada Carriles, organizador de un campaña de 30 años de bombas y violencia contra Cuba, quien dijo que recibió apoyo financiero de Más Canosa y otros líderes de CANF.
Aunque desmentidas, las declaraciones debilitaron al grupo de presión de los más anticastristas más duros.
En el frente diplomático, Castro continuó avanzando desde la visita del papa, en particular cuando recibió en abril al primer ministro de Canadá, Jean Chretien, poco después que varios líderes latinoamericanos hicieran un llamado a la reintegración total de Cuba a las instituciones regionales, durante la segunda Cumbre de las Américas en Santiago de Chile.
Países del Caribe también tomaron medidas para recibir mejor a Cuba en la región, de la cual Washington intentó aislarla por completo tras la invasión a Granada.
Tras recibir sólo una débil reparo de la secretaria de Estado estadounidense Madeleine Albright a la idea de que Cuba se sumara a la Comunidad del Caribe (Caricom) en abril, los líderes de la región presionaron en junio para que Cuba obtuviera el estatuto de observador en el Grupo de Lomé.
Luego, los países caribeños dieron los pasos necesarios para admitir a La Habana a Caricom durante su cumbre en Santa Lucía este mes.
Jefes de gobierno de Granada, Barbados, Dominica, Jamaica, San Cristóbal y Nevis y San Vicente y Granadinas visitaron La Habana en los últimos 18 meses. A cambio, Castro lanzó programas de ayuda, enviando a sus vecinos médicos y personal altamente calificado.
El comercio entre Cuba y sus vecinos angloparlantes también ha crecido, de seis millones de dólares en 1990 a casi 60 millones de dólares en 1996.
El interés de Castro contrasta marcadamente con la actitud de Washington. Estados Unidos, que ha presionado por su propia "guerra contra las drogas" en países caribeños de un modo con frecuencia rudo, a la vez redujo la ayuda al Caribe de 226 millones de dólares en 1985 a menos de 25 millones de dólares el año pasado.
A la vez, Washington ha sido incapaz de hacer pasar en el Congreso un proyecto de ley de paridad de la cuenca del Caribe que ofrecería a las exportaciones de la región los mismos beneficios comerciales que tiene México bajo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Además, naciones caribeñas angloparlantes, en especial las Islas de Barlovento que históricamente dependieron de las exportaciones de banano a Europa, quedaron agobiadas ante el celo con que Washington plantea su queja en la Organización Mundial de Comercio contra el tratamiento preferencia de la Unión Europea para el fruto caribeño. (FIN/IPS/tra-en/jl/lp/ip/98