Durante varias décadas, las comunidades, calles, valles y campos del área ixil, en el departamento de El Quiché en Guatemala, sufrieron las consecuencias del conflicto armado. Los valles y campos llenos de flores, cultivos y biodiversidad también se perdieron. Hubo una desconexión entre generaciones, entre conocimientos.
Las calles y campos ixiles, 22 años después de la firma de la paz, están llenos de colores y bullicio. El silencio que las cubrió por varias décadas ha cesado. Los jardines florecen, los sembradíos crecen, los niños y niñas juegan por las calles.
Hoy, las madres, viudas, hermanas, hijas y nietas que vivieron el conflicto armado rescatan el conocimiento ancestral perdido y con él, recuperan el futuro de sus comunidades, es decir, el de sus niños y niñas.
Sobre la mesa de Catarina Torres, de 37 años, hay un plato de arroz acompañado de empanadas, ambos preparados con tomate, cebolla, acelgas y zanahoria, y una bebida de avena. A excepción del arroz y la avena, todos los ingredientes fueron adquiridos en los huertos familiares de esta mujer de origen maya ixil.
Con tres hijas, de entre 9 años y 7 meses, Catarina muestra un brillo en sus ojos, no tanto por la posibilidad de poder alimentarse ella y a sus hijas de mejor manera, sino por la oportunidad de acceder a conocimientos que, cultural e históricamente, les eran negados por su condición de mujer indígena.
“Cuando yo era niña no tenía idea de que existían todas estas hierbas y verduras que ahora cocino”, dice.
Residente de la aldea Vichibalá, en San Juan Cotzal, Quiché, al occidente de Guatemala, Catarina se integró a un grupo de 17 mujeres de su comunidad con el objetivo de aprender acerca del cultivo de especies nativas de la zona que han sido parte de la cultura maya Ixil a la que pertenece, y así llevar una mayor diversidad de comidas y nutrientes a la mesa de su familia.
“En casa estábamos acostumbrados a comer solo frijoles, tortillas y, a veces, algunas hierbas”, cuenta.
Y si bien era habitual para todos los habitantes de estas comunidades utilizar diferentes ingredientes, como el chipilín, la hierba mora y las hojas de ayote, “nadie tenía conocimiento de cómo prepararlos de manera adecuada y aprovechar todos sus nutrientes”, dice Domingo Díaz, monitor de la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (SESAN).
Pero fortalecer los conocimientos y el proceso de capacitación de Catarina y las demás mujeres, no ha sido sencillo. Este proceso de formación y cambio de hábitos ha sido impulsado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la SESAN y el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA).
El área de Quiché es una de las más rezagadas del país, según muestran todos los indicadores de desarrollo. En este departamento, el Índice de Desarrollo Humano es del 0.424, 82,8 por ciento de su población vive en situación de pobreza y 55 por ciento de los niños de primer grado presentan problemas de desnutrición crónica.
Después de haber vivido épocas de dolor durante el Conflicto Armado Interno (1960-1996), los tres municipios de la Región Ixil (Santa María Nebaj, San Juan Cotzal y San Gaspar Chajul) mantienen un índice de 87 por ciento de su población viviendo en algún grado de pobreza y el porcentaje de baja talla para la edad o desnutrición crónica en estudiantes de primer grado se reporta de 62 por ciento, 69,1 por ciento y 72 por ciento respectivamente.
Esta situación se agrava cuando, según datos proporcionados por la FAO en Guatemala, se profundiza en los índices de desnutrición crónica o baja talla en estudiantes de primaria, uno de los más altos del país. A pesar de ser un pilar en el desarrollo familiar, las mujeres tienen acceso limitado a la educación, la salud y la tierra, así como a la vida pública y política.
Respaldo para disminución de la desnutrición
El programa conjunto Desarrollo Rural Integral – Ixil, financiado por el gobierno de Suecia, es implementado por varias agencias del Sistema de Naciones Unidas en Guatemala, entre ellas la FAO, con el Ministerio de Salud y Asistencia Social (MSPAS), MAGA, la SESAN y las municipalidades locales entre otros socios.
Dicho programa aplica enfoques integrales de desarrollo con el objetivo de facilitar la transición de familias víctimas del Conflicto Armado Interno de la Región Ixil a ciudadanos en pleno ejercicio de sus derechos, en coordinación con el Estado, organizaciones sociales y comunidades.
La FAO trabaja con 2.232 familias de los municipios del área Ixil en el marco del programa conjunto para garantizar su seguridad alimentaria y mejorar su alimentación, contribuir a un adecuado manejo de los recursos naturales y a la reducción de la vulnerabilidad ambiental y aumentar y diversificar sus ingresos.
“La idea es que las familias retomen prácticas culturales ancestrales, lo que conlleva el consumo de productos nativos en detrimento de otros productos altamente procesados que contienen aditivos y preservantes”, dice Jonás Colón, técnico en nutrición de FAO que apoya al programa conjunto.
Cada comunidad tiene a su promotor, o promotora, que convoca a las personas con el objetivo de trasladarles conocimientos útiles para su desarrollo (huertos familiares, buenas prácticas en el hogar, etc.). En lo posible, se busca que éste sea originario de la localidad, o bien conozca el idioma de la región. “Esto facilita la comunicación y hace que las familias sean más abiertas a participar”, dice Rosa Chávez, extensionista del MAGA en la zona.
Las más de dos mil familias que son apoyadas por la FAO en el marco del programa, al momento se han capacitado a 500 en diversos temas relacionados con la producción de alimentos.
Sin embargo, se hace un énfasis en la capacitación nutricional y mejora de hábitos nutricionales, así como en el aprovechamiento de plantas nativas y producción de alimentos en huertos familiares.
“Esto nos ha permitido reducir el gasto, porque tenemos a la mano los alimentos y podemos invertir el dinero en otras necesidades de la casa”, cuenta Catarina.
Al ser especies nativas, permite que el cultivo requiera de menos cuidados, como fertilizantes e insecticidas. “También es más sencilla su asimilación por parte de las familias, porque son sabores que ya conocen”, añade Colón.
Y aunque el nivel de participación de las mujeres de Vichibalá es alto y los resultados ya se dejan ver, no significa que no existan problemas a la hora de llevar el programa a más comunidades ixiles.
El difícil acceso a las aldeas, la baja escolaridad de los padres de familia, así como la cultura de consumo de alimentos procesados y con aditivos son algunos de los desafíos que se presentan constantemente.
“En base a charlas y capacitaciones estamos intentando cambiar algunos de sus hábitos alimenticios, pero no es fácil”, dice Candelaria Zapil, del Centro de Recuperación Nutricional (CRN), del MSPAS. Uno de los factores que más influye es la pobreza y la falta de acceso a alimentos nutritivos.
Durante 2015, el Centro de Recuperación Nutricional recibió 50 niños y niñas provenientes del área Ixil. El personal de este centro se ha vinculado al programa conjunto y han adoptado la metodología de capacitación a madres de familia promovida por el programa, así como los menús nutricionales que contienen alimentos y plantas nativas.
Candelaria Zapil menciona que gracias a la capacitación en la preparación de menús nutritivos que aprendieron de instructores del Instituto Técnico de Capacitación (INTECAP), con el apoyo de FAO, transfieren conocimientos y prácticas en la preparación de alimentos durante las visitas domiciliarias que hacen en los hogares de las madres de familia.
Ello se ha evidenciado como una estrategia efectiva para disminuir el porcentaje de recaída de los niños recuperados con desnutrición aguda en aproximadamente 24 por ciento durante los últimos meses.
Del huerto a la mesa
Catarina y sus tres hijas han sentido un gran cambio en sus vidas. Gracias a su gusto por la cocina, y las nuevas recetas que ha aprendido, en su mesa ahora es más usual ver a todos comer flautas de papa con acelga, dobladas rellenas de verdura, chuchitos de plátano rellenos de frijoles y el infaltable boxbol, hecho a base de hojas de ayote, masa de maíz y salsa de tomate o pepitoria (semillas de calabaza).
“El hecho de que sean productos nativos, que se pueden conseguir justo al lado de sus hogares hace que sea más factible para las familias asimilarlos. Además de que les beneficia económicamente porque no hay un gasto extra”, añade el representante de SESAN.
Antes de la intervención del programa conjunto (PC) las familias consumían tradicionalmente hierba mora, bledo y punta de güisquil. Sin embargo, 24 meses después del inicio del PC, las familias han introducido alimentos nuevos como huevo, chipilín y acelga; además, han diversificado la forma de preparación de los alimentos.
Con menos elocuencia, pero con el mismo entusiasmo, Catarina cuenta que ya ha visto diferencias en sus hijas.
“De un tiempo para acá, a partir de los cambios en la alimentación, mis hijas se sienten contentas con la comida que les preparo, ya no duermen por las tardes y tienen más energía para jugar”, dice.
Para ella quedó lejos aquella época en la que su menú familiar eran solo frijoles y tortillas. “Ahora quiero aprender a hacer postres y saber más de cómo sembrar y cuidar de nuevos cultivos”, concluye.
Alimentos más sabrosos y nutritivos
Uno de los productos que el Programa de Desarrollo Rural Ixil promueve, es un recetario que contiene varias preparaciones de platillos típicos de la región, con ingredientes puramente nativos y locales. Este enseña distintos modos de preparación, información nutricional, porciones y el costo de cada receta.
“Este recetario es elaborado con la gastronomía Ixil, producto de lo que la gente consume y produce en sus huertos, con una mejora en los valores nutricionales que cada comida provee”, dice Jonás Colón, nutricionista del programa.
Contiene 16 platos fuertes y 16 bebidas, recetas que se preparan exclusivamente con ingredientes locales y listas para ser hechas a nivel de los hogares.
“En conjunto con la comunidad estamos recuperando ese conocimiento ancestral de esta cultura milenaria. La madre tierra les brinda los alimentos que con cariño las progenitoras preparan a sus hijos e hijas, fortaleciendo así a la generación futura” finaliza Colón.
Este artículo fue publicado originalmente por la Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe. IPS lo distribuye por un acuerdo especial de difusión con esta oficina regional de la FAO