Empujado por la falta de oportunidades laborales en su provincia de origen, Monte Plata, Pedro de los Santos decidió trasladarse hasta la capital de República Dominicana donde trabajó por varios años como vigilante de seguridad en una torre de apartamentos.
“No tenía fuente de ingresos aquí, en la ciudad era que había mejor vida y cogí para allá”, explicó.
Con un trabajo duro y mal pagado, que lo mantenía alejado del calor de la familia, Pedro decidió escuchar a su esposa –migrante en la ciudad igual que él- y volver a su pueblo para darle una oportunidad a un oficio que dejó de lado cuando aún era un mozalbete: la agricultura.
“Cuando era un muchacho mi papá tenía un conuco y nos mandaba a mis hermanos y a mí a trabajar, pero cuando crecimos lo abandonamos. No nos gustaba. Ahora me gusta tanto que pienso estudiar agronomía”, contó Santos.
Fue a través del proyecto Unidades de Producción Agropecuarias Demostrativas y de Capacitación, que desarrolla la FAO en esta y otras provincias de la región Este, que este joven de 27 años encontró su verdadera vocación al punto de que planea ingresar a la universidad para convertirse en agrónomo.
Este agricultor, a quien todos conocen como Alex, tiene a su cargo el cuidado del estanque de peces que ha instalado la organización, a los que alimenta y cambia el agua cuando es necesario.
Cada tres meses, cuando los peces están aptos para el consumo, son puestos a la venta entre los miembros de la comunidad, asegurando un alimento fresco, nutritivo y a bajo precio para sus habitantes.
Disponer de alimentos sanos y frescos es una de las cosas que más aprecia su esposa Niurka Adón, madre de una niña y con un bebé en camino: “En un mañana vamos a poder darles a nuestros hijos una alimentación sana, ya que en la siembra de las hortalizas no utilizamos ningún tipo de químicos”.
Esta madre tiene también su historia de desarraigo, pues al igual que su esposo, migró hacia la ciudad capital en busca de mejores oportunidades que les fueron esquivas, pero el recuerdo de su campo, ubicado en el paraje de Sabana de la Maya del municipio de Yamasá, en Monte Plata, hizo que convenciera a su esposo de volver y se dedicaran a la agricultura.
Historia parecida tiene Modesta Santos Mariano, quien siendo una adolescente abandonó esta misma comunidad para trabajar en labores domésticas en la capital dominicana. Aun después de casarse siguió trabajando en casas de familia.
El nacimiento de sus hijos, y la idea de que crecieran alejados de ella, fue la principal motivación que tuvo Mariana para dejar su trabajo en la ciudad y regresar a Sabana de la Maya.
Aunque no pertenece a una familia de agricultores, la llegada del proyecto de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) la motivó a integrarse a las labores agrícolas y hoy es una de las entusiastas mujeres que forman parte de la Asociación de Agricultores de Sabana de la Maya.
“Si seguimos ampliando el proyecto y trabajando juntos se puede salir adelante y vivir de la agricultura”, afirmó Mariana.
Este proyecto que les ha devuelto la confianza en el campo, se desarrolla en coordinación con el Ministerio de Agricultura, la Vicepresidencia de la República y la Fundación Ozama para el Desarrollo Comunitario en las provincias de Hato Mayor, El Seibo y Monte Plata, donde se han instalado diez centros pilotos de aprendizaje que cuentan con huertos de hortalizas, estanques para peces y gallineros.
Fue en el marco de esta iniciativa que Pedro tuvo la oportunidad de viajar a Costa Rica a una capacitación ofrecida por la FAO sobre buenas prácticas en producción sostenible de alimentos, comercialización y consumo. “Fue una experiencia muy buena, lo que aprendí lo voy a aplicar en nuestro proyecto”, comenta.
“En mi mente no está salir fuera de mi pueblo ni de mi país. Antes no me gustaba la agricultura, pero llegué aquí y le cogí mucho cariño a este proyecto pues la comunidad puede echar adelante”, reveló Pedro de los Santos.
Para soñar no hay que salir de casa
Los altos niveles de pobreza que arropa a las comunidades rurales de la República Dominicana, es una de las principales causas que obligan a los jóvenes de las zonas rurales a migrar hacia ciudades con mejores oportunidades de empleo.
“Todos los jóvenes emigran a Santo Domingo a buscar trabajo para poder financiar sus estudios. En un momento yo también pensé en emigrar, pero ahora veo que desde mi comunidad puedo producir dinero y ayudar a alguien más a permanecer aquí”.
Luis David Medina tiene 24 años y hace más de cinco años que se graduó de bachiller en el municipio del Llano de la provincia de Elías Piña, fronteriza con Haití. Sin embargo, la falta de recursos le ha impedido continuar sus estudios universitarios.
Para obtener algunos ingresos, formó un grupo de música urbana del género “Dembow”, junto a Esquerlin Méndez y otro joven de la comunidad, agrupación que denominaron “Los Menores Callejeros”. Este último abandonó el grupo para irse a trabajar a la ciudad de Santo Domingo, distante 258 kilómetros de Elías Piña.
“Yo era prácticamente un vago. Vivía enderezando calles en El Llano”, dijo Luis David.
Pero desde que fue escogido junto a un grupo de jóvenes para formar parte del proyecto de empleo rural decente para jóvenes que desarrolla la FAO en la zona fronteriza de la República Dominicana y Haití, Luis David ve el futuro con otros ojos.
“Nos impartieron cursos de agricultura ecológica, ecoturismo, huertos familiares, elaboración de compost; conocimos experiencias de apicultura y piscicultura. Desde ese momento nos dedicamos a la agricultura orgánica”, explicó.
Además de recibir capacitación en diversas áreas relacionadas con la agricultura, a estos jóvenes se les impartió un curso para emprendedores, en el reconocido Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional, con miras a que pudieran identificar y estar preparados para emprender un negocio propio dentro de sus comunidades.
“Para mi este proyecto es una bendición. Me ha capacitado para ser un empresario y para ayudar a la comunidad y a los demás jóvenes que quieren emigrar y darles un empleo en el futuro”, comenta Esquerlin Méndez, quien con 21 años y un bachillerato inconcluso, estuvo a punto de irse a trabajar en un establecimiento comercial junto a su hermano en Santo Domingo.
“Cuando nos dieron las clases, dije ¡pero nos están hablando de una agricultura moderna, una agricultura de salud! Ahí me fue cambiando la mentalidad y cuando nos llevaron al centro piscícola ahí es que me enamoro”, asegura Esquerlin.
Con esta motivación y el curso de emprendimiento, se unen a otros jóvenes y forman la Asociación de Jóvenes Agricultores Ecológicos para el Desarrollo Fronterizo, mediante la cual esperan echar hacia adelante el proyecto y ser favorecidos en la convocatoria que lanzó el proyecto para recibir subvenciones estilo capital semilla para emprender planes de negocios.
Mientras, hacen prácticas en un estanque de peces que le ha prestado otro miembro de la comunidad, donde han visto la viabilidad del proyecto. Allí crían tilapias, que alimentan con lemna, un alga marina que conocieron a través del proyecto, de rápido crecimiento y alto contenido proteico.
“Estamos seguros de que podemos producir pescado orgánico para nuestra comunidad y fortalecer su salud, a la vez que le damos empleo a otros jóvenes”, dice Luis David, a lo que su compañero Esquerlin añade: “Estamos en una provincia rica, somos millonarios, los jóvenes solo tenemos que descubrir que si nos capacitamos podemos echar hacia adelante”.
Causas de la migración rural
En general, solo un cuarto de la población dominicana vive en comunidades rurales. Debido a los cambios en los modelos de producción, se ha experimentado un decrecimiento de la población rural en las últimas décadas, siendo el segmento joven uno de los más afectados.
En República Dominicana la población entre 20 y 24 años representa la tasa de desempleo más alta entre los grupos de edad con 25,5 por ciento.
Un territorio de particular atención es la franja fronteriza entre República Dominicana y Haití, por su particular condición de pobreza, vulnerabilidad y carencia de oportunidades de desarrollo para la juventud, ejerciendo presión migratoria hacia las zonas urbanas.
La provincia Elías Piña, es la de mayor tasa de expulsión de jóvenes en República Dominicana con una tasa de 53,2 por cada mil habitantes, siendo la migración mayormente de jóvenes del sexo femenino, mientras que las provincias de la Altagracia, Distrito Nacional, Santiago y Santo Domingo son las provincias de destino de la mayoría de los jóvenes dominicanos y presentan tasas de migración neta de 15,0; 13,9; 10,2 y 9,3 por mil respectivamente (Procasur, 2013).
La FAO explica que la migración de la juventud rural por situaciones de vulnerabilidad puede resultar en la pérdida de la parte más vital y dinámica de la fuerza de trabajo, con consecuencias negativas para la productividad agrícola.
Por ello, considera como fundamental generar inversiones estratégicas en las zonas rurales que permitan a los agricultores superar sus limitaciones históricas como son falta de acceso a infraestructura básica (carreteras, electricidad, reservatorios de agua, centros de acopio, etc.), a lo que hay que sumar la falta de acceso a servicios rurales (asistencia técnica, crédito, seguros) y la dificultad de acceder a mercados.
Día Mundial de la Alimentación
“Cambiar el futuro de la migración: Invertir en seguridad alimentaria y desarrollo rural” es el lema escogido este año por la FAO para celebrar el Día Mundial de la Alimentación que conmemora cada 16 de octubre la fecha de la fundación de la organización en el 1945.
Escoger el tema de la migración es una forma de atraer la atención de la ciudadanía y los líderes mundiales ante una situación que representa un desafío global, debido a que muchos migrantes llegan a las zonas urbanas o a países en desarrollo, donde deben competir por recursos de por si escasos, creando tensiones y conflictos.
La FAO explica que las motivaciones y los impactos de la migración están íntimamente vinculados a los objetivos globales de la FAO en su lucha contra el hambre y el alcance de la seguridad alimentaria, reduciendo la pobreza rural y promoviendo el uso sostenible de los recursos.
La creación de condiciones que permitan a las poblaciones rurales, especialmente a los jóvenes, permanecer en sus hogares cuando sientan que es seguro hacerlo y tener medios de vida más resilientes, es un componente crucial de cualquier plan para emprender el desafío migratorio.
Este artículo fue publicado originalmente por la Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe. IPS lo distribuye por un acuerdo especial de difusión con esta oficina regional de la FAO
Revisado por Estrella Gutiérrez