TRABAJO-CUBA: El regreso de las domésticas

El empleo doméstico reapareció en Cuba de la mano de la crisis económica iniciada en 1990 tras casi haber desaparecido por más de 30 años, lo cual era considerado una conquista en el marco de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.

Cada día es más usual escuchar la expresión la ”muchacha que me ayuda” o ”la señora que me lava”, en alusión a la persona contratada para realizar las tareas del hogar, una situación que ha implicado cambios en la mentalidad de las mujeres que ofrecen el servicio al igual que las familias que lo solicitan.

Pero el servicio doméstico es para las cubanas una mejor opción salarial que muchos otros empleos, a diferencia de lo que ocurre en otros países de América Latina, aunque se equiparan en la falta de garantías laborales, del derecho al descanso remunerado y de la seguridad social.

”Si alguien me hubiera dicho hace 10 años que yo iba a tener una empleada que me limpiara (la casa) y lavara y planchara (la ropa) no lo hubiera creído, pues para mí eso era denigrante”, señaló Milagros Castañeda, una profesional de 39 años.

Sin embargo, con la crisis ”todo cambió y comprendí que, si iba a hacer las cosas de la casa, incumpliría con mi trabajo y dejaría de ganar no sólo mi salario en pesos sino también una buena cantidad de dólares”, explicó.

Castañeda, quien trabaja para una firma extranjera radicada en La Habana, añadió que de esa manera ayuda a alguien que estima y ”que no tiene la suerte que tengo yo”.

Tras decidirse a contratar el servicio doméstico, Castañeda habló con una joven vecina a quien conoce desde niña y sabía que tenía necesidades económicas, estaba sin pareja y con un niño de dos años. ”Le ofrecí 25 dólares y 100 pesos cubanos al mes y aceptó de inmediato”, narró.

Para Yamilé Rodríguez, las cuentas fueron claras. ”No lo pensé dos veces. Pedí la baja en la empresa (estatal), donde me pagaban 180 pesos mensuales, y ahora trabajo más que antes, pero también gano más”, apuntó.

El salario medio mensual en Cuba oscila alrededor de los 250 pesos cubanos, una cifra que apenas alcanza en este país donde algunos artículos de primera necesidad, como el jabón de baño, se venden por lo general sólo en dólares, que se cotiza a 26 pesos por unidad.

Las tarifas de los servicios básicos en el país son bajas, pero los precios de los alimentos, ropa, calzado y de los artefactos electrodomésticos son excesivamente altos para el nivel de ingreso medio.

La primacía del dólar sobre la moneda local fue una de las consecuencias directas de la caída de 34,8 por ciento del producto interno bruto entre 1990 y 1993, pozo del cual el país aún no ha logrado salir.

En esta coyuntura, la población cubana apela a diversas estrategias de sobrevivencia, que van desde trabajos por cuenta propia, servicios a extranjeros y actividades ilícitas en el mercado alternativo.

Una cantidad importante de personas cuentan con las remesas que les envían sus familiares residentes en el exterior, la mayoría de ellos en Estados Unidos, que suman alrededor de 1.000 millones de dólares anuales.

Una investigación del gubernamental Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) concluyó que la mayoría de las estrategias de enfrentamiento a la crisis por parte de la familia cubana se relacionan con el incremento de los ingresos.

Entre las consecuencias, se constata ”una vuelta al pasado en la dinámica familiar”, sostiene el estudio.

Muchas mujeres optan por retirarse del mercado laboral para poder enfrentar ”la complejidad de la vida cotidiana”, mientras otras, incluidas adultas de más de 80 años, deciden emplearse en alguna casa o ”lavar para la calle”.

La casi total desaparición de las trabajadoras domésticas fue considerada una de las conquistas de la Revolución Cubana, tras la llegada al poder en 1959 de Fidel Castro, en el plano de la igualdad de derechos para mujeres y hombres.

El censo de población de Cuba de 1953 indicó que las trabajadoras asalariadas privadas, en su mayoría domésticas, representaban 63,5 por ciento de las mujeres empleadas.

Ese sector disminuyó considerablemente cuando el gobierno de Castro incentivó el acceso de las mujeres a la educación y estableció ”igual salario por igual trabajo” para mujeres y hombres.

El empleo doméstico pasó entonces a considerarse como la explotación de una clase por otra y, por ende, entró en contradicción con un proceso político que pretendía la eliminación de toda discriminación por motivos de raza, clase y género.

Datos oficiales indican que las mujeres ocupan más de 40 por ciento de los empleos del Estado, constituyen 66,4 por ciento de los técnicos y profesionales y 51,6 por ciento de los investigadores en el área de la ciencia.

El trabajo doméstico no está considerado una actividad por cuenta propia, por lo cual no existen estadísticas de las personas que han optado por esa alternativa laboral.

Según conoció IPS, esa modalidad tampoco está contemplada en los cuestionarios preliminares para el censo de población y viviendas que se realizará en septiembre de este año.

”A la larga, el gobierno tendrá que reconocer este proceso y decretar garantías de seguridad social para esas mujeres. Pero, por el momento, de esto no se quiere ni hablar”, dijo un experto que solicitó el anonimato.

El empleo se ofrece en hogares de altos ingresos y las empleadas se buscan entre las familias vecinas o, incluso, parientes en situación desventajosa, según los resultados preliminares de un estudio de la Universidad de La Habana.

La investigación añade que las mujeres trabajan como domésticas de forma permanente o cobran un mínimo de 100 pesos por una gran limpieza a la semana, mientras mantienen su empleo en una empresa estatal o estudian. (FIN/IPS/da/dm/lb/02

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