Ciudad de México tiene un problema orgánico con sus residuos

Ciudad de México busca procesar su basura orgánica en la Planta de Carbonización Hidrotermal, situada en el polígono de El Bordo, en donde antes estaba el mayor vertedero a cielo abierto de América Latina. El plan es evitar la emisión de 24 600 toneladas de CO2 equivalente cada año y capturar otras 9500 de bionutriente, pero la mezcla con otros residuos metálicos crea problemas a la instalación y entorpece esa meta.
Daniel Camarena, director general de la empresa Green to Energy, muestra el biocarbón y el biofertilizante provenientes del procesamiento de basura orgánica en una planta en Ciudad Nezahualcóyotl, en el estado de México, contiguo a la capital mexicana. Imagen: Emilio Godoy / IPS

CIUDAD NEZAHUALCÓYOTL, México – De los 200 kilogramos de basura que recoge el mexicano Víctor Barrera cada fin de semana en un barrio del sur de Ciudad de México, 70 son materia orgánica, pero la mayoría está mal separada, pues se junta con metales, plásticos u otros desechos.

“Ese es el problema, viene con plásticos, envoltorios y más”, explicó Barrera a IPS. Residuos de comida, ramas y hojas integran la carga, mientras que el resto contiene plásticos, cartón y latas de aluminio, que separa para su venta para reciclaje.

Entre semana, Barrera, empleado de la alcaldía de Benito Juárez (una de las 16 demarcaciones capitalinas), trabaja en un camión acopiador, mientras que el fin de semana recoge los desechos casa por casa. Los camiones trasladan la carga a una estación de transferencia que la agrupa para su movimiento a depósitos de basura y a plantas de reciclaje.

“No tenemos herramientas ni equipo para mejorar la separación”, señaló Barrera, de 42 años, casado, padre de un hijo, una hija y quien trabaja en el sector desde 2005.

Ese pecado original repercute en un sitio a unos 13 kilómetros de la zona de trabajo de recicladores como Barrera: la Planta de Carbonización Hidrotermal que el gobierno capitalino construyó en El Bordo, el antiguo vertedero a cielo abierto en el contiguo estado de México, y cerrado desde 2011.

“Es toda la visión de los residuos. No debería haber basura, pero mientras eso pasa, hay que hacer algo con ella. No viene totalmente separada. Cuando llega, se separa”: Daniel Camarena.

Pero la planta, situada en el municipio de Ciudad Nezahualcóyotl, funciona a medias porque la basura impura daña sus equipos.

La instalación, con capacidad para manejar 72 toneladas diarias para producir 8,7 toneladas de biocarbón y donde trabajan unas 45 personas, debía funcionar completamente desde 2023.

Mientras el visitante se adentra en el gran polígono de El Bordo, un olor putrefacto se intensifica, aroma que suele bañar a la metrópoli y que acompaña a la mezcla viciada que los residentes respiran la mayor parte del año.

El vertedero aún recibe residuos orgánicos para la planta de composta y de la construcción, para las dos procesadoras de concreto situadas en la entrada al sitio. A un costado del camino conviven pequeños volcanes de materia desechada de la composta, por su contaminación, y basura enterrada.

Ciudad de México busca procesar su basura orgánica en la Planta de Carbonización Hidrotermal, situada en el polígono de El Bordo, en donde antes estaba el mayor vertedero a cielo abierto de América Latina. El plan es evitar la emisión de 24 600 toneladas de CO2 equivalente cada año y capturar otras 9500 de bionutriente, pero la mezcla con otros residuos metálicos crea problemas a la instalación y entorpece esa meta.
La Planta de Carbonización Hidrotermal, que debía operar a plenitud desde 2023, puede procesar 72 toneladas diarias de residuos orgánicos, para producir 8,7 toneladas de biocarbón y cuatro de bionutrientes. La mala separación de la basura desde su origen en Ciudad de México, entorpece la operación plena de la planta. Imagen: Emilio Godoy / IPS

Para Daniel Camarena, director general de la privada Green to Energy, el problema rebasa la pura separación y está consciente que la planta no resuelve la generación de basura.

“Es toda la visión de los residuos. No debería haber basura, pero mientras eso pasa, hay que hacer algo con ella. No viene totalmente separada. Cuando llega, se separa”, explicó a IPS durante un recorrido por la instalación, blanca, alta y de tuberías verdes, amarillas y azules.

A pesar de los tropiezos, Camarena constató que la tecnología y los procesos funcionan.

Junto al gobierno de Ciudad de México, el Instituto de Ingeniería de la pública Universidad Nacional Autónoma de México (Unam) y la Secretaría (ministerio) de Energía, la empresa participa de la ejecución del proyecto.

El presupuesto original asignado para la planta fue de 15 millones de dólares, aportado por el gubernamental Fondo para la Transición Energética y el Aprovechamiento Sustentable de la Energía, pero se ha elevado a 17 millones por las obras de readecuación en marcha.

La planta consta de un gasificador, que obtiene gas sintético de la biomasa, y de un reactor que transforma la basura en biofertilizante, un líquido de color oscuro, y tortas café de biocarbón, cuyo uso lo mismo da para biocarburante que para nutrir el suelo. Cada tonelada aporta 0,15 de biocarbón y 0,78 de biofertilizante.

Cuando esté plenamente operativa, la instalación evitará cada año la emisión de  24 600 toneladas de dióxido de carbono (CO2) equivalente y capturaría 9500 con el bionutriente.

Ciudad de México busca procesar su basura orgánica en la Planta de Carbonización Hidrotermal, situada en el polígono de El Bordo, en donde antes estaba el mayor vertedero a cielo abierto de América Latina. El plan es evitar la emisión de 24 600 toneladas de CO2 equivalente cada año y capturar otras 9500 de bionutriente, pero la mezcla con otros residuos metálicos crea problemas a la instalación y entorpece esa meta.
La materia orgánica que recibe la planta de biocarbón llega mezclada con diversos objetos, como tornillos o cucharas metálicas. Por una separación inadecuada desde los hogares de Ciudad de México, los desechos orgánicos contienen plásticos y metales que originan fallas en la Planta de Carbonización Hidrotermal, situada en Nezahualcóyotl, un municipio del contiguo estado de México. Imagen: Emilio Godoy / IPS

Aprendizajes

El proyecto ejemplifica los problemas de gestión de la basura en una metrópoli de más de ocho millones de habitantes, que se elevan a 23 millones al sumar la zona metropolitana, y del propio reciclaje.

El predio de El Bordo contiene más de 70 millones de toneladas de basura. El sitio, otrora el mayor vertedero latinoamericano, alberga también una compostadora de basura orgánica y dos procesadoras de residuos de la construcción.

La basura es el resultado de un modelo insostenible de producción y consumo de mercancías, pero también es un eslabón de una cadena de contaminación cuya última parada son los vertederos, donde la materia se descompone, y sus lixiviados acaban en el subsuelo y el gas metano (CH4, por su composición química) en la atmósfera.

“Aunque la ley general tiene más de 20 años, la cantidad de basura es creciente, nunca ha disminuido. Debe separarse en el origen, haber un manejo diferenciado, aprovechamiento, reciclaje y disposición final de lo que no puede reusarse. Hay un manejo precario, no es integral”: Nancy Jiménez.

El metano posee 80 veces más capacidad de absorber calor en 20 años que el CO2, generado por las actividades humanas y considerado el mayor responsable del recalentamiento del planeta.

La población mexicana, de 129 millones, genera más de 120 000 toneladas de residuos diarios, casi la mitad son orgánicos. El reciclaje ronda 10 %, mayoritariamente plásticos. La capital mexicana desecha cada día 12 700 toneladas, la mayoría residenciales, y de las que cuatro de 10 son orgánicas.

México no solo está enfermo de residuos, la falta de infraestructura adecuada también agudiza la dolencia. Operan 2250 sitios de disposición final que reciben 36 millones de toneladas.

Una cuarta parte acaba en 30 rellenos sanitarios, otra cuarta parte en vertederos a cielo abierto y la mitad restante en 264 depósitos controlados, según el Observatorio Mexicano de Emisiones de Metano.

Solo 61 sitios de disposición final ventean o queman el gas generado y siete obtienen electricidad con su consumo y, por ejemplo, El Bordo traslada parte del gas a la planta de biocarbón e incinera el resto.

Siete de ocho plantas de composta del área metropolitana, de pequeña dimensión, recibieron 352 825 toneladas orgánicas en 2023, mientras la de El Bordo procesó 1250 diarias.

Cuando la actual presidenta del país, Claudia Sheinbaum, fue jefa del gobierno de Ciudad de México entre 2018 y 2023, ofreció seis plantas de reciclaje de residuos, pero actualmente solo operan tres. Su contracara fue la existencia de 889 vertederos clandestinos en 2023.

Nancy Jiménez, académica del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la Unam, resaltó los retos de la generación y gestión de basura.

“Aunque la ley general tiene más de 20 años, la cantidad de basura es creciente, nunca ha disminuido. Debe separarse en el origen, haber un manejo diferenciado, aprovechamiento, reciclaje y disposición final de lo que no puede reusarse.  Hay un manejo precario, no es integral”, analizó para IPS.

En México, hay mejores leyes que resultados y un ejemplo es su capital, donde hay una norma de diferenciación de detritus que es hoja seca del bosque regulatorio.

La basura es la segunda fuente de metano en este país latinoamericano, detrás de la agricultura y delante de la generación de energía, según datos de 2023.

El Bordo es una buena muestra del fenómeno. En 2024 la compostadora arrojó 408 000 toneladas de CO2 equivalente, mientras que durante el primer trimestre de este año había lanzado 34 000 toneladas, según datos de la plataforma internacional de medición de emisiones Climate Trace.

Un solo recorrido satelital del 6 de junio de 2024 detectó una pluma o columna de gas de 0,35 toneladas de metano por hora, según la plataforma internacional de identificación de contaminación CarbonMapper.

Ciudad de México busca procesar su basura orgánica en la Planta de Carbonización Hidrotermal, situada en el polígono de El Bordo, en donde antes estaba el mayor vertedero a cielo abierto de América Latina. El plan es evitar la emisión de 24 600 toneladas de CO2 equivalente cada año y capturar otras 9500 de bionutriente, pero la mezcla con otros residuos metálicos crea problemas a la instalación y entorpece esa meta.
Basura desechada en forma irregular en una calle en el sur de Ciudad de México. Uno de los principales problemas de la capital mexicana es la alta generación de residuos y gestión deficiente desde su origen, lo que genera problemas ambientales en la capital. Imagen: Emilio Godoy / IPS

Iniciativas fallidas

El problema pasa también por políticas públicas insuficientes. Mientras el país careció de estrategia nacional de residuos entre 2018 y 2024, el plan existente de la capital ha quedado corto en sus metas.

El Programa de Gestión Integral de Residuos para la Ciudad de México 2021-2025 incluye el manejo y aprovechamiento de basura entre sus cuatro componentes.

Algunas de sus metas principales no están en vías de cumplimiento, como la reducción de la generación de basura o mejorar la separación de desechos orgánicos.

En el plano nacional, Sheinbaum ofreció en sus primeros 100 compromisos como presidenta la construcción de 10 plantas de reciclaje, aunque esto no resuelve la generación de basura. Además, se avanza en una estrategia nacional de economía circular.

Para 2030, el gobierno de Ciudad de México aspira a alcanzar 50 % de eficiencia en la separación de residuos orgánicos y en el manejo de desechos inorgánicos en plantas de selección y ser la primera ciudad en América que los recicla totalmente, desafíos considerables en las condiciones actuales.


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El empresario Camarena no puso plazos para la operación a plenitud de la planta, aunque las próximas semanas serán vitales para comprobar si los ajustes funcionan y el establecimiento de más instalaciones depende de la marcha de los parques industriales que ofreció el gobierno federal.

Además, aún no está definido el mercado objetivo, la industria o la producción agrícola, que está pendiente de los resultados de las investigaciones sobre la eficacia de los productos de la planta.

“Tenemos que ver qué es más benéfico. Mientras, tenemos que cambiar la forma de separación. Tenemos que dejar de ver los residuos como basura. No es basura, es algo que puede servir después”, subrayó.

La investigadora Jiménez mostró su conformidad con las nuevas políticas, aunque alertó de las necesidades.

“Los retos son muy grandes, las metas, muy ambiciosas. Se necesita una campaña de concienciación, para que la gente haga su tarea. Las iniciativas no se apegan a los principios de la economía circular, el reciclaje no es de los más importantes”, planteó.

ED: EG

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