MÉXICO – En septiembre pasado, frente a las costas del golfo de México, en la ciudad mexicana de Altamira, salió de una instalación flotante de la empresa estadounidense New Fortress Energy el primer cargamento de gas natural licuado (GNL) con destino a Europa.
Esta nueva actividad forma parte de una oleada de inversiones en gas que ha llegado al país en los últimos años, dirigida a los mercados de Europa y el sudeste asiático con gas natural producido en Estados Unidos y procesado en México.
El gas se licúa a temperaturas extremadamente bajas (-162°C) y se reduce hasta 600 veces en volumen, lo que permite transportarlo en grandes cantidades en tanqueros, para luego ser regasificado y distribuido.
Desde principios de la década actual, se han anunciado aumentos significativos en la infraestructura mundial de GNL, con 1,1 billones (millones de millones) de dólares de inversión en nuevas terminales en desarrollo hasta el año pasado.
Esto se ha visto impulsado por las previsiones de crecimiento de la demanda de gas en Asia, el aumento de la producción de Estados Unidos y los esfuerzos de Europa por reducir su dependencia de las importaciones de gas ruso tras la invasión de Ucrania en 2022, un panorama que ha llevado a los productores estadounidenses a poner sus ojos en nuevos puertos de la costa mexicana que podrían acortar las rutas de transporte a los mercados de ultramar.
Pero las ambiciones de un posible auge en México pueden toparse con un clima cambiante en el mercado mundial del gas, así como con acontecimientos políticos a ambos lados de la frontera. Esto incluye las tensiones entre el presidente estadounidense Donald Trump y su par mexicana Claudia Sheinbaum respecto al comercio y los aranceles, la migración y otras cuestiones.
Grupos ambientalistas, por su parte, han seguido expresando su preocupación por las posibles consecuencias de la construcción de la infraestructura de GNL que podría situar a México como cuarto exportador mundial de este combustible.
“La industria habla de que el gas es un combustible de transición y que reemplaza al carbón en Asia, pero no es así. Es más contaminante que el carbón, por todos los pasos que implica su exportación”, dijo Nichole Heil, coordinadora de Investigación y Campañas de la oenegé Private Equity Stakeholder Project (PESP), que se dedica a rastrear la inversión de fondos privados en la industria fósil.
“Y parte del problema también es la exportación de emisiones, Estados Unidos las exporta a México y México las envía a Asia, y no están en la contabilidad de emisiones”, agregó.
Una apuesta transfronteriza por el GNL
Estados Unidos y México mantienen una larga relación en el sector del gas: México importa más de la mitad de su suministro de gas a través de gasoductos de su vecino del norte, con una red cada vez mayor que transporta gas desde centros situados en los estados de Texas, Arizona y Nuevo México.
La perspectiva de exportar y procesar GNL a través de esta red ha hecho que se propongan al menos media docena de proyectos en México. Además de la terminal de Altamira, que realizó su primer envío en 2024, se están realizando obras para la ampliación del proyecto Energía Costa Azul (ECA), situado en la ciudad de Ensenada, en el norteño estado mexicano de Baja California, y están en planes las plantas Vista Pacífico LNG, Saguaro LNG y Amigo LNG, las tres en el también norteño Sonora.
Mientras los inversores estadounidenses buscan proyectos, la compañía eléctrica nacional de México, CFE, también ha intentado entrar en acción. Ha propuesto la terminal de exportación de Salina Cruz, en el sureño estado de Oaxaca, y la de Coatzacoalcos, en la costa del Golfo de México, en el estado de Veracruz.
![Un hombre, con una camisa roja y una gorra roja, pescando con una caña](https://dialogue.earth/content/uploads/2025/02/Coatzacoalcos-hombre-pescando_Alamy_PA5AY8.jpg)
Con estas propuestas, empresas mexicanas y estadounidenses como CFE, Mexico Pacific y Sempra Infrastructure han llegado a acuerdos con financiadores y posibles compradores de GNL, incluidos bancos y empresas energéticas multinacionales de Australia, China, Francia, Japón, Malasia, Singapur y Corea del Sur.
Sin embargo, los proyectos de GNL propuestos en México también han estado supeditados a la obtención de permisos de reexportación de gas estadounidense expedidos por el Departamento de Energía, que permiten los envíos a países con los que Estados Unidos no tiene acuerdos de libre comercio, una lista que incluye a la Unión Europea y a casi todas las naciones asiáticas.
La expedición de permisos de exportación de GNL estaba en pausa desde enero de 2024, ya que la administración del expresidente estadounidense Joe Biden pidió una revisión de sus impactos climáticos. La medida generó incertidumbre sobre los proyectos, batallas judiciales y enojos en la industria, pero fue revocada el 20 de enero, primer día del regreso de Trump a la Casa Blanca, fiel a las promesas que hizo durante su campaña electoral.
El levantamiento de la orden de la era Biden ha sido bien recibida por el sector, pero los analistas siguen sin estar seguros de los impactos más amplios que el regreso de Trump tendrá sobre las ambiciones de las exportaciones mexicanas de GNL, incluso con su firme respaldo a los combustibles fósiles. Expertos han destacado los riesgos políticos de las posibles políticas estadounidenses, tanto nacionales como dirigidas a México, que podrían aumentar las tensiones entre los dos países.
El comercio de GNL podría quedar atrapado en la guerra comercial que Trump desató cuando impuso un arancel adicional del 10% sobre los productos chinos a partir del 4 de febrero. México ganó un mes extra para evitar un arancel de 25 % después de que Sheinbaum accediera el 1 de febrero a las demandas para fortificar la frontera norte.
Para Heil, investigadora del PESP, la presión de Trump por más GNL tiene graves consecuencias.
“Fuera de las ganancias económicas cuestionables para los estadounidenses, la demanda incierta de GNL, los rendimientos de capital privado suprimidos y las responsabilidades financieras asociadas con los impactos del GNL en las comunidades locales y el medioambiente crean una base inestable para la industria del GNL y su futuro potencial”, dice.
Preocupaciones ambientales
El papel del gas natural y su forma licuada en los sistemas energéticos mundiales es fuente de acalorados debates, incluida su controvertida etiqueta de “puente” o “combustible de transición” en el cambio a sistemas basados en energías renovables.
En cuanto a la expansión de la infraestructura mexicana de GNL, los ecologistas han expresado su temor por los posibles impactos a lo largo de estas nuevas cadenas de suministro. Entre ellos, las fugas de metano durante los procesos de licuefacción, transporte y regasificación, entre otros problemas, que contribuirían negativamente a las emisiones.
El proyecto Saguaro, en concreto, ha despertado una fuerte oposición por parte de una coalición de más de 30 organizaciones comunitarias y ecologistas, así como de la oenegé estadounidense Natural Resources Defense Council (NRDC), que lo ha calificado como “un proyecto equivocado, en el lugar equivocado”.
Mima Holt, coordinadora climática internacional de NRDC, declaró: “Cualquier proceso para evaluar nuevos proyectos debe tener en cuenta los impactos económicos y medioambientales. Eso incluye los impactos climáticos y las características y necesidades únicas de lugares especiales como el Golfo de California… El ‘Acuario del Mundo’ no es una zona de sacrificio para los caprichos de la industria petrolera estadounidense”.
Pablo Ramírez, director de la campaña de cambio climático de Greenpeace México, cuestionó el desarrollo de los proyectos de GNL.
“No toman en cuenta los pasivos ambientales y sociales y esos costos no se reflejan en las terminales. Lo que hemos visto es que el plan de estos proyectos entre privados y el gobierno mexicano es una nueva forma de maquila”, dijo refiriéndose a las fábricas mexicanas que ensamblan y fabrican para la exportación.
Agregó que “maquilamos gas que no es nuestro, generando riqueza que no se queda aquí y asumiendo pasivos. CFE busca una tasa que reditúe las exportaciones y los gasoductos que administra”.
Mientras tanto, los partidarios de la deslocalización de las operaciones de exportación de gas estadounidense la han presentado como un método para reducir determinadas emisiones en sus cadenas de suministro, concretamente las derivadas del transporte marítimo.
En su evaluación ambiental de 2022 del proyecto Vista Pacífico, el Departamento de Energía de Estados Unidos calculó que las emisiones del ciclo de vida del GNL transportado de Nueva Orleans a Shanghái —una ruta que requiere atravesar los canales de Panamá o Suez, o largas travesías por los cabos continentales meridionales— ascenderían a 688 kilogramos de CO2 equivalente por megavatio-hora de energía generada con el combustible.
De esta cantidad, 76 kilogramos, 11 %, procederían del transporte en buques cisterna.
En comparación, el transporte de GNL directamente a través del Pacífico, entre Shanghái y Topolobampo, en el oeste de México, donde se propone la instalación de Vista Pacífico, reduciría las emisiones totales entre 3 % y 7 % debido a la ruta más corta, señaló la evaluación.
¿Auge o burbuja?
Más allá de las posibles repercusiones medioambientales de la construcción de una infraestructura mundial de GNL, algunos analistas también han puesto en duda la rentabilidad a largo plazo de los proyectos de exportación, en medio de perspectivas desiguales de la demanda.
En lugar de un auge, organizaciones como el Instituto de Economía Energética y Análisis Financiero (Iefa) han advertido sobre una burbuja, ya que el GNL podría alcanzar un exceso de oferta en 2026.
Pocos años después de que Europa se apresurara a buscar nuevos proveedores tras la invasión rusa a Ucrania, la demanda de GNL del continente está ahora en declive, ya que sus países persiguen ambiciosos objetivos de transición hacia energías limpias para finales de la década.
Mientras tanto, en Asia —la región en la que se prevé que se concentre la mayor parte del crecimiento de la demanda futura de GNL—, diversos problemas relacionados con la entrega de proyectos y cuestiones fiscales pueden frenar la demanda, según la Iefa. También sugiere que las políticas chinas que favorecen a las industrias nacionales probablemente limitarán la demanda de importaciones del país.
Nichole Heil, de PESP, planteó la perspectiva de que estas inversiones se conviertan en activos vacilantes.
“A medida que el impulso global cambia hacia la reducción de las emisiones de carbono y la adopción de energías renovables, las inversiones en gasoductos e instalaciones de GNL con largos períodos de recuperación de la inversión, podrían no generar el rendimiento esperado», dijo.
Y añadió: «Esto plantea riesgos para los inversores institucionales, especialmente los fondos de pensiones, que dependen de rendimientos constantes”.
Para Rachel Eunbi Shin, investigadora de la cadena de suministro de energía de la oenegé For Our Climate, de Corea del Sur, la industria fomenta la sobreoferta para estimular una demanda artificial. “La demanda cae, la mayoría de los jugadores compra GNL y planean revenderlo, así crean un mercado artificial. Pero la infraestructura está aumentando”, cuestiona desde Seúl
En cuanto a los proyectos de México, la presidenta Sheinbaum no ha expresado su postura sobre el gas, pero elogió la inversión de Mexico Pacific el pasado octubre, cuando se reunió con la consejera delegada de la corporación, Sarah Bairstow.
Este artículo se publicó originalmente en Dialogue Earth.
RV: EG