MATANZAS, Cuba – El barrio de La Marina, ubicado en la ciudad de Matanzas, a 103 kilómetros al este de La Habana, es una radiografía de la violencia de género en Cuba.
Con casi 1900 habitantes cuya mayoría es negra, un gran número de exconvictos y de población flotante producto de la migración proveniente de provincias más orientales, La Marina es reconocido dentro de la urbe como uno de sus barrios más vulnerables.
Según un diagnóstico realizado en enero de 2023 por la educadora popular Nayla Mazorra para la Universidad de Matanzas, allí cohabitaban 50 madres solteras con más de tres hijos, 377 adultos mayores que viven solos y 200 familias en situación de vulnerabilidad que dependen de la asistencia del Estado para ser solventes.
Un barrio donde crece el índice de adolescentes embarazadas y en el que religiones afrodescendientes se convierten en fuentes de empleo informal y de paradigmas culturales predominantemente machistas.
“Ahora es diferente. Antiguamente una no podía ni caminar ni salir por la calle. La gente ahora es más tolerante, hay menos homofobia. Ya no nos tiran (lanzan) piedras”: Yaisel.
“Uno de los problemas que tiene el barrio es el bajo nivel cultural. Se ha naturalizado la violencia psicológica, la laboral. Ves mujeres que tienen potencial para trabajar, pero por el asistencialismo de organizaciones del gobierno, no tienen ansias de ser autogestoras de su economía”, dijo a IPS Mazorra, que es además vecina del barrio.
Violencia de género en Matanzas
Lenin Masó, coordinador del proyecto matancero SoLuna, asociado a la Universidad de la Matanzas, que enfrenta desde la educación la violencia de género, la comunitaria, la escolar y la racial, opinó en entrevista con IPS que en Cuba hay muchas situaciones de violencia género en el entorno familiar.
“En Matanzas, por los sondeos que hemos hecho, las manifestaciones más comunes de la violencia son las verbales, las ofensas. También los roles de servidumbre que se le han dado a la mujer en el ámbito doméstico. Esa forma de violencia simbólica la impone la cultura machista, y eso hay que desmontarlo”, agregó Masó.
De acuerdo al Observatorio de Cuba sobre Igualdad de Género, al cierre de 2023, 23, 9 % de las mujeres matanceras dedicaban su tiempo exclusivamente a las tareas de trabajo doméstico, una cifra menor en comparación con las de otras provincias orientales como Holguín (38, 1 %) y Las Tunas (36, 3 %).
Sin embargo, apenas 0,1 % de los hombres se dedicaban a esas labores, el porcentaje más bajo de toda esta nación insular caribeña de unos 10 millones de habitantes, después de la occidental provincia de Pinar del Río, con 0,4 %.
El 25 de noviembre, cuando se celebró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, SoLuna organizó en Matanzas la quinta edición del Taller Nacional Visibilidad y Prevención de la Violencia para el Desarrollo de una Cultura de Paz.
En ese espacio, especialistas del tema analizaron múltiples expresiones de violencia de género, así como las acciones de proyectos locales y nacionales dispuestos a concientizar en las personas estos fenómenos de desigualdad.
Concientizar y acompañar
Desde inicios de 2023, el proyecto SoLuna realiza una iniciativa llamada Mujer y Sonrisa, en el que activistas contra la violencia de género interactúan con mujeres –y también algunos hombres– de La Marina los días 25 de cada mes.
“Nuestro objetivo es concientizar y acompañar a esas mujeres, porque el barrio tiene muchas necesidades, y solamente cuando ellas te las expresan, podemos darles las vías y herramientas para que ellas gestionen las soluciones y busquen otras salidas”, dijo Mazorra, una de las organizadoras del intercambio y colaboradora de SoLuna.
La lideresa local y educadora popular Regla González, coordinadora del Centro Comunitario Nelson Barrera, de La Marina, dijo a IPS que en aquellos encuentros se debate sobre las inquietudes de las mujeres participantes en su cotidianidad: los roles en el hogar, el respeto entre parejas y a sí mismas, la crianza de los hijos, la dependencia económica, entre otras.
“Una mujer tiene que quererse y adorarse como mujer. Si no se respeta a sí misma, ¿quién la va a respetar? Nuestro barrio no es malo, pero es complejo”, afirmó González, en cuyo centro se realizan charlas sobre distintos aspectos de igualdad de género y de la violencia contra la mujer.
Una transformación del pensamiento
A pocos kilómetros de La Marina, se encuentra el barrio de Pueblo Nuevo, también considerado uno de los más vulnerables de la ciudad, por problemas económicos e infraestructurales y altos índices de violencia.
Adentro, en lo que hace unos 15 años parecía un vertedero de basura según los vecinos de la localidad, destaca hoy el colorido y limpio Callejón de las Tradiciones, con murales representativos de la urbe y de la afrodescendiente cultura abakuá, a través de pinturas de íremes, figuras que representan el espíritu de algún antepasado.
El artífice de esta transformación barrial fue el proyecto AfroAtenas, fundado en 2009 y liderado por miembros de la comunidad Lgbti+, que fomenta el respeto a la diversidad sexual y de género, y hacia todas las personas, así como prevenir la violencia de género.
“En las primeras etapas del proyecto, había mucha violencia en el barrio. Todo eso fue disminuyendo por las actividades que hacíamos, pero en la actualidad ha ido incrementando por cuestiones económicas y sociales. Hay una pérdida constante de valores”, dijo a IPS Rogelio Benavides, gestor de proyectos de AfroAtenas.
“Si no hay respeto al resto de la sociedad, mucho menos habrá al resto de la comunidad Lgbtiq+”, continuó Benavides, quien aclaró que, aun si no recibe violencia verbal ni física por ser homosexual, no significa que la discriminación haya dejado de existir en el barrio.
Violencia contra las personas trans
“Ahora es diferente. Antiguamente una no podía ni caminar ni salir por la calle. La gente ahora es más tolerante, hay menos homofobia. Ya no nos tiran (lanzan) piedras”, comentó a IPS Yaisel, una mujer trans residente en la localidad de Pueblo Nuevo.
A pesar de que en apariencia la situación ya no es tan exasperante como antes, Yaisel dijo que todavía existen casos de agresiones físicas y verbales.
Dentro de la comunidad Lgbti+, las personas trans son las más discriminadas y violentadas, además de que muchas ejercen la prostitución y padecen de VIH (virus de inmunodeficiencia humana) o sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), dijo Benavides.
En el marco de AfroAtenas, mujeres y hombres se reúnen periódicamente con una psicóloga, en una especie de charla o terapia grupal, para hablar de problemas en común como la discriminación en la comunidad o en instituciones públicas, el respeto de sus familiares, la dificultad para obtener empleos o ejercer la maternidad; en definitiva, temas de violencia.
“Hicimos una consulta sobre cómo se siente una persona trans cuando llega a una institución de salud y se siente totalmente discriminada. No solamente en el registro (que le piden el nombre con el que nació), sino en el trato de los médicos”, explicó a IPS Laura Hernández, la psicóloga que acompaña las sesiones.
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Según Hernández, está tan arraigada esa cultura machista que, en muchos casos, las personas trans también reproducen los roles asignados socialmente a hombres y mujeres, según el género con el que se identifiquen.
“El contexto machista no cambia: ¿Por qué tenemos que mantenernos en este pensamiento binario”, sentenció la especialista.
ED: EG