COP16: las letras pequeñas del marco global de biodiversidad

Bosque templado de pinos y encinos manejado por comunidades indígenas zapotecas en la Sierra Norte de Oaxaca, México. Imagen: Juan Mayorga / PxP

MÉXICO – El lunes 21 de octubre comienza en Cali, Colombia, la sesión 16 de la Conferencia de las Partes del Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB), mejor conocida como la COP16 de biodiversidad

Después de arduos trabajos encabezados por una presidencia conjunta entre China y Canadá, que culminaron en diciembre de 2022 con la aprobación del Marco Mundial Kunming-Montreal sobre Diversidad Biológica (GBF, en inglés), los asistentes a la próxima COP16 enfrentarán como principal reto el acordar el marco de monitoreo.

El encuentro durará dos semanas y culminará el 1 de noviembre. Más allá de los objetivos técnicos de la cumbre, Colombia hará pesar su condición de país anfitrión para impulsar una agenda política basada en la unión de los países megadiversos para equiparar globalmente la biodiversidad a la emergencia climática, en un espíritu inspirado en el proceso de paz con las guerrillas del país que hace eco de un lema de Naciones Unidas: hacer la paz con la naturaleza.

Del marco de biodiversidad al marco de monitoreo

Que nadie se confunda entre ambos marcos. El protagonista absoluto es el aprobado en Montreal hace dos años, pues contiene los cuatro objetivos y 23 metas globales acordadas por 188 países firmantes de la convención para “frenar y revertir” la pérdida de biodiversidad en el planeta. Es, en sí, el acuerdo global para coordinar los esfuerzos en la materia durante esta década que termina en 2030.

Entre sus objetivos está detener la extinción de especies inducida por los humanos para 2050, y como metas destacan la conservación de 30 % de la superficie terrestre para el 2030, acercar a cero la pérdida de superficies de suma importancia para la biodiversidad y aumentar el financiamiento de países desarrollados a países en desarrollo en por lo menos 30 000 millones de dólares anuales.

El marco adoptado en Montreal es en sí mismo una victoria de la diplomacia internacional, pero el trabajo aún está lejos de terminar, explicó Úrsula Parrilla, directora para México, Centroamérica y el Caribe de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN). 

“La adopción del Marco representa un logro enorme para el multilateralismo. Sin embargo, el camino a recorrer es largo y requerirá de voluntad política, recursos financieros y mejores capacidades técnicas para abordar los enormes retos que aún enfrentamos”, agregó.

Sin embargo, dada la complejidad en el manejo de la biodiversidad global, es imposible seguir estos objetivos y metas sin una metodología precisa.

¿Cuáles son las especies en peligro de extinción en las que se centrarán los esfuerzos? ¿Cómo sabemos que se está conservando el 30% de la superficie terrestre? ¿Qué dinero se contabiliza como financiamiento y cómo sabemos que se ha canalizado efectivamente al proceso? Esas son las preguntas que buscará responder el marco de monitoreo que se deberá aprobar en Cali.

“El marco de biodiversidad tiene metas, pero el marco de monitoreo tiene los indicadores; así que este último es la carnita para monitorear el cumplimiento del marco global de biodiversidad”, explicó Hesiquio Benítez, biólogo y delegado mexicano con décadas de experiencia en las negociaciones del CDB.

De este marco de monitoreo no solo importa su aprobación, sino que ocurra lo más pronto posible para habilitar el GBF. Este es uno de los aprendizajes clave de las Metas de Aichi, que precedió al Marco Mundial Kunming-Montreal en la década de 2010 al 2020, así lo destacó Ana di Pancracio, directora de Biodiversidad de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales de Argentina (FARN).

La especialista recordó que el marco de monitoreo de Aichi se aprobó en 2016, cuando solo faltaban cuatro años para que se venciera el plazo definido para el cumplimiento de sus metas.

“En este caso (el marco Kunming-Montreal) los países se propusieron que no pasara más de una COP después de su adopción para tener su marco de monitoreo. Y de hecho se aprobó una versión preliminar en la COP15”, comentó Di Pancracio.

La versión del marco de monitoreo aprobada en Montreal en 2022 no identificaba metodologías, datos, metadatos o fuentes de información para muchas de las 23 metas. Todos esos huecos han sido subsanados durante los últimos dos años por un grupo de trabajo técnico presidido por Benítez, el organo subsidiario de asesoramiento científico, técnico y tecnológico (SBSTTA, en inglés).

En mayo, durante la última reunión de este grupo, se dieron “muchos avances” y se produjo un documento de casi 400 páginas que contiene las letras pequeñas del marco global de biodiversidad y todos los tecnicismos que lo harán posible, explicó Benítez. Y aunque es producto del trabajo técnico de especialistas, para oficializarse necesita — como todas las decisiones del CDB— ser aprobado por unanimidad en la asamblea plenaria.

“Hace falta entonces que, en esta COP en Cali, se adopte la versión corregida y aumentada de este marco de monitoreo. No van a cambiar de fondo los indicadores, pero si el acceso a las fuentes de información para que los países las usen en sus informes nacionales, donde demuestren sus avances en la implementación del marco mundial de biodiversidad”, agregó Benítez.

Magdalena Avendaño, campesina y productora de hortalizas con técnicas agroecológicas en el sur de México, muestra sus maíces criollos libres de modificaciones genéticas. Imagen: Juan Mayorga / PxP

Planes y estrategias nacionales, en la mira

Para hacer realidad sus metas globales, el Marco Mundial Kunming-Montreal depende del trabajo que cada país realice cuidando la biodiversidad que tiene en casa. Para ello, cada uno debe elaborar y presentar su ruta de acción, lo que en el lenguaje del CDB se conoce como Estrategias y Planes de Acción Nacionales de Biodiversidad (NBSAP, en inglés).

Si bien la primera revisión formal de estos planes y estrategias nacionales se realizará en la COP17 en 2026, se esperaba que los países firmantes compartieran estas propuestas actualizadas antes del inicio de la COP16.

Pero, al 1 de agosto, cuando venció el plazo marcado por el CDB, solo 16 países habían presentado planes —ningún país latinoamericano entre ellos— y 61 países solo presentaron metas, que es el segundo mejor escenario.

Para Maritza Florian, especialista en cambio climático, biodiversidad y servicios ecosistémicos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) de Colombia, esta es “una señal un poco preocupante”.

“Los tenían que presentar antes de esa fecha para que quedaran registrados por la secretaría (de CDB), que va a hacer un reporte de revisión de los planes presentados para que en la COP se discuta cómo va ese ítem de negociación”, dijo Florian.

Con el fin de facilitar el intercambio de experiencias y acceso a financiamiento para la actualización de los planes y estrategias nacionales, el gobierno colombiano habilitó la plataforma NBSAP Accelerator Partnership, que ya ha vinculado a delegaciones de Colombia, Costa Rica, Chile, Perú y México.

Negociadores y observadores de Colombia, México y Argentina han confirmado que en sus países se han realizado procesos amplios de trabajo de las NBSAPs en los últimos meses.

Di Pancracio, por su parte, destacó cómo la sociedad civil no solo está participando y dando insumos para la elaboración de las NBSAP, sino que estará dándoles seguimiento una vez terminadas.

“Vamos a ver qué países enviaron sus estrategias, qué es lo que proponen y, por supuesto, conforme a las capacidades de organizaciones sociales, haremos un análisis de qué es lo que dicen, qué han integrado de nuestros aportes, qué les falta y qué margen de mejora hay”, dijo.

Por su parte, Parrilla señaló el sentido de urgencia en el contexto del Marco Mundial Kunming-Montreal.

“Nos quedan apenas cinco años para reportar sobre este marco, por lo cual es necesario actuar sin postergar ni sacrificar un aspecto sobre el otro. Los países deben presentar sus NBSAPs actualizadas, ambiciosas, basadas en la ciencia y en la evidencia, y alineadas con el GBF”, indicó.

“Hacer la paz con la naturaleza”

Esta frase originalmente fue pronunciada por el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, en 2020 cuando definía la “tarea definitoria” de este siglo ante la “guerra” que actualmente libramos contra la naturaleza.

Luego, en medio de la pandemia de covid-19, se popularizó como título de un reporte presentado  por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) en 2021.

Bajo la presidencia de Gustavo Petro y el liderazgo de su ministra del Ambiente, Susana Muhamad, Colombia adoptó como suya esta idea, pues resuena con el proceso de paz entre el gobierno y las últimas guerrillas del país, que tuvo como momento cumbre la firma de los acuerdos de 2016.

No es una analogía forzada. Como parte de los esfuerzos de paz —recordaba la ministra Muhamad a mediados de agosto pasado, al inaugurar el primero de varios foros sobre biodiversidad de cara a la COP16— gobierno y sociedad colombianos han tenido que trabajar por la estabilidad ecológica en los territorios en conflicto como vía para alcanzar una estabilidad social duradera.

El gobierno ha trabajado por dejar de rociar glifosato sobre las selvas que albergaban plantíos de hoja de coca. Hoy firmantes de los acuerdos de paz, antes en conflicto, acompañan las expediciones botánicas en territorios antes tomados por la guerrilla, mientras que el turismo de naturaleza se empieza a abrir paso contribuyendo al equilibrio socioambiental.

“No queremos ponernos en una posición moral por encima, pero sí podemos compartir nuestras experiencias como sociedad”, indicó Muhamad. “Las víctimas le están diciendo a la Jurisdicción Especial para la Paz sobre cómo parte de la restauración del conflicto es la restauración ecológica de los territorios … que los acuerdos son la vía”, continuó.

Florian considera acertada la apuesta narrativa y política de la presidencia colombiana para esta COP, pues asegura que permite crear sinergias con agendas como las de derechos humanos, género y reducción de la desigualdad, plasmados por ejemplo en la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

“Ahí van a plantear esa lógica de que no estamos en paz con la naturaleza porque tenemos relaciones extractivistas conflictivas con la naturaleza que desencadenan entornos hostiles que en última instancia también tienen mucha relación con conflictos y violencias de todo tipo, desde ontológicas o reproducir desigualdades sociales históricas, hasta designación de recursos para temas diferentes a la conservación de la naturaleza y el capital natural”, mencionó Florian.

“Tenemos mucha expectativa de dónde van a aterrizar y qué puede salir de algo tan elocuente y un flagship (nave insignia) de paz con la naturaleza. Quizá una declaración política, pero a eso qué le vamos a asociar. ¿Cómo le vamos a dar seguimiento?”, cuestionó.

Como resultado de la COP16, según ha explicado Muhamad, Colombia espera ver “el lanzamiento de una coalición multiactor, multisectorial, mundial, de paz con la naturaleza, que sea como una gota que genere una gran ola de cambio hacia una agenda”.

A contrapelo del discurso del Ministerio de Ambiente, disidencias de los grupos guerrilleros han insinuado amenazas contra la realización de la COP16 y contra la agenda ambiental del gobierno colombiano. 

En julio pasado, en medio de los preparativos para la cumbre, una fracción disidente del grupo Estado Mayor Central (EMC) sentenció a través de la red social X: “la COP16 fracasará aunque militaricen con gringos (estadounidenses) la ciudad”, lo que llevó a la administración del presidente Petro a aumentar las medidas de seguridada y a reiterar públicamente sus garantías para la COP16. 

Amanecer en una reserva natural manejada por comunidades indígenas zapotecas en la Sierra Norte de Oaxaca, en México. Imagen: Juan Mayorga / PxP

Una COP muy cargada

Para Benítez, las negociaciones sobre biodiversidad son “un proceso en varias pistas y carriles”, que incluyen diferentes instituciones, órganos y acuerdos.

Por ejemplo, durante la COP16 también se realizará la COP11 del Protocolo de Cartagena sobre seguridad de la biotecnología y la COP5 del Protocolo de Nagoya sobre acceso a recursos genéticos y participación equitativa en los beneficios. Ambos protocolos creados y operativos bajo el marco del CDB.

Simultáneamente, las negociaciones tendrán como referencia inmediata a la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) y la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), y tener en el radar de manera más lejana a las convenciones de Naciones Unidas sobre cambio climático (CMNUCC) y desertificación de la tierra (CNULD) y el Convenio Ramsar, entre otros.

“Será una COP muy cargada de trabajo”, aseguró Benítez.

A esta carga de trabajo se suma la agenda de Colombia como anfitrión.

Además de detonar un proceso de paz con la naturaleza, la ministra Muhamad ha hecho pública su intención de lograr una coalición de los países megadiversos (por ejemplo: China, India, Indonesia, Colombia, México, Perú, Ecuador y Brasil) que pueda posicionar “una nueva lógica económica internacional”.

Esa nueva lógica se basa en la valoración de la biodiversidad como activo económico, por ejemplo, en el que se dé reconocimiento financiero a los servicios ambientales provistos por estos países a través del cuidado de la biodiversidad.

“Necesitamos posicionar que cuidar la biodiversidad, cambiar la sociedad para estar con la naturaleza como una aliada y generar ese reverdecimiento del planeta es igual de fundamental que la transición energética y la descarbonización”, indicó Muhamad.

Desde las negociaciones que culminaron en 2022 con el nuevo marco de biodiversidad, los pueblos indígenas han ocupado un rol protagónico por su capacidad de conservar 80 % de la biodiversidad que sobrevive en el planeta, aun siendo solo 5 % de la población global.

Pero, la IUCN insiste en que lo logrado no es suficiente.

“Una asignatura pendiente sigue siendo el pleno reconocimiento de la contribución de los pueblos indígenas a la conservación de la biodiversidad”, mencionó Parrilla.

“Mucho se ha logrado en este aspecto, pero debemos redoblar esfuerzos y salir de la COP 16 con un nuevo Programa de Trabajo sobre el Artículo 8(j) claramente alineado con el GBF y que incluya formas de evaluar su implementación», indicó.

Y añadió: «También se necesitan nuevos arreglos institucionales que permitan una mayor participación de los pueblos indígenas y las comunidades locales en el trabajo de la convención y en la implementación del marco mundial de biodiversidad”.

El Marco Mundial Kunming-Montreal se fijó como meta movilizar al menos $200.000 millones anualmente para financiar los planes y estrategias sobre biodiversidad. Sin embargo, incluso esta cifra está más en la esfera de las posibilidades políticas que en la de las necesidades reales del planeta.

Por ejemplo, el reporte Financing Nature, elaborado por la organización The Nature Conservancy, calcula que la humanidad necesita invertir anualmente entre 598 000millones de dólares y 824000 millones de dólares para detener y revertir la crisis de biodiversidad.

En febrero de este año, el Fondo Global para el Medio Ambiente (GEF, en inglés) anunció que el fideicomiso creado durante la COP15 como vehículo para financiar parte de los esfuerzos del nuevo Marco ya ha comenzado a operar.

Mención aparte merece la discusión del uso de información de secuencias digitales sobre recursos genéticos, para la cual se ha creado una comisión especial que continuará sus trabajos durante la COP16.

La perspectiva es que se pueda llegar a un mecanismo que logre traducir este uso en financiamiento para los países y grupos sociales que conservan la biodiversidad, explicó Benítez. “Tal vez termine convirtiéndose en un nuevo protocolo, ya veremos”, indicó.

Finalmente, con el esfuerzo de garantizar la participación social amplia —recordemos que las negociaciones bajo Naciones Unidas son estrictamente entre países miembro, representados por delegados de sus gobiernos—, la presidencia de Colombia habilitará –por primera vez en una COP de biodiversidad– una Zona Verde, es decir, un espacio paralelo al de la Zona Azul (donde tienen lugar las negociaciones oficiales) dedicado a la congregación de organizaciones sociales, activistas, pueblos indígenas, comunidades y defensores del territorio.

Bajo el lema “la COP de la gente”, la presidencia colombiana se ha propuesto vincular efectivamente este espacio con las negociaciones.

“Como presidencia de Colombia nos hemos comprometido a que esos insumos (de eventos en la Zona Verde) también se le haga llegar a las delegaciones oficiales para que la mentalidad de la movilización de la sociedad también ponga un poquito en perspectiva la negociación política que se llevará en la Zona Azul”, declaró Muhamad.

Este artículo es parte de la Comunidad Planeta, un proyecto periodístico liderado por Periodistas por el Planeta (PxP) en América latina, del que IPS forma parte.

RV: EG

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