Fincas en Cuba quieren desbrozar obstáculos para promover la agricultura circular

Desechos de las cosechas del plátano alimentan al ganado en áreas de la finca Vista Hermosa, en el municipio de Guanabacoa, en La Habana. En Cuba, la agricultura circular ofrece un marco de soluciones para construir resiliencia a largo plazo, generar oportunidades económicas, así como beneficios ambientales y sociales, entre otras ventajas. Imagen Jorge Luis Baños / IPS

LA HABANA – El acceso a tecnologías para hacer sostenibles los procesos agropecuarios y minimizar pérdidas es uno de los principales desafíos identificados por un grupo de líderes y lideresas de fincas en Cuba enfocados en impulsar la agricultura y economía circular.

Una veintena de ellos se reunieron el 22 de febrero en la finca agroecológica Vista Hermosa, en la periferia de La Habana, como parte de un movimiento en ciernes que busca aglutinar a quienes gestionan tierras bajo principios de innovación, sostenibilidad, agroecología, así como modelos de producción y consumo circulares.

La reunión, a la cual fue invitada IPS, fue organizada por la Embajada del Reino de los Países Bajos en Cuba y la Organización de las Naciones Unidas para Alimentación y la Agricultura (FAO), entidades que desde 2019 promueven, conjuntamente con el Ministerio de la Agricultura (Minag) y otras instituciones, una estrategia para estimular ese modelo de producción.

“Se nos dificulta acceder a equipamiento, piezas e insumos para que nuestros productos sean competitivos en mercados internacionales. Esa tecnología es cara y hay que importarla”, identificó Onay Martínez de la finca agroecológica Tierra Brava del municipio de Los Palacios en la occidental provincia de Pinar del Río.

 “Nuestra idea es abrir caminos sustentables para el acceso a tecnologías, pero desde modelos de negocios. Existen las empresas, la demanda, el interés del país y la necesidad de esa producción. Solo queda diseñar apropiada y sustentablemente y presentar propuestas a las personas tomadoras de decisiones”: Yuhina Mangly.

Con 32 hectáreas, Tierra Brava se especializa en cultivos frutales, de los cuales producen más de 200 toneladas al año, aunque también desarrolla la cría de ganado menor. En 2022 se convirtió en la primera finca cubana declarada Área con manejo sostenible de tierra.

Aunque en la isla es posible acceder a créditos bancarios con tasas de interés beneficiosos para algunas actividades, “nuestros bancos todavía no financian proyectos o iniciativas para importar esas tecnologías”, expuso Martínez.

Consideró fundamental, “el acceso a tecnología más eficiente para la refrigeración y deshidratación de alimentos”, este último proceso “con un potencial interesantísimo y una creciente demanda en el mercado internacional”.

Otros opinaron que para la conservación de alimentos de forma sostenible sería idóneo disponer, mediante créditos, subsidios u otras formas, de pequeños contenedores refrigerados alimentados por paneles solares fotovoltaicos para preservar frutas y cosechas.

También insistieron en la ventaja que brindan los acumuladores para mantener la electricidad las 24 horas, bombear agua y otras actividades en las fincas.

Paneles solares fotovoltaicos para producir energía eléctrica en la finca Vista Hermosa, en el municipio de Guanabacoa, en la capital de Cuba. La conservación de alimentos mediante el uso de energías limpias contribuye a preservar frutas y cosechas de forma más sostenible. Imagen: Jorge Luis Baños / IPS

Incentivar modelos de negocios

En los debates trascendió que algunos agricultores acceden a paquetes tecnológicos con respaldo de la cooperación internacional, pero muchas veces los insumos no están diseñados para sus espacios. Esto se convierte en un problema a la hora de reajustarlos o cuando no existen maneras de repararlos.

“Nuestra idea es abrir caminos sustentables para el acceso a esas tecnologías, pero desde modelos de negocios. Existen las empresas, la demanda, el interés del país y la necesidad de esa producción. Solo queda diseñar eso apropiada y sustentablemente y presentar propuestas a las personas tomadoras de decisiones”, recalcó Yuhina Mangly, asistente agrícola de la embajada de Países Bajos.

En diálogo con IPS, Mangly se refirió a las potencialidades de Cuba para el desarrollo de una agricultura circular como “país bloqueado, con recursos limitados y en donde el campesino ha tenido que aprender a utilizar los escasos recursos de la mejor forma”.

Recordó que en marzo de 2023 se efectuó en La Habana un primer taller de agricultura circular, en el cual una veintena de mujeres, hombres y jóvenes con iniciativas relevantes compartieron experiencias y analizaron los desafíos para el desarrollo de sistemas agroalimentarios sostenibles en este país caribeño.

La actividad ocurrió en el contexto de la Feria Internacional Agroindustrial Alimentaria (Fiagrop), impulsada por el Minag.

“Ahí nos dimos cuenta que era muy interesante interconectar actores con intereses, potenciales y sueños similares de hacer sus fincas sostenibles y circulares. Estamos trabajando con 22 de ellos, pero estos a su vez tienen a su alrededor otras fincas que también son beneficiarias de estos procesos”, señaló Mangly.

Apuntó que, si bien la aspiración es extender por el país la red de fincas con manejo circular, “hasta el momento, por un problema de logística, solo tenemos a productores de Pinar del Río, Artemisa, Mayabeque, La Habana y Matanzas, las cinco provincias más occidentales.

Al cierre de 2021 en Cuba se contabilizaba 226 597 fincas, 1202 de ellas con la condición de agroecológicas y 64 % del total –unas 146 000-, incorporadas al movimiento agroecológico en las categorías de inicio o en transformación, según los más recientes datos oficiales.

Para María Paco, una agricultora hispanofrancesa radicada en Cuba, asumir los principios de la economía circular conlleva un cambio de mentalidad y debe incorporarse como un estilo de vida. Imagen: Jorge Luis Baños / IPS

Estimular la resiliencia

Promover las buenas prácticas alimentarias, fortalecer los procesos de descentralización, regular las pérdidas y desperdicios e impulsar la agricultura sostenible sobre bases agroecológicas son algunos de los objetivos de la Ley de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional, conocida como  ley SSAN, en vigor desde octubre de 2022.

Entre varios ejes estratégicos, la norma propone incentivar el desarrollo de sistemas alimentarios locales mediante modelos sostenibles de producción como los vinculados con la economía circular.

Este paradigma propone que el valor de los productos, materiales y recursos se mantenga en la economía durante el mayor tiempo posible y la generación de residuos se reduzca al mínimo.

La Ley SSAN guía las aspiraciones gubernamentales de disminuir la elevada dependencia de las importaciones de alimentos, junto con la pérdida cada año de significativos porcentajes de cosechas debido a una gestión deficiente.

Disímiles factores internos y externos conspiran contra el apremiante aumento de la producción agropecuaria en este país de 11 millones de habitantes.

El 77 % de los suelos del país clasifican como poco productivos, a partir de uno o más factores adversos como la erosión, salinidad, acidez, mal drenaje, baja fertilidad y contenido de materia orgánica o escasa retención de humedad.

A ello se suma los efectos del cambio climático, plagas, bajos rendimientos, éxodo de personas del campo a las ciudades, impagos a productores y estructuras burocráticas.

A la escasez de divisas debido a la crisis económica interna se añade el embargo estadounidense que dificulta el acceso a créditos para comprar fertilizantes, piensos, maquinaria moderna, sistemas de riego o ampliar las inversiones, exponen las autoridades.

Informes de organizaciones internacionales respaldan la construcción de sistemas alimentarios más resistentes frente a las crisis globales, en especial para países del Sur en desarrollo, en un contexto de subida de los precios de los alimentos, insumos agrícolas y fertilizantes y acentuación del cambio climático.

Apuntan que la agricultura circular ofrece, entre otras ventajas, soluciones sistémicas para construir resiliencia a largo plazo, generar oportunidades económicas, así como beneficios ambientales y sociales.

Cartel informativo instalado en áreas de la finca Vista Hermosa, en el municipio de Guanabacoa, La Habana. Informes de organizaciones internacionales recalcan en lo prioritario de construir sistemas alimentarios más resistentes en Cuba, para afrontar las crisis interna e internacional. Imagen: Jorge Luis Baños / IPS

Un estilo de vida

“Hemos recogido tres cosechas de chile habanero (Capsicum chinense). El año pasado logramos exportarlo por primera vez, a Canadá. El que no se vende al exterior lo comercializamos con una minindustria que los deshidratada o los procesa para salsas”, detalló el agricultor Jorge Luis Díaz sobre el valor de los encadenamientos.

Al conversar con IPS, Díaz apuntó que en su finca de 13,5 hectáreas La Bendecida, en el municipio de Quivicán, en la provincia de Mayabeque, los restos de cosechas de tubérculos y hortalizas, cáscaras y hierbas se incorporan al suelo para su mejoramiento.


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Para la agricultora hispanofrancesa radicada en Cuba, María Paco, asumir los principios de la economía circular conlleva “un cambio de mentalidad. Debe incorporarse como un estilo de vida”.

Desde 2017, Paco impulsa en su finca Doña María, de seis hectáreas, en la comunidad de El Cacahual, en la periferia de La Habana, un proyecto de desarrollo local centrado en la educación nutricional a partir del cultivo de tubérculos, cereales, frutas, hortalizas y plantas medicinas.

“Buscamos en primer lugar ser autónomos. Aspiramos a producir nuestra propia energía”, explicó Paco a IPS.

Asimismo, “fomentamos la inclusión, la mayoría de quienes trabajamos allí somos mujeres, cinco en total incluyéndome, y dos hombres. Hay personas con discapacidad y en situación de vulnerabilidad. El trabajo permite que eleven su autoestima. Enseño, aporto conocimientos, pero estimulo la autonomía de cada quien”, subrayó.

La agricultora puntualizó que trabaja con niñas y niños de la educación primaria a quienes enseña “a no desperdiciar comida, así como a valorar la importancia del reciclaje y la diversificación alimentaria con productos locales”.

ED: EG

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