Por fin, Arévalo asume presidencia de Guatemala en lucha anticorrupción

Bernardo Arévalo jura como nuevo presidente de Guatemala en plena madrugada, tras una demorada sesión del Congreso de su país. Le espera un cuatrienio con fuertes obstáculos desde las fuerzas opositoras tildadas como "pacto de corruptos", contra los cuales insurgió con respaldo de grupos juveniles e indígenas. Imagen: Semilla

GUATEMALA – En una ceremonia de madrugada, nueve horas después de lo previsto y al cabo de siete meses de batallas legales en defensa de su elección, el progresista Bernardo Arévalo pudo al fin juramentarse ante el Congreso, este lunes 15, como presidente de Guatemala para el período 2024-2028.

Arévalo reiteró su promesa de “una nueva primavera”, que arrancaría con una lucha contra la corrupción que ha carcomido al Estado guatemalteco en lo que va de siglo, y advirtió que “se inician hoy cuatro años de un mandato que estará marcado por una serie de obstáculos. Sabemos que el cambio puede ser difícil”.

Los obstáculos se exhibieron abiertamente en la prevista jornada de investidura, el domingo 14, cuando el Congreso unicameral, de 160 escaños y cuyas principales bancadas están en manos de fuerzas tradicionales, demoró su instalación durante largas horas, con lo que saboteó de hecho la asunción del nuevo presidente.

Testigos de primera fila fueron los jefes de Estado que acudieron a la investidura: el rey Felipe VI de España y los presidentes Gabriel Boric (Chile), Gustavo Petro (Colombia), Rodrigo Chaves (Costa Rica), Xiomara Castro (Honduras), Florentino Cortizo (Panamá) y Santiago Peña (Paraguay), así como delegaciones de alto nivel de otros países americanos y la Unión Europea.

Varios de esos asistentes debieron regresar a sus países, para atender compromisos contraídos, antes de la juramentación de Arévalo. Petro desdeñó un viaje a Davos, Suiza, para permanecer en Guatemala hasta que se produjese el relevo del poder.

Cuando las discusiones en el Congreso se hicieron más enrevesadas al promediar la tarde del día 14, los cancilleres presentes en Guatemala urgieron a resolver los temas de su instalación y elección de una directiva que cumplir con la juramentación.

Miles de indignados partidarios de Arévalo, sobre todo jóvenes e indígenas, se agitaban en las céntricas calles de esta capital junto a la sede del parlamento y del teatro donde se preveía la juramentación de Arévalo y su compañera de fórmula electa como vicepresidenta, Karin Herrera.

Los retrasos en los trámites parlamentarios aludían a cuestiones no resueltas como el debido cierre de la legislatura saliente, el reconocimiento de credenciales y bancadas para el nuevo período legislativo, y la elección de una nueva directiva del Congreso, clave para impulsar o en su defecto bloquear las iniciativas de Arévalo.

El telón de fondo para el dejar pasar las horas entre reuniones y recesos está en el pugilato entre la corriente renovadora que encarnan Arévalo y su joven partido Semilla, y las fuerzas tradicionales.

Arévalo sorprendió en la primera vuelta de la elección presidencial en junio de 2023, pues no figuraba entre los favoritos pero ocupó el segundo lugar, y luego el 20 de agosto se impuso en el balotaje, con más de 60 % de votos, a Sandra Torres, candidata de las fuerzas que controlan los poderes desde hace décadas.

En Guatemala se conoce como “Pacto de Corruptos” a la coalición de hecho entre integrantes del gobierno, del parlamento, del poder judicial, de grupos militares y de empresarios que cooptaron el Estado en su propio beneficio y erigieron barreras no solo ante los cambios sino ante el escrutinio nacional e internacional.

Ese pacto exhibió su poderío en 2017 cuando el Congreso y el entonces presidente Jimmy Morales (2016-2020) acordaron suprimir el permiso para que trabajase la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), que con apoyo de las Naciones Unidas investigaba crímenes durante la guerra civil de 1960-1996.

El nuevo mandatario, sociólogo y exdiplomático de 65 años, hijo del primer presidente democráticamente electo en el país, el educador Juan José Arévalo (1945-1951), reiteró su compromiso de “transformar las instituciones del Estado y la realidad cotidiana” de los guatemaltecos.

En su breve discurso tras jurar el cargo, Arévalo dijo que “es gracias a los jóvenes de Guatemala que no perdieron la esperanza que hoy puedo hablarles desde este podio”, así como a los movimientos indígenas que se movilizaron en su apoyo, para quienes se declaró “consciente de las deudas históricas que debemos resolver”.

“No más corrupción, no más exclusión”, resumió.

Concluido el acto, el mandatario visitó el plantón de protesta que grupos indígenas y jóvenes universitarios mantuvieron frente a la Fiscalía General exigiendo la renuncia de su titular, Consuelo Porras.

La multitud, que en la tarde chocó con los cordones policiales, lo que dejó lesionados a varios policías y manifestantes, celebró con música y bailes en las calles la presencia de Arévalo con la banda presidencial cruzada sobre su pecho.

Porras, con el respaldo tácito del presidente saliente Alejandro Giammattei y grupos de presión, obstaculizó durante meses tanto la proclamación de Arévalo como el reconocimiento del partido Semilla y de los diputados que pudo elegir el grupo.

Esos obstáculos culminaron en la jornada del día 14, cuando los partidos que ahora son de oposición cuestionaron la posibilidad de que diputados de Semilla pudieran integrar la nueva directiva parlamentaria.

Semilla sin embargo pudo tejer una alianza y su uno de los suyos, el joven Samuel Pérez, fue elegido presidente del nuevo Congreso y tomó el juramento protocolar de Arévalo  y Herrera.

Arévalo también reconoció el respaldo internacional a su elección, sostenido por la mayoría de los gobiernos americanos y europeos, órganos de las Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos y entidades de derechos humanos.

Mientras se mantiene el desafío de la recia oposición de los grupos de poder en su país, Arévalo debe encarar las expectativas de la juventud que reclama cambios –y que sigue nutriendo los contingentes migratorios- y de la población que vive en la pobreza, 60 % de los cerca de 19 millones de guatemaltecos.

Arévalo despunta como referente para equilibrar fuerzas y apuntalar el desarrollo de la democracia política con progreso social en el istmo centroamericano, donde se han mostrado con dureza expresiones de gobiernos autoritarios, criticados por sus políticas contra los derechos humanos, como los de Nicaragua y El Salvador.

El nuevo presidente aludió a esa realidad al indicar en su discurso que “el mundo está siendo confrontado por una ola de autoritarismo, la propagación de la intolerancia y  la restricción del disenso”.

Expuso que “enfrentamos nuevos fenómenos autoritarios como la cooptación corrupta de las instituciones estatales por parte de grupos criminales que explotan su apariencia democrática para traicionar los principios de libertad, equidad, justicia y fraternidad en los que se fundamentan”.

“Esta es la lucha que estamos enfrentando en Guatemala y en otras partes de Centroamérica”, concluyó Arévalo.

A-E/HM

 

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